29/1/09

Vivir

Para vivir como únicamente merece la pena, debemos tener la capacidad de sorprendernos ante la inmensa diversidad de respuestas por cualquier desafío, por toda esencia. El deseo de dejarse sorprender es lo que le da sabor a la vida y es el único antídoto a la uniformidad y a la rutina. Cada día debe amanecer para nosotos con una total virginidad. Cada día es toda una vida.

27/1/09

La calle

Hay una calle que me mata cada vez que la recorro, que se me clava, que me hiere. Hay una pared que es la de un lamento. Ocre que me apuñala. Hay un árbol que me duele en los adentros, y el cesped ralo, seco, que me araña las entrañas. Hay palabras dichas, acontecimientos que sublevan y ahogan. Y las no dichas que se me hincan. Hay una calle que me lleva a la tristeza y a morir por dentro cada vez que la recorro, todos los días como un purgatorio, y veo en ella el recuerdo. La noche que el dios de la lluvia lloró en silencio.

26/1/09

Colores

El cielo, en la puesta de sol, en su ocaso, se engalana de colores que me invitan al llanto. Es tal la gama cromática que me deja sin palabras, sin aliento. Me abre las entrañas como un rio de goce que me quema. El azul del cielo que se desdibuja lento, cambiante, que se apaga suave. Y el azul marino, de una nube eterna que rompe la inmensidad del espacio y que lo aquieta, matizado de gris. Los naranjas, mil y uno, mil. Y las gaviotas que surcan toda la gama, cortando como leves puntos negros que danzan la danza de la vida, de la belleza mostrada. Libres, solas. Arriba, en la inmensidad de la nada, del todo, del regalo de los dioses para nosotros, para los ojos de los que miran, de los que esperan, de los que ansían la belleza mostrada en esta vida dada. La emoción me anula, me llena, me aplaca. Quiero vivir ahí, morirme en esa mirada. Creer que hay lo que veo. Tanta belleza apostada para los ojos que sepan tomarla. Desgrano los colores al compás de la música de la vida. Y mientras, suena Rekonen. Placer añadido al placer. Quiero ver la música, quiero leer los colores, quiero beber las palabras. Quiero amar la totalidad. Quiero sentir lo que siento. Quiero seguir viviendo, viviendo vivo, sintiendo. Quiero estar solo. Sentir la belleza, embeberme de ella, sentirla, morirme en ella. Como aquella puesta de sol. Quiero sentir de nuevo esa mirada. Quiero la belleza.

25/1/09

Andares. Tropiezos. Retazos.

¿Dónde está la vida, las promesas, los hechos? ¿Dónde los sentimientos? No hay perdón real para el afligido, para el enfermo, para el arrepentido, para el que da, para el que vive, aunque a veces...? Al parecer no. Y mientras vagas, creyendo que no, por no mirar lo cierto, coges un cayado para seguir. Y con eso vas creyendo... Vana ilusión. Error que será lamento. Eso no es lo cierto. Lo cierto fue, es y será. Miedo al sufrimiento de un momento, o de varios, que valen más que mil momentos en contrario, que la vida, que los sentimientos. Confianza. Ser. Saber. Mirar. conocer. Siéntelo y verás lo cierto. Pero el muro sólo provoca desconcierto. Qué duro es. Cuánto siento. Y vivo. Vivo lento. Ando. Macilento. Pero quiero. Amo. Siento. Vivo. Muero. Y a cambio de eso con que poco nos conformamos. Tomamos el más tonto, el más simple cayado para andar, cuando podemos tanto, cundo sabemos tanto. Con que poco nos conformamos ahora cuando decíamos, queríamos tanto.

El mundo es una mascarada; el rostro, la postura y la voz, todo es mentira. Todos quieren parecer lo que no son, todos engañan y nadie se conoce a sí mismo.

¿Alguna vez viste, en ese paraíso salvaje que es la adolescencia, ni que fuera por sorpresa, un atardecer, un ave silvestre o un paisaje que te produjera un terror exquisito, que te llegara a lo más hondo? ¿Y no te preocupaba entonces, no te turbaba que el menor temblor, incluso el de una hoja impulsada por el viento, lo echara todo a perder? Así es, creo, el amor, o así debería ser: uno vive inmerso en un bello terror.

