29/9/08

A veces. Siempre.

Se me va el alma cada vez que te vas. Y ya ni puedo tan siquiera vivir. Apenas respirar. Y mi alma me la dejo contigo. Se me queda. Se me muere. Se marchita. Desaparece con la languidez del desahuciado. Del condenado a la horca. Del apestado. De mí. Y apenas puedo ser. No soy. Tan sólo estoy. Y eso… En ti. Solo en ti. Pero… no estás. Ya no estás. Nunca estás.

25/9/08

Inconstancias

Y de pronto aparecen los recesos en la vida, como resacas intempestivas. Como una yunta de bueyes que tira de ti en la dirección contraria. Como una soga de pita que te ahoga y que te impide. Siempre la inconstancia. Y la inconsistencia, su más fiel aliada. Las razones son las de siempre, o las de nunca. Y te dicen. Lo lamentable es no haber oído las campanas repicando a muerto. Los quejidos surgidos del abismo de tu alma avisando con su inmisericorde miserere en un fúnebre tañido premonitorio. El mundo se desploma como un castillo de naipes mal construido a pesar de los esfuerzos. Y suena la música. Un Réquiem. Por los que van a morir. Por los fallecidos. El tiempo de las tempestades ha terminado. Empieza la eternidad. El vacío. La nada. La falacia de una vida hecha a jirones se desmenuza en polvo de huesos corroídos y no queda. Y te preguntas las razones del por qué de este instante, pero eres incapaz de acertar con la respuesta. Seguramente escondida a quien la busca, o no hay respuesta. Necedad. Los seres inicuos acaban derrotados en su misma miseria, hundidos en ella. Atrapados. Y aun creyendo no serlo, no estarlo, fallecen por inanición. Amargados. El tiempo atempera, pero expone. Y de una forma más cruel, si cabe, que en el momento del deceso. Y es por todo ello que, a veces, no sabes el camino a seguir. Ni tan siquiera si el llevado era el correcto a pesar de las esperanzas y las flores derramadas. Cuánta amargura. Triste el tiempo agasajado. Triste momento. Y el problema es que ya no es tiempo. Es que ya no hay tiempo. Porque este no es el tiempo. Imploras al dios de los desastres y se te niega el hecho. Inconsistencias. Irrealidades. Y ante eso… Nada. Después de eso, nada. Solo tiempo, pero otro tiempo.

23/9/08

Certeza

Eres tan cierta como la profundidad de los campos ocre de trigo moteados por el rojo de amapola. De ahí tanto. Y espero. Espero porque los lirios engalanan tu alma al compás de esa música que derramas cuando miras con tus ojos, espejos que te delatan, y que enseñan que no hay nada más cierto. Solo tú. Por eso siempre te espero. Y escucho el rumor del agua que se despide en mi pensamiento y quiero, quiero volver a casa. Desnudarme. Despojarme de las dudas. Eliminar las hojas que me envuelven. Aliviar mi alma. Desposeerme. Quiero volver a casa y encontrarte. Vestirme con tu piel y eliminar las hojas que me envuelven. Apartar el otoño. Morir en invierno. Eres tan cierta como la profundidad de los campos de ocre moteados por el rojo de amapola. De ahí tanto. Y espero.

18/9/08

Incerteza. Ausencia.

Hoy ha muerto una paloma blanca mientras escuchaba a Bramhs. Sueño. Te veo. Te miro. Algo se acaba. Vislumbro. Se me va el alma cada vez que te vas, que no estás. Y ya no puedo siquiera vivir, apenas respirar. ¿Dónde están las piedras que pisamos? ¿Dónde los ríos que cruzamos? ¿Dónde las montañas que subimos? ¿Dónde las flores que cogimos? ¿Dónde las palabras que dijimos? Hay espacios que nunca deberían cerrarse. Hay momentos que nunca deberían detenerse. Cantaré los salmos más hermosos, solo para ensalzar tu belleza. Me beberé la vida hasta el último sorbo, solo porque sin ti no puedo estar. Construiré torres tan altas que tan sólo tú podrás subir. Pintaré flores de colores tan hermosos que solo tú sabrás apreciar. Lloraré ríos de tinta que solo tú sabrás interpretar. Crearé lágrimas de perlas de mares imposibles para adornar tu alma. Te mostraré las manos limpias para que te puedas agarrar. Te creeré. Créeme. Te creeré. Recogeré el halo de la Luna para coronarte y esparciré estrellas a tu paso para que tus pies no se manchen. Te llevaré conmigo donde nadie puede ir. Seré la sombra que te acompañe, siempre, en tu caminar. Y ahora. ¿Ahora qué? Sueño y no consigo despertar. Hoy ha muerto una paloma blanca. Algo se acaba. Vislumbro. No estás.

