High Chester Road. Jacco van den Hoek
- ¡Chester! ¡Chester!...
Con
esa voz de vaca famélica y lengua áspera de tanto esperar un derrame en su
lengua que nunca llega.
La
odio. Chester, Chester… Cómo se puede llamar así a nadie, por Dios. Y esa
chaqueta roja o lo que coño quiera que sea, que lleva puesta.
Lo
peor es la inacción. Nunca me quejo. No hago nada por salir de aquí, solo
esperar con la esperanza puesta en que pase algo, en que ocurra alguna cosa que
evite mi triste y anodina vida, o que
aparezca alguien que me saque de ella. No sé, que Dios se apiade y se la lleve
a su santa gloria, que baje un ovni y la abduzca y se la lleve a su santo
planeta, o a mí (no puede ser peor), que caiga un meteorito, que… Puta vida.
Y
ocurrió. Así son las cosas, a veces. Un carro, y en estos tiempos. Quién me lo
iba a decir. A ella le hubiera encantado un Mercedes, un Seat en última
instancia, pero un carro ni en la peor de sus pesadillas. Y para turistas, adornado
con guirnaldas de colores o lo que quiera que fuese, y cascabeles o campanillas
que hacían un ruido insufrible; tirado por un burro y conducido por un gitano
más moreno que un negro del Senegal; con cuatro seres inauditos dentro,
lechosos, gordos y con una sonrisa de haberse bebido dos o tres botellas de
tinto Don Simón, cantando o intentando cantar el Viva España de Manolo Escobar
o algo parecido.
Me
llevaba cogido por la cintura, con galanura -decía ella-. Gafas de Carey estilo
años 60; el pelo recogido con un lazo dieciochesco, de lunares -a juego con el
lugar, dijo-, y un vestido rojo (su color, color nefando, odioso para mí,
aunque muy del momento), que llamaba a la muerte como el capote al toro. Pero
ni toro ni cabra, que fue asno el que embistió, con un carro detrás. Y se la
llevó por delante. El burro la golpeó poniéndole cara de susto. Yo acerté a
desasirme. Cayó hacia delante dando un traspiés. El burro la pisó y la rueda
derecha del carro le pasó por encima de la cara. Qué desastre. Las gafas rotas
sobre el rostro triste e inerte y con cierta expresión de espanto. ¡No! -debió
pensar-. ¡Por Dios, no! No es un Mercedes. Un carro no.
El
azar le dejó un rictus de amargura y una cara de vinagre, sucia, con una boñiga
encima a modo de cereza del pastel. Espantoso.
Allí
me quedé, mirando la escena, con los ojos fijos en ella. No daba crédito. Y
entonces reparé en aquel asqueroso corte de pelo que me había obligado a
hacerme para ir a Ronda a pasar el puente, que parecía el ser más cursi de la
Cristiandad, y aquella infamia roja que me regaló para mi cumpleaños y que me
obligó a ponerme para la ocasión (hace frío, querido Chester -espetó-), cuando
alguien dijo mirando hacia mí: ¿Has visto que perro tan hortera? Debe ser de
ella, van a juego.
Nunca
quise ser un perro Marilyn, ni vestir así. Pero ahí estaba, siendo objeto de
las risas del común, frente al desastre de mi creadora, sin saber si reír o
llorar, si huir o quedarme. Lo único que pude hacer, qué cosas, fue defecar.
11 comentarios:
jajaja.... Hay que ser siempre uno mismo¡... Siempre¡¡
Lo describes tambien que.....me has hecho reir con tu relato¡¡. Y esto no es normal en tus publicaciones.....
Un saludo de la chica que......
Gracias¡¡
muy bueno
hola, hola.. el olvido no ha pasado a buscarte por mi cabeza..!! besos gigantes..
Al primer anónimo, la risa es solo una característica únicamente humana, salvo que consideres que las hienas... Por tanto...
Me alegro de ello Ornella. Siempre es un placer saberte. Feliz Año.
Un beso fuerte para ti.
Gracias, segundo anónimo. Me alegro de que te guste.
Y un estado de ánimo......Y las hienas no rien, lo parece......
Olvide darte las gracias
A ver, la risa no es un estado de ánimo, ¿de acuerdo? Y, evidentemente, las hienas no ríen. En fin... Intentemos ser serios, ¿vale?
No me gustan los anónimos, pero para estas cosas aún menos; no me gustan las tonterías, y no quisiera tener que eliminar los comentarios.
Las gracias no son necesarias
A mi no m gustan las burlas...y al q no da la cara!!elimineitorrrrrr!!!
Chester...es mi ídolo!!!jajajajaa...a veces yo tb pienso...qué pensará el Pancho de su vida perruna a mi lado...jajaja
Saluditos de la chica (esta si) y su can ;)
El mío se llama Atila, y me mira raro, no sé si trama algo, pero me temo lo peor. Espero que el tal Pancho, Isabel, no tenga que ver con Pancho Villa y tre monte una revolución.
Espero que lo s Carnavales los hayas pasado de fábula.
Un beso chica con perro (parece el nombre de un cuadro).
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