29/3/11

Los matices del color

Marrakech. Marzo 2011. Fotografía propia.

Descubrí descuidadas flores, pisadas por el hálito del desdén, ajadas, como la cuarteada piel de una mujer malgastada, jamás soñada, esperando un edén que no llega. Es tan fácil vivir entre las flores que son de plástico. Y tan terrible, sin embargo. Tan falaz como un eterno trago de mescal en el lóbrego patio trasero de un burdel de carretera, entre unas manos cualesquiera, que no acarician. Y ya no hay desconsuelo, sólo letargo. Las lágrimas se agolpan en las cuencas creando mares. Nunca hay ríos de llanto. A veces cae una suave lluvia, de seda, sobre mi cara. Y huele a hierba y a lavanda. Tan sutil es esa mirada que regala tactos de dentro, tan delicada. Hay un ramo de lirios y de azucenas que no marchitan, sobre una losa, fría, y un epitafio breve y sencillo, casi callado, que dice... palabras, sólo palabras.

22/3/11

The catalyst

Ayer encontré un papel arrugado en el suelo. Lo cogí y lo leí. Lo memoricé y lo dejé, con reverencia, otra vez en el suelo, como si fuese el altar y el papel el objeto consagrado. Me fui lento, callado y lento; cabizbajo y pensativo, casi muerto.
Decía:
Me quedo aquí. Siempre quise morir tumbado, rodeado de los míos; sin embargo he de hacerlo solo y de pie, y descalzo. No sé si sirve ni si sirvió de algo, andar así, caminar como un desterrado, o como un franciscano -voces en ambos sentidos saldrán, las unas en susurro, las otras ladrando-. No puedo más, y juro por Dios que soy de esfuerzos titánicos. Necesito enraizarme a la tierra, sentirme anclado. Vivir como un nómada y hacerlo descalzo te deja lacerada el alma ante tanto espanto. Y es que los ríos de la infamia hieden, y Asisi queda tan lejos y yo no soy un fratelli.
No hay efebos sin pústulas. Necesito Tiempo.
Bebí la vida como un cosaco. Y ahora...
Viví las guerras como mis guerras, como la Guerra. Anduve por los yertos campos, entre cuerpos mutilados, fragmentados, casi como un poseso en busca de algo, en busca de mí, en busca de ti, en busca de un hombre. Diógenes moderno, agotado, cansado, muerto.
Me quedo aquí. Hay tantos tonos de verde a mi lado. Hay tanto que mirar, tanto que ver. Sin embargo... se me cierran los párpados.
Hay un francotirador arrodillado, a lo lejos, camuflado, que mira algo en en la línea del horizonte. Hay como un espantajo, que perdió la dignidad en el camino de las sombras, movido a impulsos de un viento helado, clavado a una mirilla, crucificado, en un tiempo que no es tiempo, sin espacio. Pero, ¿ya muerto Caravaggio, qué retiene el tiempo? La dignidad es un pesado fardo, incluso puede que sólo un punto de vista.
Me quedo aquí, de pie. Estoy cansado. En el fulgor del último momento, con la brillantez del sonido, tras la línea dibujada en el espacio por ese objeto metálico.
Una vez leí: “Si el resplandor de mil soles fueran a estallar a la vez en el cielo, eso sería como el esplendor del Todopoderoso. Yo soy poderoso, tiempo de destruir el mundo”.
Sólo lo transcribo, y aun así no sé si es lo que debía hacer en ambos casos. No puedo quitarme esa canción de la cabeza.

14/3/11

Haití. Cuentos Solidarios III -Líneas sin sombra-

Ya ha salido el volumen III de Cuentos Solidarios. Apenas nada, pero para Haití un mundo. O eso espero. Cuando la noticia desaparece de los medios de comunicación desaparecen, también, las ayudas. Por eso insistimos en ese país. Haití ya era uno de los países más pobres del mundo; tras el terremoto... Pero ya no está en los telediarios ni en los periódicos; y ahora está Japón. Haití no existe. ¿Existió?
Todos los beneficios de su venta son para ese país. Espero que sirva de algo.
Empezamos hace tres años y me parece una eternidad. Seguimos.

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12/3/11

Tienes nombre de oasis

Hay quien se ciega, incluso, con el halo de la luna. Levantan la mirada en la noche y sólo ven algo, como gotas de agua, brillantes, suspendidas en un papel de cartón que todo lo cubre, oscuro, un poco más arriba del espacio que habitan y por el que se mueven.
Y a veces, sólo a veces, sale el sol y alarga su sombra. Una más de sus bombillas vitales.
¿Habéis visto el baile de las luciérnagas en la noche?
Sonreí, pero apenas miró, apenas estuvo. El miedo es libre y siempre es de noche. Una noche de cartón plagada de gotas de agua que brillan.
Y sé... Y sé que la venganza del amor sólo es un mar de sargazos, y la del deseo... la del deseo es el amor, ese extraño que comparte mi espacio vital. Todo un exceso.
Tienes nombre de oasis.
Yo he visto llorar las estrellas, al levantar la vista para mirar. Otro de mis excesos que no puedo evitar.
Tienes nombre de oasis.

6/3/11

Tal vez

De lejos era un objeto sin importancia, o lo parecía; poco llamativo. Un trapo en sí mismo, sin más. De apariencia delicada, eso sí, pero que, debido a unas manchas que el sol resaltaba, le hacía parecer si no usado si desgastado, o afeado, por las inclemencias atmosféricas, tras llevar allí, con toda probabilidad, varios días. Tal vez tirado, tal vez usado. Tal vez por otras circunstancias, tal vez. O era un análisis excesivo para una simple percepción visual.
La vacuidad intelectual que un exceso de alcohol -sobre todo si forma parte de tu atuendo existencial- provoca en la mente, es tal que, a veces, lo que ves es como un complejo juego de espejos en el que se reflejase un espejismo. Y mi vida era, en aquel momento, un Sahara vital, eterno e infinito, regado de vodka sin hielo. ¿Las razones? Los eriales emocionales son tan oscuros que es absurdo intentar esclarecer los abismos, más si se carece de candil, siquiera, para poder dar un paso sin caerte en ese pozo sin fondo.
Escribiré, tal vez, esa larga historia de desechos que es mi vida, pero deberé escoger entre ir a comprar un lápiz -pues el que arrastro por el papel está mordido (y eso perturba, aun en estas circunstancias, mi sentido de la estética) y es tan pequeño que apenas puedo usarlo sin hacerme daño en los dedos- o seguir degustando este horrible vodka que sublima mis recuerdos, tal vez, no estoy seguro, o los despedaza. No lo sé. Y siento, pero claro, es sólo una percepción basada en el sándalo alcohólico, que primará mi deseo de seguir soñando. Tal vez, sólo tal vez. Y suena Tom Yorke.
Como dijo el sabio Homero cuando fue abducido: “No me comáis extraterrestres, tengo mujer e hijos, comeos a ellos”. Pero claro, él era Homero Simpson, maestro de tanto, y yo un simple mortal que ha visto un pañuelo de seda en la calle, ensuciado tal vez, sólo tal vez, por los humores del vodka.