15/9/08

Al niño de sonrisa amable y mirada triste

Cada vez que lo intento agoto el impulso y no puedo. Te puedo creer porque te llevo, y te siento, tan dentro, que me quemo y que muero de dolor. De un dolor que me quedo, porque te quiero, porque no puedo ni quiero otro. Este. Este es el que quiero. Porque te he visto crecer y ahora ya ni puedo. Andando por mis lamentos me acerco, como puedo, y te miro. Te miro y te veo. Te miro y me veo. Te veo. El niño de la sonrisa amable y de los ojos tristes. Y te siento. Tan dentro. Tan hondo. Y muero. Mírame, que te llevo. Siempre te llevo. Lo puedes ver en mi cara. Y en mi alma si miras dentro. Ahora te puedo creer porque no hay nada cierto. Solo tu alma, que me envuelve y me aquieta, que me acerca a lo que siento, a lo que quiero. Te siento. Por los pasos dados en pos de algo que me llegó a destiempo y que desde entonces se me quedó tan dentro. Clavado hondo. A fuego. Y que quiero con la fuerza abisal que dan los pasos dados en el tiempo. Soportados. Andados a quejidos. Ahora te puedo creer porque te siento quemando mis entrañas a fuego lento. Y cada vez que me miras te encuentro. Y cada vez que me miras, me encuentro. Tú, el niño de la sonrisa amable y mirada triste. El niño que siento. Mi alma pequeña. Mi centro.

14/9/08

Cuentos solidarios


Casi todos tenemos algo malo y algo bueno. Casi todos poseemos la capacidad de ayudar a los demás. Sólo nos falta, a veces, un empujón, una ligera ayuda. Casi todos, cuando vemos imágenes de hambre, muerte, violencia, pensamos que se debería hacer algo para solucionarlas. Pero no lo hacemos. Hay mil razones para ello, para quedarnos quietos. Pero hay cien mil más para sí hacerlo. Una, la más importante, es que nadie, si se puede evitar, debería morir de hambre (y menos un niño), ni sufrir persecución injusta, ni… Y se puede hacer algo. Estoy convencido de ello. Sólo nos falta que nos den un ligero empujón.
Todos podemos hacer algo. Un grano no hace un desierto pero ayuda. Nosotros solos no podemos resolver todos los problemas del mundo, pero podemos ayudar a empezar a lograrlo. Podemos poner nuestro grano de arena.
Un grupo de escritores, de distintas nacionalidades, han hecho causa común para ello y han sacado a la luz un libro cuyos beneficios irán en su integridad a Amnistía Internacional. Cuentos Solidarios (Los gestos del suicida). Un proyecto que será anual y que irá, cada año, a una ONG distinta. Comprando el libro se ayuda a luchar contra la injusticia en el planeta, a que los Derechos Humanos sean menos pisoteados, a que seamos un poco más libres. Porque somos más libres en la medida en que ayudamos a que los demás lo sean también. Quizás este sea el empujón necesario. Un buen punto de partida. El inicio de algo que nos hará, sin duda, mejor personas.

13/9/08

Walt Whitman


Ahora que me ha dado, no sé por qué, por leer poesía, por “escribir” poesía (desde el más profundo respeto y con el mayor de los miedos. Como un principiante, como un aprendiz. Pidiendo permiso y perdón a cada paso.), solo quiero hacer un apunte, dejar algo para los que quieran y puedan, para los que sepan y escuchen, para los amantes de la belleza y de la vida, para todos aquellos que consideran que la vida es y debe ser aventura so pena de no ser. Y como me ha dado por ahí, pasan las cosas de manera imperceptible, de manera curiosa y de manera sugerente. Y así he vuelto a Walt Whitman. Ha reaparecido tras un buen puñado de años sin estar en él, sin estar con él. Pocos tan vitalistas. Pocos tan enamorados de la montaña, de la naturaleza, de la belleza, de las cosas pequeñas, de la belleza de las cosas pequeñas, del sexo, del amor, de la Vida. No sé que más decir. Creo que lo mejor es enseñar algo y dejar que cada cual lo descubra, si quiere, por sí mismo.

(Para una buena amiga, con la que tanto quiero. Hay mucho de mí en esta poesía, mucho de lo hablado, mucho de ella).

NO TE DETENGAS
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida.
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas ...
Walt Whitman.

12/9/08

Scherzo. El sueño de Mozart/Salieri.


(Un pobre homenaje a Alexandr Pushkin).

