No sé si lo pensé, lo leí, lo soñé o me fue dado, pero no cabe duda de que el hombre, para encontrarse, para realizarse necesita, necesariamente, del dolor, de la caída. La destrucción es una lección vital. Es necesario ese tiempo, entrar en él, en ese mundo incierto, en busca del pasado, tal vez añorado, y ante la duda del futuro, en el camino que muestra el verdadero sentido de la vida. Es una puerta que hay que abrir.
Hay que pensar en la vida y en la muerte, la ausencia y la presencia, el éxito y el fracaso; y para ello hay que valerse de todo. Porque la vida es como el mar, siempre en movimiento… Y hay que volver al lugar, porque siempre lo hay, porque siempre hay un lugar en y para cada persona. Y ahí hay que volver de vez en cuando y contemplar, desde la tristeza de la pérdida, a veces, y otras desde la satisfacción y esperanza de lo aprendido y de lo tenido, porque todo es recuperable y mejorable desde esos presupuestos.
Tenemos que buscar la identidad, a través de los sentimientos, sobre lo que has sido y sobre lo que la vida te ha llevado a ser, a tener o perder, a ser. Hay que ser un náufrago, sin temor, al interior de uno mismo.
Lo contrario es un ser que no quiere complicaciones en su vida, que sólo quiere la uniformidad, un embrión alimentado por el vacío, por la nada, por el sistema, por la mediocridad uniforme de la masa que engulle y que mata toda creatividad, toda naturalidad, toda verdad, cualquier atisbo de felicidad, de la verdadera felicidad, no de la aparente.
No hay nada más que pasear por cualquiera de los escenarios de la vida actual, cualquiera de ellos, oficinas, parques, centros comerciales, universidad… Todos son escenarios desolados y desoladores. Llenos pero vacíos. Desolados pero al mismo tiempo cómodos, como invernaderos. Espacios vitales llenos pero desiertos, donde parejas sin amor recorren los absurdos días de sus vidas, donde grupos de personas andan en busca de nada, solos pero rodeados, en busca de nada que les aparte de su miseria vital, de su apatía existencial. Todo es soledad y fracaso, nostalgia y decepción, deseo y frustración. Todos viviendo en una vida que no es vida y donde es absolutamente imposible escapar de la rutina diaria de su atonía, donde es imposible desarrollar lo que se lleva dentro (los que lo llevan). El hastío de una vida que se repite en la constancia de la nada, de las mismas cuencas vacías que te miran pero no te ven, en las noches de los fines de semana, en las palabras huecas de unas bocas abiertas que son incapaces de decir algo, en unas almas muertas que se auto complacen en su agonía, de unas risas que provienen de la nada y que no van a ninguna parte; el hastío de un domingo frente al ordenador, en un bar con un grupo para decir lo de siempre, sobre lo de siempre; el hartazgo de uno mismo y de los otros, que son el infierno, el vacío…
Todo está lleno de personas que van y vienen, sin nombre, sin mirarse a los ojos, incapaces, también, de mirarse dentro. Personas soñando con imposibles, con tonterías, metiéndose en los laberintos de los sueños frustrados, de los que no saben salir, porque, en realidad, no quieren salir, por esa auto complacencia.
Y ahí no. Eso no. Es mirar la vida como si fuera una tumba vacía, aunque blanqueada, lisa, aparentemente perfecta. Este es un mundo tan bello como inhóspito, apasionante y peligroso, donde nadie es lo que parece, donde la mayoría vive en esa uniformidad vacía, donde nadie da nada, donde todo es vacío, donde todo es nada; y sin embargo donde algunos, los menos, navegan en él, viviéndolo, sintiéndolo, bebiéndolo, buscando dentro de uno mismo y fuera, degustando la belleza que hay en él, intentando saber y saberse.
