3/1/12

Cuando éramos reyes

Guillermo Pérez Villalta. Diana y Acteón


Comenzó a contar sus pasos de nuevo, despacio. Al llegar a quince se quedó parado. No sabía seguir. Volvió hacia atrás. Comenzó de nuevo. Uno, dos... En el quince se repitió el hecho. Estaba en blanco. No recordaba cuántas veces le había pasado eso ya, de forma consecutiva.
Llevaba así desde que era pequeño, desde que recordaba. No sabía cuánto ya de aquello. Una eternidad sin duda. Sí, una eternidad. Tres mil millones de años tal vez. Una locura. Y solo, siempre solo en aquel diminuto espacio donde había sido desterrado por no recordaba, tampoco, qué, ni por cuánto tiempo.
Volvió sobre sus pasos y comenzó otra vez. Uno, dos...

6 comentarios:

Marisa dijo...

Entrañable límite de edad para vivirla y revivirla pero los pasos, queramos o no, van difuminando y cambiando números vitales.
Otra cosa (maravillosa) es hacer mal las cuentas y que el producto siempre produzca un reinado perpetuo en nuestra forma de mirar.

Te deseo la mejor monarquía para este 2012, Diego.
Mil besos.

Lara dijo...

Tan magnífico como siempre. Es un verdadero placer pasar a leerte en una tarde donde no sabes que hacer, jeje.
Un beso

Diego Jurado dijo...

Me quito el sombrero ante tu prosa, Marisa, me descubro.
La mejor "república" Barataria para ti, y mil besos también, y otras tantas gracias por tus bellísimas palabras.

Diego Jurado dijo...

Gracias, Lara.
Si es por no saber qué hacer, es triste; pero no saber qué hacer es más triste todavía.
Otro

Lara dijo...

No me has entendido o me he expresado mal. En lo de no saber que hacer me he referido ha que tengo tantas cosas que hacer que no me apetecen hacerlas. Lo único que me apetece hacer en esas situaciones es leerte, o terminar de escribir la poesía que estoy haciendo. Siempre tengo cosas que hacer así que para nada es triste la situación. Así que perdona por haberme expresado mal.

Diego Jurado dijo...

Muy bien, Lara