24/1/09

Las rémoras humanas

A veces nos empeñamos, por ceguera o por miedo a la soledad, en colgarnos rémoras. Como el tiburón al que se adhiere, las llevamos pegadas. Las rémoras se alimentan, a veces, de los parásitos del grande. Cumplen cierta función. Pero en la vida, entre nosotros, las rémoras son personas que detienen, que embargan o suspenden, que hacen que nos quedemos, que nos paremos, que nos atrasemos, que nos detengamos. Son un atraso, un obstáculo en nuestra vida, aunque no lo queramos ver en el momento o no sepamos. Las razones, el miedo a algunas cosas (cada uno sabe las suyas), la incapacidad de verlos, el no analizarlos, la pose que adoptan para hacernos creer que son lo que no son. Y son tan simples, tan pequeños, tan falsos. Se enmascaran, te copian hasta lo más tonto para que confíes en ellos, se adaptan a ti para parecer que son lo que quieres, te imitan, no tienen personalidad aunque la aparentan, sino un sucedáneo, una máscara triste hecha de retazos que simulan trascendencia. Tanto que a veces nos los creemos. Si rascas un poco te das cuenta de que sólo hay vacío, simpleza, vulgaridad, infantilismo, complejos y desprecio por los que son más que ellos, por los que no los aprecian y por los que los ven como son. Son dañinos, insanos, nos hacen perder el tiempo. Los conocemos y sin embargo, se visten con tus rayas, copian lo que piensas, lo que sientes, lo que dices, lo que quieres, camuflan su personalidad para adoptar la tuya para su propio fin, arrastrarse en uno, vivir de uno, tener lo que ellos son incapaces. Te anclan. Tiran de ti hacia atrás, hacia abajo. Y somos tan necios que, por determinadas circunstancias, nos negamos a verlos, y se nos pegan y los arrastramos, para al final darnos cuenta del daño, del paso atrás, de lo que nos han quitado y de lo que no nos han dado. Ciegos en un mundo de ciegos. ¿Por qué recurrimos a ellos si no los necesitamos? Deberíamos pensarlo. Sobre todo cuando ya los hemos llevado anclados y los hemos desechado. ¿No sabemos caminar solos o entre los nuestros?

21/1/09

Me duelen las personas

Me duelen las personas que huyen para evitar.
Me duelen las personas que no confían en la posibilidad de cambiar.
Me duelen las personas que no quieren luchar.
Me duelen las personas que les pides ayuda y no te la dan.
Me duelen las personas que les pides enseñanza y te la niegan.
Me duelen las personas en las que lo negativo pesa más que lo positivo.
Me duelen las personas que ven el hecho desnudo sin sus circunstancias.
Me duelen las personas que se ponen corazas para no ver, para no estar, para no sentir.
Me duelen las personas que se niegan las evidencias.
Me duelen las personas que no dan la mano cuando se la piden.
Me duelen las personas que se niegan a hablar.
Me duelen las personas que sólo se mueven por el interés propio.
Me duelen las personas que se niegan a entender.
Me duelen las personas que no quieren escuchar.
Me duelen las personas en las que el miedo pesa más que lo demás.
Me duelen las personas que sólo ven su realidad.
Me duelen las personas que no confían en los demás.
Me duele tanto que me cuesta respirar. Y aun así, sigo creyendo en ellas, sigo confiando en ellas, sigo estando para ellas, sigo amándolas. Aún más.

Sentimientos

Hay un brillo intenso, frágil y bello en tu mirada. Me arrastra. Me mata. Me lleva. Me envuelve. Me besa. Me quema. Me halaga. Es dulce, suave, tierna. Engalana lo que toca, acaricia. Las manos acompañan, esparciendo gestos que se adentran en mi alma, moviendo el aire con una delicada cadencia que acicala. Elegancia. Suavidad que calma. La sonrisa franca, que alimenta mi vida con aromas de fragancias eternas, rodeando mi espíritu con sus delicadas alas. Me deshace. Me deshago. Vivo. Siento. Pienso. Tengo. Amo. Me muero ahí. Me muero de vida vivida, en esto tan cierto que sé, que siento, que veo, que tengo. Por eso, por tanto, por existir, por entregar, te doy mi vida, a ti, que eres tú y yo, que somos ambos, como el regalo más precioso… Te tengo aquí, a mi lado, y sólo quiero morir en ti, dentro de ti, río que calma mi sed. Y el placer de tenerte no es sino el premio de los dioses a una vida creada para entregarte… Por eso creo círculos de luz que te rodeen y te eleven, que te ensalcen y embellezcan más, si cupiera. Y en ti que mi alma muera, de ti. Para ti. Por ti. La mujer más bella que mi vida jamás conociera.

