Sobrevivientes. Roberto Fabelo
Va de un lado a otro sin sentido alguno, parece, en su deambular. No para de mover las antenas hacia todas las direcciones, como si buscase algo al tacto, como si de los bastones de un ciego se tratase. Perece un ciego borracho andando por una pista de hielo. A veces me mira, o eso creo. Parece que me conociera. Me enfrenta su figura, aquieta las antenas y las dirige hacia mí, y me mira, parece, para instantes después volver a su desquiciante carrera por la mesa, en busca de algo que no sé, y no sé si ella tampoco. Tal vez una salida.
Una vez tuve una en la mano. Pero no es aquella, espero, ni su descendencia. O sí. No sé. No entiendo mucho de blatodeos. Aunque nunca se sabe. Estaba quieta, aquella de hace tiempo, sobre la palma de mi mano. Me miraba, inquieta supongo, aunque no lo demostrase con movimiento al guno, salvo el de sus antenas, palpando el aire a su alrededor, como si otros dos ojos tuviese que mirasen más de cerca. Me resultaba extraño que no huyera un animal tan tímido, tan huidizo. Esa timidez que les ha hecho alejarse de nuestra especie, aunque sólo en apariencia, escondiéndose en los sitios más repulsivos y oscuros, las cloacas, en los desagües. Tan lejos y tan cerca, tan dentro. Son seres de lo repugnante. La timidez les lleva ahí, y sin embargo para estar cerca, creo, con nosotros.
La cogí descuidada -extraño en ellas-, como a esta. O quizás no tanto. Tal vez una plan urdido por ambas. Tal vez tratan de decirme, de decirnos algo, pero no sé qué es.
¿Y si ese deambular extraño no fuese una búsqueda sino un lenguaje basado en líneas, en dibujos trazados sobre la superficie y que sólo un fino olfato ligado a un cerebro adecuado, fuesen capaz de fijarlo y establecer la urdimbre, el todo dibujado? Tal vez un simbolismo muy avanzado, tal vez un universo o parte de él, explicado.
¿Y si con el movimiento de las antenas me dijese algo que no acierto a entender? ¿Y si fuesen palabras no pronunciadas, o sí, que el aire transporte pero que mi mente, absurda, no consigue traducir?
Me duele la cabeza.
He tratado de descifrar el mensaje, si es que lo hay, pero no lo encuentro.
Una vez tuve una en la mano. Pero no es aquella, espero, ni su descendencia. O sí. No sé. No entiendo mucho de blatodeos. Aunque nunca se sabe. Estaba quieta, aquella de hace tiempo, sobre la palma de mi mano. Me miraba, inquieta supongo, aunque no lo demostrase con movimiento al guno, salvo el de sus antenas, palpando el aire a su alrededor, como si otros dos ojos tuviese que mirasen más de cerca. Me resultaba extraño que no huyera un animal tan tímido, tan huidizo. Esa timidez que les ha hecho alejarse de nuestra especie, aunque sólo en apariencia, escondiéndose en los sitios más repulsivos y oscuros, las cloacas, en los desagües. Tan lejos y tan cerca, tan dentro. Son seres de lo repugnante. La timidez les lleva ahí, y sin embargo para estar cerca, creo, con nosotros.
La cogí descuidada -extraño en ellas-, como a esta. O quizás no tanto. Tal vez una plan urdido por ambas. Tal vez tratan de decirme, de decirnos algo, pero no sé qué es.
¿Y si ese deambular extraño no fuese una búsqueda sino un lenguaje basado en líneas, en dibujos trazados sobre la superficie y que sólo un fino olfato ligado a un cerebro adecuado, fuesen capaz de fijarlo y establecer la urdimbre, el todo dibujado? Tal vez un simbolismo muy avanzado, tal vez un universo o parte de él, explicado.
¿Y si con el movimiento de las antenas me dijese algo que no acierto a entender? ¿Y si fuesen palabras no pronunciadas, o sí, que el aire transporte pero que mi mente, absurda, no consigue traducir?
Me duele la cabeza.
He tratado de descifrar el mensaje, si es que lo hay, pero no lo encuentro.
Cada vez me repugna más. Me molesta ese desenfreno, ese desquiciante viaje a ninguna parte y sin sentido alguno. Ya no me entretiene. Y lo peor no es el aburrimiento, sino el hastío que me produce no entender ese siempre lo mismo, ese vacío de nada o de algo, si es que lo hay.
El sonido es crujiente.
En mi cabeza hay dos sensaciones (al margen del dolor producido, sin duda, por ella), asco y crujido. Es extraño.
Es frustrante tratar de entender a alguien y no conseguirlo.
Aún sigue moviendo las antenas, aunque más lentamente. Parece como si tratase, de nuevo, de decirme algo. Tal vez implorando clemencia, tal vez que acabe con el sufrimiento. No lo sé. Con la otra ocurrió igual.
Cuando me agacho hacia ella y acerco mis ojos a los de ella, sólo veo sus antenas y ese su lento, ahora, movimiento.
No la entiendo, como a aquella otra. Y lo peor es que cada vez me duele más la cabeza. Ojalá alguien me lleve a donde la noche rompe en colores.
En mi cabeza hay dos sensaciones (al margen del dolor producido, sin duda, por ella), asco y crujido. Es extraño.
Es frustrante tratar de entender a alguien y no conseguirlo.
Aún sigue moviendo las antenas, aunque más lentamente. Parece como si tratase, de nuevo, de decirme algo. Tal vez implorando clemencia, tal vez que acabe con el sufrimiento. No lo sé. Con la otra ocurrió igual.
Cuando me agacho hacia ella y acerco mis ojos a los de ella, sólo veo sus antenas y ese su lento, ahora, movimiento.
No la entiendo, como a aquella otra. Y lo peor es que cada vez me duele más la cabeza. Ojalá alguien me lleve a donde la noche rompe en colores.
2 comentarios:
A veces nos complicamos la mera existencia tratando de comprender a alguien que es de un universo simple. Pero nosotros, quienes le observamos, con una capacidad analítica compleja, tratamos de ver más allá de lo que hay pues no somos capaces de admitir, de aceptar, la naturaleza sencilla de las cosas.
Vaya
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