18/2/09

Sombra

Cuando una persona pierde su sombra lo pierde todo. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué la vende? La respuesta es difícil. Judas vendió a Cristo por treinta monedas. Vendió su sombra, su alma, vendió su espejo, a su mentor, a su maestro. Acabó no soportando el hecho y se colgó. Su conciencia no soportó la ignominia. ¿Podemos vivir sin nuestra sombra? Probablemente sí, durante un tiempo. ¿Y después qué? ¿Acabar como Fausto o como Judas? Quien vende su alma, su sombra, acaba siendo víctima de su propia debilidad, de su ambición, o de la razón que le ha llevando a la venta, sin importarle las consecuencias o sin verlas. Pero el tiempo corre, el tiempo es sabio, y al final habrá de pagar su deuda. Sabia es la rueda. Terminará perdiendo todo y condenando su ser, destruyendo su vida y lo que ama. Hablamos, hablamos y hablamos de su importancia, sin embargo, en determinadas circunstancias y, a veces, en un momento corto de tiempo la vendemos. Sesenta días, tal vez menos, para mudar, para vender. Así es la vida. Una bella melodía suena y, de improviso, el silencio aterrador. Quien la vende suele ser analítico, calculador, ocultador, egoísta, utilizador de las personas y los sentimientos en su propio beneficio, por… O tal vez sea que... No lo sé. Hablamos, hablamos y hablamos, y la vendemos al mejor postor, al primero que pasa, o buscamos a alguien fácil, simple, ya utilizado. ¿Cuál es el premio? ¿Treinta monedas de oro? ¿Belleza permanente? ¿Conocimiento? ¿Falsa seguridad momentánea? Tiempo. El tiempo corre. El tiempo pasa. Y mientras, vivimos sin sombra, sin alma. Y así es difícil vivir durante mucho tiempo. Comienza, antes o después, el calvario. Un Gólgota que le llevará por un camino que no era el buscado o presentido, o deseado. ¿Y entonces? ¿Nos colgamos de un árbol? ¿Matamos dejando un rastro eterno de cadáveres, aun de los que más nos han dado y querido? ¿Lloramos? Quien vende su alma, su sombra, ya no es él, es alguien falso, una mitad de nada, de vacío, de sequedad. ¿O lo era ya antes de venderla? ¿Desde siempre, aunque las apariencias engañen? Mejor no ser como el desgraciado Schlemihl de la fábula de Chamisso, que la vendió por una bolsa de oro y nunca recuperó la paz. Mejor no ser como él, como Fausto, como Judas. Mejor mantener tu sombra, caminar con ella, aun solo. Alma. Sombra.

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