Uppsala es coqueta. Universitaria. Bicicletas por todas partes. Llena de ambiente, de terrazas de madera que cabalgan sobre el oscuro río, adornadas de macetas de colores, en rojo y amarillo, de bellísimas flores. Posee una catedral gótica, esbelta, de ladrillo rojo, que se alza sobre el río en dos torres puntiagudas, eternas, contra el azul del cielo, intenso, intentando acariciarlo. Paseo la ciudad con la mirada mientras oigo el suave y dulce sonido del hablar sueco, ininteligible, pero agradable en las melódicas voces de sus habitantes.
Cojo el tren para Estocolmo. El bosque es constante a tu alrededor, un bosque eterno en la plenitud inmensa de la llanura, en mil tonos de verde, sobre un fondo, en la línea del horizonte, de azul, roto o matizado por líneas paralelas de pequeños cúmulos de algodón y cirros quebrados, deshilachados, que viajan lentos en un suave contraste de colores mansos, moviéndose pausados. El sol luminoso, de amarillo intenso. Todo es paz. Aplaca. El bosque se rompe, a veces, hacia dentro, en pequeñas islas de pastos, de trigales bajos con granjas en rojo burdeos de techos negros, y los bordes de las ventanas y las puertas en blanco, de un dulce encanto, sobre el fondo de la floresta. Lagos pequeños de vez en vez en los que se refleja el algodón de las nubes. Lagos de un azul oscuro intenso, con reflejos, en su orilla, del verde, que oscurece. Algún caballo pastando. Bosque de robles y abetos y pino negro. Altos, elegantes.
Con el aterciopelado traqueteo, la mirada viaja tranquila, posada en el encanto que la belleza exterior posee, a través de la ventana, en silencio. El espacio inmenso que te entra por los ojos, arrullado por el blando movimiento del tren. El vagón vacío. El alma posada. El pensamiento ahí… Cadencias de vida. Regalo para los sentidos. Placer.
Una carretera sinuosa, estrecha, serpentea entre un grupo de granjas como una pequeña culebra gris que buscara el cobijo de los árboles, de los que no ves su copa, de tan altos, que pasan veloces por la ventanilla. Y otro bosque, la otra parte de él, que rompe la vía, a la izquierda, en juegos de imágenes, de reflejos, de ilusiones. Juego de realidades en cristal. Superposiciones.
Bandadas de cuervos que surcan el cielo, como manchas moteadas de un cuadro impresionista que se moviese a intervalos, sin sentido aparente sobre el fondo azul. Es el país de los cuervos. Están por todos lados. No hay palomas, sólo cuervos, de un color grisáceo y azules ojos, casi grises, como el de las personas.
Es un país tranquilo, de gente tranquila. Elegante en sus formas y en su estar. Suaves, delicados. Acompasados al tiempo, de lentos movimientos y de un raro andar.
Y Estocolmo te inunda. De inmensa belleza. Está viva. Llena de personas y color. Agua y tierra. Canales. Barcos. Elegante y agradable. Suave y lenta. De mujeres gráciles, de cara pequeña; de mirada amable que acompaña a una suave sonrisa que acicala, casi quieta. Te miran despacio, dejando la mirada en tus ojos, regalando. Amable. Tienen el alma con una cadencia distinta a la del sur. Como si posaran la mano en la tuya, con ella, en una caricia eterna que jamás inquieta, que apenas toca, de tan suave. Te enamoran con ese tono de voz del habla sueca cuando te dicen en inglés, y que se te mete dentro, que te dan, que te invitan a moverte, a quedarte. Ojos pequeños, de un azul profundo, grisáceo, casi mate, resaltados por líneas de negro que se pintan; de labios rojos y finos; el pelo rubio, vivo, casi blanco; algunas morenas, de una belleza increíble, de grises ojos y piel más oscura; de mirada penetrante; vestidas de negro sobre cuerpos esbeltos. Poseen un encanto especial. Belleza del norte, boreal. Belleza.