20/1/09

A ti

Yo abro los brazos para recibirte, en el sueño, mientras tú quieres defenderte de mí. Aún tenemos que crecer. Te busco. Te escondes. Vuelves. Te vas. Y te he dado tanto. Te daría aún más. Pero que complicado es. Cómo lo complicamos. Cuando sabemos lo que es. No me es fácil encontrar las palabras. Me envuelve la melancolía. Yo te recuerdo. Tal vez tú también pienses en mí. Recuerdo las fantasías que me pedías y que yo creaba para ti. El pensamiento, ahora, se me va contigo, en la melancolía. Porque tuvimos tanto, durante tanto, que… ¿Recuerdas como comenzó? ¡La historia más hermosa! Las palabras. Siempre que te escribí, que te escribo, me produce el mismo escalofrío. Porque no hay nadie como tú. Sólo puedo agradecer que tras cruzar océanos de tiempo, estuvieses ahí. Porque nunca conocí ninguna tan bella como tú. Y envío un beso en el viento y palabras en cometas que elevo al aire llenas de poesía. Y esparzo flores entre las luces para que te acaricien los pies. Aquello no debió de ser así, y el gris noviembre debería ser un brillante abril. Y darte las flores en la mano para verte sonreír y escuchar tu risa alegre. Y los besos serían en la piel, para verte feliz. Ahora sólo puedo escribir las cosas más hermosas y acompañarlas de música que las guardo en mí, para ti. Yo abro los brazos para recibirte mientras tú quieres defenderte de mí. Aún tenemos que crecer. Te busco. Te escondes. Vuelves. Te vas. Te daría tanto. Pero que complicado es. Cómo lo complicamos. Cuando, los dos, sabemos lo que es.

19/1/09

¿Un drama, una tragicomedia, una hstoria tonta...?


Esta es una historia contada, y como la cuentan la cuento. Una comedia de enredo o algo parecido, que si no fuera por su patetismo, el rencor, la estupidez y el dolor de algunos personajes, movería si no a la hilaridad, si a la sorpresa y la lástima, también, por alguno de ellos, cuando menos.
Ana y Juan se conocen. Amor brutal. Ocurren ciertas circunstancias y Ana deja a Juan. Pasa tiempo, poco, y se une a Andrés, de escaso entendimiento, pagado de sí mismo y que parece lo que no es. Unos meses después reaparece Juan. Y al poco, Ana deja a Andrés y vuelve con Juan. Lo deja porque no es, por cierto infantilismo, porque es para ella un sobreesfuerzo, y porque Ana y Juan son, saben, viven. Distintos de verdad. Al poco Andrés se une a otra, Sonia. Todo bien. Un año después Ana deja a Juan nuevamente por determinadas circunstancias, a pesar de estar perdidamente enamorados y quererse a morir, en palabras de ambos. Andrés se entera y deja inmediatamente a Sonia, aduciendo que no es lo que era, que es sólo apariencia, que… Banales justificaciones ante esa tremenda casualidad. Ana vuelve con Andrés, del que dijo que…, y en menos de dos meses. Cuando nunca lo había hecho, Andrés habla con Juan para demostrarle su victoria, vestida de interés por él. Rencor. El placer de la venganza. Me la quitaste pero está conmigo. Juan escucha su discurso y sufre en silencio su dolor. En ese dialogo muestra, Andrés, lo que es. Simpleza, mediocridad, máscara, infantilismo, crítica sin fundamento a todo el que se le pone por delante, pedantería. No sabe ni hablar. Lo sabido y hablado por Ana y Juan, pero…
Los tiempos son impresionantes en esta tragicomedia. ¿Cómo se puede pasar en un par de meses de estar perdidamente enamorado de una persona a estar con otra? Y más… El rencor corroe el alma. La venganza existe. La estupidez impera. Casi todos llevan máscaras, para los demás y para sí mismos. No importa el dolor ajeno. Algunos miran la facilidad sexual por encima de los sentimientos, y estar con alguien superior, pero lo camuflan de…. Otros prefieren la no soledad desnudándose de los propios sentimientos con una velocidad que asusta. Crítica a los otros para justificar. Negación de la evidencia de lo vivido, sentido, dicho para no asumir el paso atrás, o el miedo, la inseguridad. Sufrimiento, desesperanza… Pero no importa. Así es, parece, la vida. Un mundo plano. Nos hacemos los ciegos. No valoramos de verdad el interior, y que caiga quien caiga. Donde dije digo… ¡Que cosas! ¿Así somos?
Sería una historia para escribir sin comicidad, pero no quiero entrar. La dejo así, en su descarnada simplicidad para ver como somos, como nos comportamos. El tiempo, al final, pone a cada cual en su sitio y acaba pasando factura. Vacío. Falacia. Negación de la realidad. Mentiras. Ocultaciones a sí mismos y a los demás. Tristeza. Vidas vacías vestidas de apariencia. Mediocridad. Falta de sentimientos reales. Fracaso. Rencor. Venganza. Miedos. Dolor.
Prefiero los sueños y los anhelos de un corazón real. El brillo del misterio y creatividad en el gesto, la niñez, la feminidad, la humanidad. Y mientras nos comportamos así, en el mundo pasan cosas de verdad, como las de la fotografía. Qué banales somos. Eso no es dejarse llevar, eso es otra cosa.

