29/6/11

Caminando

David Alfaro Siqueiros. "Caminantes".



A veces, cuando camino, siento el suelo bajo mis pies, cómo se mueve, y noto el viento en mi rostro, cómo golpea, y sigo. Jamás me siento, aun con llagas, y siento.
Leí una noche, en un aseo, dos mensajes, o peticiones, no lo sé. Decía el primero:
Chica soltera y de aspecto agradable busca el último reducto de inteligencia masculina en el planeta Tierra. Abstenerse casados y casuales”. Me dio mucho que pensar. ¿Qué pasa en los otros planetas? ¿A ese nivel hemos llegado ya? ¿Por qué en un aseo para mujeres?
El segundo de los mensajes, escrito inmediatamente debajo del anterior, decía: “Busco hombre, buena gente, inteligente y con inquebrantable sentido del humor. El resto es negociable. Abstenerse casados y casuales”.
Ya no pensé. Me lavé las manos y me fui, porque, en la vida, el activo más valioso es el tiempo.
La vida no se elige, se vive.

13/6/11

La sustancia de la vida

Fez. Fotografía propia

Hay momentos, instantes tan sólo, en que la sustancia de la vida se adentra de forma tal, que se hace tangible, que te empapa, que te ahoga. Hay lugares donde esa sustancia puede, incluso, corporeizarse. Esa bruma entre verdes que apenas moja, que acaricia suave, y un cartel que decía, en otro idioma: Precaución, este es un paso de hadas. Me quedé sentado allí, esperando toda la tarde, pero no pasaron, o no las vi; aunque sentí, eso sí, algo que no sé muy bien que era.
Ese instante fue así. Y hubo otros, pocos bien es cierto, pero intensos, absolutos; siempre antes.
¿Alguna vez has sentido algo así como si se detuviese el tiempo, como si toda trascendencia dejara de serlo, como si todo transcurriese con una lentitud eterna, como si pudieses escuchar la caída de una hoja de árbol, aun tan leve, como si pudieses paladear, casi, el tiempo? Hay días, contados, momentos en la vida que, por determinadas circunstancias, las sensaciones se exacerban hasta límites inverosímiles, donde sentimos de una forma que apenas logramos comprender, menos, aún, expresar, y, desde luego, jamás asir. Algo así como esos momentos de verano, tal vez en la juventud, seguro en la infancia, tumbado bajo la sombra de los chopos, en los juncales, a la vera del río que habla, apenas, que sólo murmura. Sumido en el intenso sonido del calor de la siesta, tan delicado que ni los pájaros osan romper su encanto. Oyendo el leve temblor del aire cuando una rana salta al agua. Y las cigarras… En la atmósfera densa del aire cálido, adormecido en las partículas suspendidas en un suspiro, quieto, casi perdido. Y la imagen de aquella niña, morena, de ojos negros y piernas eternas en pantalones cortos, azules. Y su sonrisa…
El tiempo lento, detenido…
Algo así debe ser estar enamorado, o así lo entiendo.

2/6/11

La inmensidad plana. El país de los holandeses

Amsterdam. Fotografía propia.

Hileras de chopos acompañan los canales que cuadriculan los campos verdes, de pasto, moteados de ovejas y, a veces, vacas, y en cada cuadrícula una pequeña granja de ladrillo. La inmensidad plana. Diría, si no lo supiese y supiese a ciencia cierta que observo desde la ventanilla de un tren, que estoy ante un cuadrote Brueghel. Es ese paisaje holandés tan visto en él y que se repite ahora ante mis ojos. La inmensidad plana de Ámsterdam a Maastricht.
Es un país ordenado, salvo Ámsterdam, la rareza, y aun así, ésta, con orden dentro del desorden (quizás ahí radique el encanto. Todo es bajo, lineal, recto, absolutamente armónico. Casas, campos, cielos, canales, personas.
Y sus fisonomías parecen que se han estancado en el tiempo. Son los retratos de Hal, de los Primitivos Flamencos, de Rembrandt. Su carácter se encuentra en las caras de los descendientes. Una espada en una mano y una jarra en la otra. Un alto para celebrar, para la risa. Rostros reservados, pelo rubio, lacio; ojos alegres, claros; sonrisa franca. Son altos, rápidos, amables, calvinistas reformados, holandeses de hoy, y de siempre.
Es un país encantador, mezclado, ávido de lo de fuera, deseoso de experiencias. La inmigración le ha dado ese toque que lo distingue y ellos lo han tomado y apreciado. Lo usan, aun sin entrar en su profundidad.
Son como su arquitectura, de grandes ventanas, abiertas a la vista del exterior, buscando el sol, buscando la luz, queriendo mostrarse y mostrar. Moral calvinista.
Verde. Holanda es verde. Y agua. Holanda fluye por canales. Holanda es verde y agua. Y bicicletas, claro; es un país hecho para ellas.
Hay una paloma en el andén, en Vatrek, mientras espero que arranque de nuevo, con esa forma tan peculiar que tienen de moverse, buscando restos.
Los tópicos y los típicos también están, se ven, pero son otra cosa, y para qué aquí si…