11/6/09

Razón/Sentimiento

Si no te dejas llevar por lo que de verdad sientes, vives, pero vacío de una de las partes más importantes de uno mismo, porque en los sentimientos está la verdad, lo que de verdad importa, lo que ensalza todo lo demás, lo que le da brillo, lo que te hace sentir la vida y vivirla con más intensidad. ¿Por qué nos resulta tan difícil? Hay que saber abandonar los problemas, los temores, y ser de verdad, dejarse llevar por los sentimientos y buscar la brillantez en ellos, sabiendo que ahí está lo auténtico. Mirar dentro de uno, del otro y bucear en el alma. Tender la mano y luchar por lo que de verdad merece la pena, con resolución, con voluntad y con humildad. El resto es un martirio lento, una vida cansina, sin sentido, luchando contra ellos, camuflándolos, escondiéndolos, buscando alternativas, porque sabemos donde está lo cierto, por vivido y por sentido, y sabiendo que... Cuando nos tienden la mano y la rechazamos estamos matando y perdiendo un poco de lo nuestro. Cuando no la tendemos, perdemos una parte y nos morimos por dentro, lentamente. Podemos camuflarlo, pero siempre sabremos que eso es lo cierto. Y lo peor es que siempre lo lamentaremos. El recuerdo de ellos siempre estará ahí y el miedo y los problemas que nos atenazan y no nos dejan llevar por los sentimientos harán que sea un dolor irredento. Si no arriesgamos no perdemos, pero tampoco ganamos, y siempre nos mortificará la duda porque no jugamos. Si no hay riesgo no hay placer. Siempre se podrá decir que perdí, pero que arriesgué. Y si se gana, el premio es lo absoluto. Siempre hay que dejarse llevar por los sentimientos. Si no nos dejamos llevar siempre perdemos. Si queremos podemos, porque sabemos. Y sabemos que en los sentimientos, las personas de verdad siempre están y estarán. La vida, la felicidad sólo depende de ellos, de nosotros. No confiamos en el poder del cambio, en la voluntad, en la capacidad, en la querencia, porque no confiamos en los sentimientos. Quizá sólo extrapolamos y nos negamos y negamos. Pero ¿y si fuera verdad? ¿Y si se diera esa posibilidad? ¿Si la felicidad total se pudiera dar? ¿La dejaríamos escapar? ¿Nos la negaríamos? ¿Por miedo? ¿Por inseguridad? ¿Dejamos pasar esa oportunidad? ¿Nos negamos a jugar el juego de la vida? ¿El de verdad? ¿El que sabemos que nos da? ¿El juego de nuestros auténticos sentimientos? Toda la vida nos lo reprocharíamos. ¿Seguir lo que nos dicta la razón y el miedo y los problemas, y su probable solución? ¿Dejarnos llevar por el corazón y los sentimientos, confiando en ellos? ¿Ser uno y seguir los impulsos del alma? ¿No ser y vivir sin confiar en un mecanicismo atroz? Esa es la encrucijada. Avanzar, querer vivir, dejarse llevar, aprender, dar y recibir. Ahí está todo. O debería estar. El corazón tiene razones que la razón no entiende, decía Blas Pascal. Esa es la verdad. ¿Sabemos? ¿Sabemos dejarnos llevar? Ahí, probablemente, está la verdad.

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