24/10/22

 

                                               Ad aeternum, Exposición, sep 2020 | ARTEINFORMADO

S.M... Ad aeternum

Ayer tarde me crucé con la Parca, en la luz caída, y sus adláteres. Iba en silla de ruedas, ella. Ignoro las razones.

Me he vuelto a tumbar en la cama a pesar de ser aún de día. La mirada perdida en un punto que es un reflejo, allá arriba, de lo mismo. La mirada de la ausencia, la mirada del vacío.

Vi su piel seca, apergaminada; su traje gris, gastado, guardando un chaleco de lana de un azul perdido, alrededor de una camisa gris, sucia y ajada. Llevaba, también, a modo de badajo, una corbata de un color que podría recordar al rojo ceniciento de una sangre de tiempo.

Ellos, los adláteres, ciegos en su andar despacio, empujando aquel balancín, de sonido infecto, que era su silla.

No hay más sonidos en esta vida. Solo ese.

Hace milenios que no encuentro nada. Nada ahí fuera. Nada aquí dentro. Arriba veo, al tumbarme intentando el sueño, la mirada del ido, la locura silente del vacío, la nada en la mirada devuelta por el espejo que miro.

La he mirado a los ojos, esperando. Nada. Al cruzarnos bajó los suyos, del horizonte -y no por humildad ni miedo-, hacia mis pies, fijándolos, supongo, en el rojo de mis calcetines.

Me volví un momento después de cruzarnos, quizás para pedirle algo, pero ya no estaba. Solo ese hedor suyo, tan opresivo, que siempre deja a su paso, y el frío sobrecogedor de su presencia, seguían allí, en la niebla.

Hoy es mañana de nuevo, siempre.