18/10/09

El color de las mariposas. XI

Esto es lo último que pondré de "El color de las mariposas". Terminaré la novela, corregiré y le daré forma. No sé qué haré con ella después, si publicar, concursar o guardármela para mí. No lo sé. Ya veré en su momento.
La línea discontínua de puntos es una conversación demasiado larga e intensa entre ambos y ocuparía demasiado. Es posible que haga perder un poco el sentido (espero que no).
Notó el tacto de una mano sobre la suya.
¿Estás bien?
Si, estoy bien, sí. ¿Qué ha pasado?
Dímelo tú. Estás aquí tumbado, solo, hablando cosas ininteligibles, sobre colores y siluetas, entre el polvo, con los ojos abiertos. Creo que soñabas despierto.
Miró en todas direcciones y después a ella, apenas dibujada en la semioscuridad del espacio. Parpadeó varias veces.
Cuántas veces, le dijo mientras le miraba despacio, me ha sucedido soñar de noche que estaba en este mismo sitio, vestida, sentada junto al fuego, estando en realidad desnuda y metida en mi jergón. Se calló un momento. Si pienso con atención, continuó, me acuerdo de que, muchas veces, ilusiones semejantes se han burlado de mí mientras dormía y, al detenerme en ese pensamiento, veo tan claramente que no hay indicios ciertos para distinguir el sueño de la vigilia, que me quedo atónita, y es tal mi extrañeza, que casi es bastante para persuadirme de que estoy durmiendo.
¿Alguna vez has tenido un sueño que fuera real?
Te lo acabo decir. Despierta.
¿Y no podías distinguir la vigilia del sueño?
No.
¿Qué es la realidad? ¿Cómo podemos saber cuál es la realidad?
Bienvenido al mundo real.
¿Cuál es la realidad?
¿Crees que yo puedo saber, con absoluta certeza, cuál es la realidad? ¿Cómo podría saber que el mundo que vivo es en el que yo vivo? Hizo una pausa y le miró fijamente a los ojos. Mira a tu alrededor, le dijo, ¿qué ves?
Ausencias. Sueños.
Esa es la realidad. Mira estas paredes frías, grises, opresivas. Mira este espacio que nos rodea. Mira lo que hay fuera de este edificio. Mira en tu interior. No hay nada donde había. Sólo queda la débil sombra de lo que hubo, de donde estaba. Y aun así…
Sí, dijo, interrumpiéndola, y aun así queda la memoria, la memoria de lo que fue, de quien vio, o en quien vio –seamos precisos-, dijo, haciendo énfasis en la precisión. Sólo memoria.
No es eso a lo que me refería. Además, la memoria no es suficiente. Nunca lo es.
Sí cuando no hay nada más.
¿Qué hay al margen de ella? Nada, nadie. ¿Qué es la memoria? Nada, imágenes, recuerdos, tal vez falsos, tal vez mentira. Por eso nunca salgo de aquí, salvo por necesidad extrema.
Es terrible quedarse quieto, aceptar el gris, así, sin más.
Yo no lo acepto.
¿No?
No.
Se quedaron callados. El aire pesaba. El olor acre se había apoderado de él y le resultaba desagradable. Se levantó. Ella también lo hizo.
¿Y no es una falsedad lo que haces? ¿Vivir aquí, huida, perdida, oculta a todo y todos?
¿Uno siempre quiere la verdad o a veces, por circunstancias, prefiere la mentira?, le contestó. Todo es una simple cuestión de elección, de qué pastilla elegir, la verde o la azul.
Pero la memoria muestra, enseña, te da.
¿Merece la pena? Es una pérdida de tiempo. Pero te diré algo que he descubierto en estos laberintos. Desvió la mirada hacia las paredes, por entre el polvo suspendido, por la gris atmósfera. Siempre hay algo, siguió diciendo, escondido, pero algo, en algún sitio. Tal vez alguien. Tú lo buscas, ¿verdad? Sí, sin duda lo buscas, ese es tu camino, sino no hubieras entrado aquí.
¿Sabes dónde está?
Quizá.
¿Querrías mostrármelo?
Tal vez. Tal vez más adelante.
¿Quién eres?
Yo era una persona que creaba sueños que no llegaban a ninguna parte.
¿Y los sueños no forman parte de la memoria? ¿No se alimentan de ella? ¿No surgen de ella?
También era -siguió diciendo como si no le hubiese oído- la que escucha a los muebles… sus consejos y sus quejas. A veces, sólo a veces, era, porque ya no hay cielo ni lugar para hacerlo, la que cazaba estrellas apagadas; esas estrellas que nadie quiere, que a nadie le gustan, que nadie mira; y era la que recogía a los muñecos abandonados, y los quería; a veces, antes, hace tanto tiempo, cuando salía, cuando tenían hojas los árboles y sus ramas eran ramas que llevaban vida, los abrazaba y los sentía y me sentían. Hizo una pausa. Tiempo. Este no es tiempo para ser, sólo para estar. Yo era la que se burlaba de sí, la que oía el llanto de los violines y soñaba con ellos; yo era el sueño. Inclinó la cabeza y dibujó un rostro elemental, con la puntera del zapato, en el polvo que cubría todo el suelo del lugar. Se agachó y, con el dedo índice, dibujó una lágrima en el borde del ojo izquierdo. Se levantó, le miró y, acariciándole la mejilla, le dijo, enfatizando las palabras: yo era el sueño.
Debe haber un sitio, más allá de todos los sitios donde los sueños sean posibles.
Búscalo si así lo crees. Tal vez lo encuentres.
Eso hago.
Aquí no está. Y sin embargo… Ven, te enseñaré algo de lo poco que queda en este lugar calmado, en este laberinto de ausencias, de recuadros, donde sólo los espejos... Tal vez te ayude, tal vez te muestre.
...................................................
Y ahora déjame. No puedo hacer nada más por ti.
Se quedó sorprendido. Levantó la vista hacia ella, que se secaba las lágrimas con el dorso de la mano.
No puedo hacer nada por ti. No está aquí lo que podría señalarte. Creía que sí, pero ahora sé que no. Vete. Te haría daño, y te haría perder tiempo. Y tú me haces daño y no tengo ya tiempo. Aquí sólo hay sombras inertes y una que pasea los silencios, las ausencias, los vacíos. Y cristales. Pero no rotos. Cristales deformantes que sólo muestran la realidad aparente. Los que buscas no están aquí, van contigo, ya lo sabes. No sé cómo se recomponen. Busca un maestri de lattimo. Encuentra a tu Barbini o al menos su ricettario. Yo no lo tengo. Quizá entonces puedas decir lo mismo que él: e sono venuto un celeste belisimo. Pero eso sólo será al final.
Pero…
No digas nada. Sé que me entiendes. Vete. Qué tengas suerte.
Al menos dime tu nombre.
Aparna, le dijo, casi en silencio, mientras se desvanecía tras una esquina, rodeada por el polvo, como la primera vez que la vio o creyó verla.

