14/8/09

El color de las mariposas. III

Todo lo que abarcaba su vista era un erial de ocre intenso, seco, muerto. Una cosecha de hace tiempo, olvidada. Gavillas desparramadas. El campo olía a abandono, a huida. Ocre de tierra, gris de cielo. Y aun así veía su belleza. Los ojos alcanzan la inmensidad vacía mientras caminaba por un asfalto caliente, humeante, negro. Los palos de la línea telefónica se perdían en el infinito al lado de la carretera, como cipreses yertos, como fantasmas petrificados, enhiestos y condenados a vivir la soledad de los muertos en un camino no transitado.
Se paró a beber agua. En la cantimplora apenas quedaba. Recreó la vista en el vacío. Una casa a lo lejos. Deshabitada. Los muros derruidos. Un par de pinos a la entrada, de amplia copa. Gigantescos. Guardianes eternos de un desierto de vida. Volvió la mirada al asfalto. Guardó la cantimplora en la mochila y siguió andando. Aún quedaban cuatro horas de luz y quería aprovecharlas. Con aquel ritmo llegaría a la ciudad en un par de días y allí descansaría.
Sintió la punción de los cristales atravesarle las botas y ascender hacia dentro. Giró la cabeza hacia atrás pero no vio nada. El mismo paisaje. Los mismos colores. La misma hilera de postes de teléfono que se disipaban en el horizonte. Nadie. Nada. La volvió a girar en la dirección que llevaba. Todo igual. El dolor era insoportable y sin embargo lo prefería. Prefería que le llenara la mente el dolor para no sentir nada, para no pensar en nada, sólo en el dolor y en cómo soportarlo.
Un bulto comenzó a destacarse a un lado del negro asfalto. Conforme se acercaba a él distinguió el cuerpo acurrucado de un hombre con los brazos rodeando sus piernas; la barbilla apoyada en las rodillas y la mirada perdida en la lejanía. Le mira mientras se acerca.
Te vi hace tiempo, le dijo.
No es extraño. He estado en muchos sitios. ¿Vas a algún lado?
A donde tú vienes.
Mal lugar.
Tampoco es mejor de donde vengo.
¿A qué esperas?
A que el sol baje y se haga de sangre.
Las nubes no te permitirán verlo.
No importa, esperaré. Tengo tiempo. Amor y tiempo son las dos únicas cosas que no se pueden comprar, sólo gastar. El amor lo gasté todo, pero tiempo aún tengo. Esperaré. Si no lo veo hoy será mañana y si no otro día.
Se quedó un momento callado sin dejar de mirar el horizonte.
Tengo tiempo, volvió a decir. Mucho tiempo. Y no tengo nada mejor que hacer.
¿Vienes de la ciudad?
No recibió respuesta.
¿Has estado en ella hace tiempo? Me dirijo hacia allí.
Sí. Estuve hace una semana.
¿Cómo es?
Es una ciudad sin tiempo. Un escenario para la muerte donde todos son espectros con sonrisas dibujadas. Mal lugar para quedarse.
Sólo voy de paso. Quiero verla, quiero mirar algo.
¿Qué? No hay nada. Apenas hay personas. Sólo hay gente.
Siempre ves algo si sabes mirar. Siempre lo hay. Y si no lo veo no importa. ¿Qué música escuchas?
Ahora la de tu voz, hace un momento la del silencio.
¿Y los auriculares?
Me he acostumbrado a llevarlos. No tengo batería. Prefiero en cualquier forma el silencio, me ayuda a alejar la mirada hacia dentro.
Me marcho. Qué tengas suerte.
Gracias. Tú también. Que encuentres eso que buscas. Busca en las cosas, busca dentro, pero no te afanes entre la gente, es una pérdida de tiempo.
Siempre hay un rayo de esperanza.
¿Como el de este sol que nunca está?
Sin embargo llevas ahí un buen tiempo esperando a que salga…
Que se haga sangre, a que se ponga, no a que salga… No te confundas.
Lo dicho, que tengas suerte.
Y tú. La necesitas más que yo.
Cogió de nuevo la cantimplora y bebió un trago de agua. Se la ofreció. La rechazó con un leve gesto de la cabeza. Siguió caminando. La vista en el infinito, en la línea que el asfalto hendía la tierra rodeado por los rastrojos. La derrota de un camino no viene por los tropiezos sino por la pérdida de la esperanza, de la fe en uno mismo, en el propio camino. Un camino se acaba cuando se deja de andar, cuando no se da un paso más. Igual que un camino de cien mil kilómetros empieza con un paso el camino termina cuando no se da uno más. Y aunque es fácil pararse, dejar de andar, mucho más lo es no dar ese primer paso. Es lo que todo el mundo hace. Él no era así, pensaba. Se sintió más animado. Bebió en su silencio, mirando la línea que se perdía donde el gris se cerraba sobre el ocre, en la unión de ese cuchillo de acero que forma la vida entre la tierra y el cielo.

6 comentarios:

Ruth Carlino dijo...

Cruda y real, pero hermosa descripción del camino de la vida.

Se me queda el eco susurrante en la mente como voz de los párrafos leidos:

"...Y aún así veía belleza".
"Apenas hay personas. Sólo hay gente".
"Siempre hay algo si sabes mirar".
"Un camino se acaba cuando se deja de andar, cuando no se da un paso más".
"Igual que un camino de cien mil kilómetros empieza con un paso".

Me alegra haberme cruzado con este blog por casualidad o causalidad.

Saludos.

Anónimo dijo...

Me alegra, Ruth, que te guste, y que la consideres hermosa, a "pesar" de la crudeza del relato.
El placer de ese cruce es mío, por casualidad o causalidad. Me pasaré por tu blog con más tiempo, pues salgo esta madrugada de viaje, y requiere, el tuyo, tiempo y espacio.
Mil gracias.
Un saludo.
Diego

Andrea dijo...

pues me sigue transmitiendo desolación, soledad, hambre, sed incomodidad, búsqueda, desasosiego, peregrinaje, un no entender, desear ver. Uf, muchas cosas. Buen viaje Diego.

AnDRóMeDa dijo...

Me ha encantado tu análisis de la vida, de las personas, de las reacciones y emociones. Muy directa, como deben ser los escritos cuando cuentan una verdad.
Como siempre un placer leerte, mi niño. Cuidate mucho y espero platicar contigo muy pronto!
Un beso

Anónimo dijo...

Lo lees bien, Andrea. Sólo un pero, el "un no entender". Ahí...
Pero hay muchas cosas, demasiadas tal vez para una sola vida, para una sola persona. Vamos a ver cómo la sigo.
Muchas gracias por tus deseos. Ha sido un fantástico viaje. Pero se acabó y en breve el trabajo.
Un beso.
Diego

Anónimo dijo...

Hola Andro.
¡Cuánto me alegro de verte! Espero que todo bien, ya que últimamente no coincidimos al menos sé de ti por aquí.
Mil gracias.
El placer es mío, de que me leas y de leerte. Espero que hablemos pronto, largo y tendido. Siempre es un placer hacerlo contigo. Cuídate mucho tú también.
Un beso.
Diego