A veces me asalta un terrible sueño, mitad desvarío, mitad pesadilla. Soy Mozart perseguido por la sombra de Salieri que se transforma en Salieri perseguido por la sombra de Mozart en un continuo sinfín, hasta que despierto envuelto en un sudor frío y nauseabundo, incorporándome con toda la fuerza de mis músculos, con los globos oculares fuera de las órbitas y las pupilas cubriéndolo todo, en una especie de intento por atrapar esa imagen volátil que supone la sinrazón y el misterio de mi mente.
¿He de buscar en los arcanos de mi consciencia y de mi inconsciencia para tratar de encontrar esa imagen dual que me perturba y me hace sospechar sobra la existencia de algún elemento impúdico, que en los años de mi niñez más temprana rondó por los alrededores de mi pobre mente, expuesta a todo aquel o aquello que quisiera entrar en ella, o de mi pobre cuerpo, elemento pecaminoso, foco de atracción morbosa hacia los elementos concupiscentes que me rodeaban? ¿Seré Mozart? ¿Seré Salieri? ¿O tal vez simplemente estoy loco y me quedan días de existencia, y esto no es sino un síntoma de los postreros días de alguna enfermedad no detectada en mi, y que la magnanimidad de los chamanes se ha negado a decirme que poseo para no ampliar mi ya infinita amargura (según su pobre pensamiento), y de ahí este desvarío tan perturbador? ¿O es tan sólo un juego burlesco de mi mente? Aunque es posible que ambos personajes tengan algo o mucho que ver en todo el entramado de la misión vital que pueda tener y que no alcanzo a vislumbrar. Estudiaré sus composiciones y sacaré conclusiones que con posterioridad expondré, si el tiempo, señor de todo, me lo permite.
Todo se andará.

11/9/08

Despiste

Todo fue culpa de un despiste. Miré hacia un lado, me quedé frente al escaparate de comida, y al volver a mirarlos no estaban. Por más vueltas que di no los encontré. Salí a la calle. Pensé que en la puerta del centro comercial estaría más visible y que me encontrarían. Todo el mundo se me quedaba mirando pero nadie hacía nada. Algunas palabras. Suaves gestos. Tiernas miradas. Alguna caricia. Al final, un par de policías, vestidos de azul, mi color favorito, uno de ellos mujer, muy amable, rubia y con un gorrito del que salía una cola de caballo, bien peinada, por atrás, y un corto y precioso flequillo por delante, me cogieron con suavidad. Yo se lo agradecí como pude. Me dijeron palabras tiernas y me llevaron a su coche.
Yo sabía, aunque tenía miedo, que no me dejarían allí, solo, que irían a buscarme o mandarían a alguien.
Me metieron detrás, los policías, en el coche blanco y con rayas azules. Una barrera de hierros, cruzados, separaba la parte delantera de la trasera. Me pusieron detrás. Estaba claro que me llevarían a casa. No tenía la menor duda y eso me tranquilizaba. Allí, en la parte trasera del coche, había otro que también se había perdido. Como yo. Tenía el pelo negro y largo. Su mirada era triste. No paraba de jadear. Nunca había visto uno así. Los policías no paraban de reír y hablar de sus cosas. Estaban contentos y eso me tranquilizaba aún más.
De repente sonó un pitido. Era la radio. Y pensé que era para indicarles la dirección de mi casa. Pero no, les decían que había otro perdido, en la calle Sierpes, que fueran hacia allí, que les venía de paso.
Ahora estoy con muchos otros, aquí, igual que yo. Perdidos todos por algún despiste. No se está mal aquí, pero echo de menos a mis dueños. En la perrera no nos tratan mal, pero no es lo mismo.

10/9/08

Soledades


Hay lentitud en el aroma que despega de su vientre, como un lamento, como el olor de la mandrágora recién cortada. Y es en la noche, cuando la languidez ocupa mi alma, cuando se desvanecen los sueños que perturban mis días; y es entonces que necesito de ti. Por puro instinto, o tal vez, simplemente, por necesidad. Y el olor de la mandrágora vuelve a mí en todo su esplendor. Hay un lamento de azucenas y lirios envolviendome. Y ya ni puedo.

1/9/08

A la niña de los ojos de agua

Y siempre me mezo en su sonrisa. La de mi niña. Mi suave niña. La de los ojos de agua y risa alegre. Que veo poco por las razones que la vida da, y que me lacera su ausencia como una corona de espinas que envolviese el corazón en este mi Gólgota vital, como la ponzoña de un áspid que te mordiese por amor. Pero me lleva. Me lleva de la mano siempre. Y yo, prendida, a ella, del pecho, como una guirnalda suave, tierna y aromática, de flores de azahar en primavera. Y la pienso. Y me entretengo en su pensamiento. Y me arrulla el sonido de sus palabras, en su incipiente lenguaje, que teje con una gracia que me puede, que se me clava y se me queda. Mi alma ya no es mía, que es suya. Y se me demuda en gotas cristalinas de prístina ternura que recorren como lamentos todos los pasadizos del ser que siento, y que es en mí, en mis adentros, la razón de un andar que anda, a cada paso, enredado en sus recuerdos. Y la arena la paseo buscando su mirada. Y no la encuentro. Y el sonido de las olas que lamiendo la orilla murmura, me recuerda sus palabras y me pierdo en ellas. Y una lengua entra más allá y rompe el castillo de arena que algún niño hiciese, esa tarde, y mi alma se derrota, y las lágrimas me surgen, y me anegan y se me escurren hacia dentro. Y la noche me tapa el rostro al paseante, y me lo quiebra. Y siento. Y siento tanto que ya no estoy. Ni soy. Ni siento. Solo muy dentro. Sólo a mi niña. La de los ojos de agua y risa alegre. Por ella siento.