No sé cómo empezar, para terminar. Yo, el dueño de las palabras.
Lo que requiere vivir es riesgo, sacrificio y placer. Necesito de la belleza, como del agua en el desierto, para vivir, y sin ella no puedo estar, no puedo seguir, no puedo vivir, porque la belleza está en ti.
Lo dejo todo. Lo dejo todo ya. No puedo más. Necesito respirar. No puedo aguantar más. Ya no voy a escribir más aquí, ni en ningún otro lugar. Abriré todo lo que tengo y ese será mi último regalo al que quiera, pueda y sepa apreciar. Lo demás, si hay, será sólo para mí. Como antes. Como siempre. Ya no más. Lo dije y así será. No sé hasta cuándo. Tampoco importa. Un año, una vida. ¿Qué más da? Quien sabe leerme lo entenderá. O así lo espero.
Crearé una nueva religión y me convertiré en mi más firme creyente. Necesito respirar. Reflexionar sobre todo. Sobre la vida, sobre mí. No encuentro. No me encuentro. No entiendo nada ya. Amo la vida tanto que me da miedo. Pero necesito algo más. Como decía Borges que “llegará un momento en el cual cesaré para siempre, en el cual dejará de existir Jorge Luis Borges”. Yo no soy Borges, pero me siento igual.
Tal vez mi momento ha llegado ya. Lo sé. No lo sé. ¡Qué más da! Ya está.
Hay un momento para todo, para cada cosa. Roma. ¿Recuerdas? Eso siempre quedará.
Dichi che il fiume trova la via al mare
Che come il fiume giungerai a me
Oltre i confini e le terre assetate
L´amore giungerá
E non so più pregare
E nell´amore non so più aspettare
Y ahora es el momento para guardar tu distancia, el momento para alejar tu mirada, el momento para inclinar la cabeza, el momento para decir el nombre que apenas puedo, ni tan siquiera, deletrear.
Champán Cristal. No sabe, no puede, no quiere, no debe. Champán cristal.
Sólo quiero recordar. Adormecerme ahí. Vivir ahí. Nada más. No deseo lamentar. No deseo dañar. Sólo dormirme en el recuerdo de Champán Cristal.
Porque al final todo es sueño, o eso espero. Y quiero, sólo quiero dormirme ya. Dormirme en él y no despertar. Adormecerme en el Champán Cristal y no despertar. Mecerme. Y sólo al final… porque, al final, sólo somos polvo de estrellas. ¿Recordás? Mi alma. Mi vida. Mi principio. Mi final. Sólo me queda Champán cristal.
¿Qué busco? ¿Qué espero? Ya no sé qué pensar. ¿Y si estoy equivocado? ¿Y si todo es ilusión? Necesito pensar. Pensarme. Ver. ¿Alguien sabe, puede, quiere, debe, leerme ya? ¿Sabes, puedes, quieres, debes, leerme ya? ¿Dónde estás? ¿Me lees? Suelto las riendas. Todo acabado está. El tiempo ha llegado ya.
Pero aunque hay un momento para todo, recuerda siempre, siempre, Champán Cristal. Nunca habrá nada más hermoso que Champán Cristal.
Sólo me quedan lágrimas sobre el papel. Lágrimas que se perderán en la lluvia.
Gracias por leerme. Gracias por quererme. Gracias por comprenderme. Gracias por estar. Gracias por aparecer.
Somos, soy, eres, fuiste, seremos, especial. Champán Cristal. Ya todo se andará.
El sacrificio es el precio de un buen efecto.
Ya sólo quiero el anonimato. Un vaso de vino en las suaves colinas de la Toscana; un tequila en la Baja california; una cerveza en cualquier playa de Australia; una buena conversación en cualquier otro lugar.
Sólo una cosa más. Un placer.
Hasta luego.
Lo que requiere vivir es riesgo, sacrificio y placer. Necesito de la belleza, como del agua en el desierto, para vivir, y sin ella no puedo estar, no puedo seguir, no puedo vivir, porque la belleza está en ti.
Lo dejo todo. Lo dejo todo ya. No puedo más. Necesito respirar. No puedo aguantar más. Ya no voy a escribir más aquí, ni en ningún otro lugar. Abriré todo lo que tengo y ese será mi último regalo al que quiera, pueda y sepa apreciar. Lo demás, si hay, será sólo para mí. Como antes. Como siempre. Ya no más. Lo dije y así será. No sé hasta cuándo. Tampoco importa. Un año, una vida. ¿Qué más da? Quien sabe leerme lo entenderá. O así lo espero.
Crearé una nueva religión y me convertiré en mi más firme creyente. Necesito respirar. Reflexionar sobre todo. Sobre la vida, sobre mí. No encuentro. No me encuentro. No entiendo nada ya. Amo la vida tanto que me da miedo. Pero necesito algo más. Como decía Borges que “llegará un momento en el cual cesaré para siempre, en el cual dejará de existir Jorge Luis Borges”. Yo no soy Borges, pero me siento igual.
Tal vez mi momento ha llegado ya. Lo sé. No lo sé. ¡Qué más da! Ya está.
Hay un momento para todo, para cada cosa. Roma. ¿Recuerdas? Eso siempre quedará.
Dichi che il fiume trova la via al mare
Che come il fiume giungerai a me
Oltre i confini e le terre assetate
L´amore giungerá
E non so più pregare
E nell´amore non so più aspettare
Y ahora es el momento para guardar tu distancia, el momento para alejar tu mirada, el momento para inclinar la cabeza, el momento para decir el nombre que apenas puedo, ni tan siquiera, deletrear.
Champán Cristal. No sabe, no puede, no quiere, no debe. Champán cristal.
Sólo quiero recordar. Adormecerme ahí. Vivir ahí. Nada más. No deseo lamentar. No deseo dañar. Sólo dormirme en el recuerdo de Champán Cristal.
Porque al final todo es sueño, o eso espero. Y quiero, sólo quiero dormirme ya. Dormirme en él y no despertar. Adormecerme en el Champán Cristal y no despertar. Mecerme. Y sólo al final… porque, al final, sólo somos polvo de estrellas. ¿Recordás? Mi alma. Mi vida. Mi principio. Mi final. Sólo me queda Champán cristal.
¿Qué busco? ¿Qué espero? Ya no sé qué pensar. ¿Y si estoy equivocado? ¿Y si todo es ilusión? Necesito pensar. Pensarme. Ver. ¿Alguien sabe, puede, quiere, debe, leerme ya? ¿Sabes, puedes, quieres, debes, leerme ya? ¿Dónde estás? ¿Me lees? Suelto las riendas. Todo acabado está. El tiempo ha llegado ya.
Pero aunque hay un momento para todo, recuerda siempre, siempre, Champán Cristal. Nunca habrá nada más hermoso que Champán Cristal.
Sólo me quedan lágrimas sobre el papel. Lágrimas que se perderán en la lluvia.
Gracias por leerme. Gracias por quererme. Gracias por comprenderme. Gracias por estar. Gracias por aparecer.
Somos, soy, eres, fuiste, seremos, especial. Champán Cristal. Ya todo se andará.
El sacrificio es el precio de un buen efecto.
Ya sólo quiero el anonimato. Un vaso de vino en las suaves colinas de la Toscana; un tequila en la Baja california; una cerveza en cualquier playa de Australia; una buena conversación en cualquier otro lugar.
Sólo una cosa más. Un placer.
Hasta luego.