Andando, con el viento acariciando mi cara y en el corazón heridas de tantos y tantos giros de la vida, de tanto buscar el camino al hogar, de tanto mirar, de tanto volver la cara mientras vago, sigo viviendo. Lo pequeño y lo grande. Lo blanco y lo negro. El día y la noche. Caminando paso a paso en el camino al hogar. Necesito la mirada para vivir y eliminar las tormentas, necesito antorchas para iluminar aquí, para encontrar, para volver a mi morada, para girar en la vida, para reír, para llorar, para sentir, para vivir. Porque no hay nada más. No hay nadie más. Me levanto de la cama. Quizá no sea tarde. No lo sé. Detrás y delante. Alrededor. Ese es mi hogar, ahí, bajo las estrellas que iluminan, bajo la suave lluvia que acaricia, en el color, en la música, donde bailas como una niña pequeña, en la ingenuidad, en la inocencia, en la verdad. Ese es mi hogar. Ven. Siente. Se. Se conmigo. Baila conmigo.
Y qué no daría, ahora, por caminar a tu lado, por beber tu aire, por respirar tu mirada, por rozar tu mano y poder susurrarte los colores que miro con deleite, solamente. Qué no daría por vivir pausado, andando la vida suavemente, contigo, viendo el espacio de la belleza cierta, sabiendo que la vida es, así, la vida, plena, llena de color, envolvente, auténtica.
Y, sin embargo, me conformo con pensarte, con tenerte dentro, en los pliegues de mi alma, y sentir en mi mano ese único pétalo, tierno y blanco, que dejas caer de cuando en cuando. Solitario, inerte, y aun así intenso y delicado. Dulce regalo de tu espíritu, flor que desgranas en el tiempo, lejos y a la vez presente.
Qué no daría por poder, aunque sólo fuera, tenerte un solo instante, verte un segundo, sentirte, vivirte. Solamente. Porque sólo tú eres mi morada, el lugar donde morir, el lugar donde vivir, mi hogar, donde quiero estar.
4 comentarios:
Cuánto hogar vacío de indiferencia describes, que lo abarca todo; y cuya luminosidad aunque sólo sea pensada, extrae, como arrancando una profunda raiz, la oscuridad de tu existencia.
Diego, te deseo un portentoso fin de semana.
Hay que ver lo fácil de salir del hogar y lo difícil de volver a él. ¿Dónde está mi hogar? ¿Dónde esa persona? Preguntas lanzadas al aire de lo imaginado.
Besos Diego.
Mil gracias, querido amigo, mi lgracias. Lo ha sido, un buen fin de semana, tal vez por tu deseo y por el mío. Porque la vida lo merece y las personas, cualquier persona, lo merece.
Un fuerte abrazo.
Diego
Salir no es fácil, Ruth, y volver, eso es muy difícil, pero hay que intentarlo.
Todos sabemos donde esta, o deberíamos saberlo. No sé. Los seños tal vez.
Un beso.
Diego
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