6 comentarios:

Ruth Carlino dijo...

Jo, ¿Y ya no hay másssss?????????

Me gustaba esta historia, y ahora queda como suspendida en el aire y abierta a la imaginación.

En fin, fue grato leerla, emocionarse, transportarse, sentirla.........

Besos Diego.

sky walkyria dijo...

el aleteo de una mariposa deja polvo
dorado en el aire

besos!

Anónimo dijo...

Enhorabuena por tu blog, te reconozco que quita el hipo, tienes una forma de ver el mundo muy privilegiada, es más, me es familiar…en fin. Ojala pudiera leer todos tus libros porque tienen que ser increíbles como todo lo que piensas y lo que escribes, hazle un favor al mundo y no cambies. Yo tengo la suerte de haberte conocido y bien orgulloso que me siento, pocas veces me has dejado sin palabras con tus largas conversaciones…nunca las olvidare, nunca, porque eran de una gratitud increíble, no te diré quien soy. Gracias por tan deleite y sigue, sigue así, lucha por tus sueños ya que otros no podemos, un abrazo muy muy grande, cuidate.

Anónimo dijo...

No, no hay más Ruth. Tengo muchos folios, muchas ideas y quiero hacerlo bien. Además no quiero que el blog se centrara en esa futura novela; se haría eterna por otraparte.
Me alegro haberte hecho sentir todas esas cosas.
Mil gracias a ti por pasear esas imágenes en palabras.
Un beso.
Diego

Anónimo dijo...

Y es tan bello ese polvo suspendido en el aire, Sunny, como la suave cadencia de sus movimientos al desplazarse por él.
Tus palabras siempre tan bellísimas.
Un beso.
Diego

Anónimo dijo...

Gracias a ti, por tus palabras, inmerecidas, por tu tiempo, por esas conversaciones. Si las hemos tenido es que me han satisfecho, enriquecido y enseñado.
Camabiar para mejorar, siempre, evitar los errores, eliminar los defectos, tratar de ser mejor persona, conocerte mejor; cambiar para mejorar sin dejar lo poco bueno que podamos tener.
Y seguiré luchando por mis sueños, cómo no. Todos podemos, créeme, todos. El que no lucha está condenado, y no te creo así.
El placer de haberte conocido, y la suerte, son míos.
Gracias por todo.
Otro abrazo igual, seas quien seas.
Diego