Estocolmo es cosmopolita, culta y elegante. Con un encanto sublime. Me gusta. Viviría en ella. Tranquila y a la vez inquieta. Expectante. Cuando el sur llega parece que sus ojos se alegren, como si siempre te hubiesen esperado, para regalarte.
Mil islas diseminadas. Grandes y pequeñas. Mil archipiélagos de una belleza callada, cubiertos de bosques iluminados a intervalos por los rayos de un sol que asoma tímido, plateando las aguas verde oscuro del Báltico. Aguas que lamen las rocas, vestidas de verde y de blanco y de gris, por el liquen que las cubre, de rugoso tacto al acariciarlas con la mano, como el que sube por el cuerpo de los troncos de las hayas y de los pinos y de los robles, que a su orilla dormitan moviendo las hojas al compás del sonido del viento. Y notas el rojo brillante, algunas veces, entre los tonos de verde, y de amarillo seco. Mil tonos de color bajo el gris del cielo, cubierto de nubes, contra el gris del mar y del granito. Y llueve. Vaxholm, Nynäshamn…
Me gusta este país. Es bellísimo en su concepto estático, en su naturaleza tranquila y exquisita, larga, amplia, que permite que la mirada se expanda en su infinitud. País suave. País quieto. Terciopelo.
10 comentarios:
Hola Diego. Pues con esta hermosa descripción me he imaginado perfectamente el lugar, y hasta la apunto en la lista de ciudades por conocer, merecerá la pena hacerlo sin duda. Me alegra que estés de regreso, bienvenido. Un abrazo.
Precioso, Diego.
Tus letras siempre me raptan y me llevan adonde tú quieres transportarme. Gracias por compartir con nosotros este bello escrito ;)
Aquí sigo, un beso
Querido Diego, me alegro de que te lo hayas pasado tan bien y de que hayas sido feliz.
Una forma sutil la tuya, de ponernos los dientes largos a los que no hemos tenido vacaciones este verano.
En fin, ya me tocará a mi en octubre, ¿que se le va a hacer?, y entoces yo también te pondré los dientes largos jajaja.
Besos.
Uauh... queda claro que te ha encantado Suecia :) Se tendrá en cuenta tu valoración. Me alegro que lo hayas pasado en grande.
Besos!
Muchas gracias, Andrea, por la bienvenida. Es espectacular el país, precioso y hermoso. Un buen lugar para ir, para estar y para mirar. Todo un regalo. Yo también me alegro de leerte.
Un abrazo.
Diego
Hola Andro. Cuánto me alegro de verte. Me alegro de que te pasees por esos lugares, más aún que te sientas bien en ellos, que te gusten. Todo un placer el mío, de que estés aquí, como siempre.
Mil gracias.
Un beso.
Diego
Hola Ruth. Agradezco tus palabras. Viajar siempre es un placer, sobre todo si sabes apreciar lo que hay, lo que ves. Es todo un regalo ver y aprender. Un descubrimiento al que no me puedo sustraer.
En octubre disfrutarás. Siempre hay un momento para todo. Yo también haré un par de escapadas en ese mes.
Un beso.
Diego
Me ha vuelto loco ese país, Mireia. Es una maravilla inesperada. tengo que volver pronto, y aún me queda Laponia. habrá que buscar tiempo. No te lo pierdas.
Gracias por esa alegría compartida. Tú trabajando, me temo. Pero,conociéndote, habrás sacado tiempo para vivir, sin duda.
Un beso.
Diego
Soy sueco y he dado con este blog y este texto por casualidad.
Absolutamente genial.
Joakim
Hola Joakim.
Agradezco tu comentario. Me alegro de que te guste el blog y el texto sobre tu país. La verdad es que me ha impactado, me ha dejado los ojos llenos. Es de una belleza exquisita todo lo que es en sí y lo que hay en él, personas incluidas.
Y me alegro de haber sabido verlo como lo que es y como vosotros lo sentís y lo sabeis.
Volveré muchas más veces.
Un placer.
Un saludo.
Diego
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