Es Matrix, es el problema de la libertad. El 99% elegirá siempre vivir en la apariencia, en la mentira, conectados a una cubeta. Mientras que unos pocos eligen la realidad, la verdad, la vida, la belleza auténtica; aunque es duro y el camino puede ser laborioso y a veces penoso, como dice Descartes, y “cierta dejadez me arrastra insensiblemente al curso de mi vida ordinaria; y como un esclavo que sueña que está gozando de una libertad imaginaria, al empezar a sospechar que su libertad es un sueño, teme el despertar y conspira con esas gratas ilusiones para seguir siendo más tiempo engañado”. Pero elijo, elijo luchar, este lado, vivir la vida de verdad, la belleza auténtica, sentir, vivir, amar, y no lo otro. Lo otro es vegetar en una cubeta, enchufado a un cable.
Y mientras escribo esto, sentado en un banco del parque, al sol, no puedo sino estremecerme ante el encanto de un gorrión bañándose en un charco. Y es que estar enfermo te permite pasear en horas distintas a lo habitual, sin apenas nadie; pasear las salas de una exposición y descansar en los detalles, sin las prisas de la gente que agobia y desordena el momento. Un viejo se queda a mi lado mirando un cuadro. No se puede vivir sin un gallato, ¿verdad? Le miro y le sonrío. A veces, le contesto, y depende del gallato. Sí, claro, me contesta. Te pareces a Jesuscristo, me dice mientras me mira con fijeza, sonriendo. ¿Te lo han dicho? Sí. ¿Puedo presentarte a mi hija? Seguirá extasiada en los dibujos tempranos. Me sorprende. Claro, será un placer. Qué pocas personas quedan. Casi todo es gente. Veo una madre como hila la mirada con un niño que me mira y me sonríe, porque es ingenuo, porque aún no es un cobarde.
Dejar que el sol te arrulle la piel, en estos suaves días de otoño; degustar el día, acariciar la calma. No hay nadie, apenas nadie, y los que podrían no están. Ya todo es tarde. Se pierde la vida en la vida de nadie, en la vida de nada, siendo apenas nada, siendo apenas nadie. Gota a gota. Día a día, dejando la vida pasar, esperando lo que está ahí, sin verlo unos, sin quererlo mirar otros, auto convenciéndose ambos. Yo camino para conocer mi propio mapa, y saber eso es tremendamente liberador.
6 comentarios:
Yo pienso cosas parecidas en muchas ocasiones, aunque estoy a años luz de llegar a expresarlas como tú lo haces. Hay que aprender de las caídas, pues son las que llevan al conocimiento a base de la experiencia. El mejor conocimiento que hay. La mejor forma de valorar los éxitos.
La gente que va y viene, como autómatas en su rutina. Me gusta pensar que siempre hay una vida detrás de esas caras de prisa. Me gusta pensar que no están ahí sólo para que yo los vea pasar y reflexione sobre ellos. Son momentos del día. Probablemente yo también parezca una autómata.
Está bien pensar en eso. Por lo menos hoy has conocido a alguien, no?
Un saludo!
Yo no hubiera podido expresarlo mejor...pero es como si leyeras mis pensamientos.
me encanta lo que dices, como lo dices y lo que significa.
gracias y felicitaciones.
te dejo un beso
dejar que la memoria recupere su sitiopara que el presente pueda ser más total...
besos!
Seguro que sí que puedes escribir así, expresar así, yo lo he visto y lo haces muy bien. Pero lo importante no es expresarlo, que está bien, sino sentirlo, y eso ya es en estos tiempos que corren. Lo malo es esa atonía vital que existe y que hiere y que mata y que nos adormece. Y sí que hay vida, pero qué vida, detrás de esas miradas automatizadas, porque es difícil querer salir de ahí. La comodidad y esas cosas.
Siempre es un placer encontrarte personas así, por la vida. Un placer.
Un saludo, Ms. Sheet.
Diego
Me alegro que pienses así, es una alegría. Y agradezco esas palabras sobre las mías.
Gracias a ti.
Un placer siempre, Sandra.
Un beso.
Diego
Sí Sunny, la memoria, el lugar donde ir cuando representa la verdad, la vida, con ella el presente será más si se sabe armonizar, sentir, vivir.
Un beso.
Diego
Publicar un comentario