Hay momentos en los que lo que lo único que se debe hacer, lo único que cabe, lo único que queda es la insurrección, contra todos, contra todo, contra uno mismo; generar el kaos y comenzar de nuevo, desde cero, desde abajo, producir un nuevo principio, un nuevo comienzo.
Nunca me gustó Miguel Ríos, ese “padre” del rock español, pero el otro día, en el coche, escuchando la radio, una canción me reconcilió con él - aunque sigo sin comprender esa manía suya del seseo, que hace unas veces y otras no; nunca lo entendí, aunque imagino que debe ser porque en su época quedaba bien sesear, si eras del Sur o querías mostrar tus orígenes -, incluso descubrí que tenía una bonita voz y que cantaba bien. Tal vez fuese la letra de la canción (sublime, por cierto), de Manolo García, que la cantaba con este, o que me recordó mis tiempos de Granada, y estos eran los Tiempos.
Y tras esta digresión, solo eso, Insurrección.