27/2/13

Seis

La infancia perdida. M.B. Palacios

Caminaba, siempre, envuelta en un halo de tristeza que la vestía como un sudario de la cabeza a los pies. Parecía muerta y, sin embargo, vivía, pero de qué manera, como una maldición que se repetía una y otra vez y una vez más, decía para sus adentros como un mantra, esperando que, en algún momento, aquel rosario le llevase la vida.
Andaba, como una pena, sin alma, sin vida, como quien mira a un pozo y solo ve, en lo más profundo del negro, donde ya no hay ni sonido, la nada, el vacío, el tenue reflejo de una plegaria desatendida y pedida a un Dios ausente, ido, por una niña que se rompió allá en los tiempos, lejanos, en los que todo debió ser paraíso.