18/1/09

Tao

Esto dice el Tao. Verdades. Exactitudes. Pero somos incapaces de llevarlas a cabo, de tenerlas en cuenta. Todo nos iría mejor si las pusiésemos en práctica o, al menos, si lo intentásemos. Es difícil, complicado, pero es importante.
Alcanza la suprema vacuidad y permanece en quietud. Ante la agitación hormigueante de los seres no contemples más que su regreso.
Favor y desgracia sorprenden por igual. Ama una gran desgracia como a tu propio cuerpo. El que se bate por amor triunfa.
Producir y hacer crecer, producir sin apariencia, actuar sin esperar nada, guiar sin constreñir, es la virtud suprema.
Practica la no acción, todo permanecerá en orden.
Oscurecer la oscuridad, he aquí la fuente de todas las maravillas. Guardar la dulzura, he aquí el valor. Percibir lo más pequeño, he aquí la clarividencia.
Yo sólo tengo el espíritu confuso, flotando como el mar, soplando como el viento.
El que se doble permanecerá entero, el que se incline se erguirá, el que sufra el desgaste se renovará, el que abarque mucho caerá en la duda.
Hablar bien es hablar sin cometer errores y sin incurrir en reproches.
Conoce la gloria. Adhiérete a la desgracia. Sé el valle del mundo.
El que se vence a sí mismo tiene entereza. El que toma consciencia de su error no comete más errores. El que sabe refrenarse previene las catástrofes.
Pureza y quietud son normas del mundo.

17/1/09

La suave caricia del mar

La noche es estúpida. Salir es perder el tiempo en el absurdo. El bar está lleno. Arriba un saxofonista toca acompañando la música que los pinchadiscos ponen. La mayoría de los que están ahí son hombres. Es el bar donde suelen ir los estudiantes extranjeros. Moda. Ahora está lleno de esos tipos que buscan. Miradas podridas. Hipócritas. Buscan lo que no quieren mostrar, pero son demasiado evidentes. Un gran número de rasurados por falta de pelo, no por moda. Se mueven a descompás. Grupos heterogéneos. Vacío. Vacío y soledad. Dos mujeres de mediana edad al lado. Una operada, la otra por operar. Buscan también. Miran en esa búsqueda. Ya casi todo da igual. Todos nos miran. La miran, me miran. Siempre igual. Miradas obscenas. Miradas vacías. Y así todas sus noches. Esperando el fin de semana, la noche, para buscar. Soledad. Agonía. Sonrisas tristes, falsas, vacías. Nada cambia. Todo sigue igual. Necesito otra cosa. Es un error estar ahí, una pérdida de tiempo, de vida. Mejor el mar. Es tarde, pero apetece. Necesidad. Necesidad de respirar. Pero respirar de verdad, en paz, en soledad. Esa soledad que te el mar, donde el silencio es amenazante. Donde la mirada se pierde en lo inabarcable. Mejor el mar. La tabla, yo y el mar. Paz. Riesgo. Soledad.
Un water Start en la oscuridad es siempre especial. Siento el viento en la cara nada más. El hálito de los dioses. Frío contra el rostro. Las saladas gotas del mar me golpean. Salinidad. El pelo, mojado, se me pega en la cara. Oigo el sonido del viento contra la vela. No hay más. La empuja a intervalos. Ciño para ir hacia dentro. Me deslizo suave, lento. La oscuridad es cada vez mayor. Las luces de la ciudad quedan lejos, a popa. Débiles puntos en el horizonte. Nada importa. Quiero coger la ola. Esa ola. Es deseo de conquistar esa belleza indómita que tiene el mar. Puedes, incluso, acariciar la idea de la Muerte, como en la montaña cuando escalas. Dentro son poderosas. La oscuridad acompaña. El frío es intenso. Los brazos en tensión. Las manos sujetando la botavara, guiando. Los pies apresando la tabla. Una trasluchada aprovechando la ola. Vuelo. Me levanto. Horizontal con el mar. No soy. Soy el viento. Aire, sólo soy aire. Goteo. Floto. El poniente sopla fuerte. Me lleva. Me eleva. Caigo sobre la dura mar. Siento como mi cuerpo reverbera. Aprieto las manos sobre la botavara. Los cabos del arnés se tensan. Mi cuerpo también. La mente libre. Vacío. No pienso. Me vuelvo hacia la playa. Vuelo. El viento me da en la cara. Los ojos abiertos. Vuelo. Siento la velocidad en mi cuerpo. Adrenalina en mi corazón. La sangre corriendo por dentro. Intensidad. Vida. Llego. Muerto. Desengancho el arnés. Me dejo caer al agua. La vela cae al otro lado. Me siento en la arena. Sonrío. Siento. Me tiembla todo. Vivo. Necesito un tequila. Necesito tequila. Estoy vivo. Me siento vivo. Me siento en la arena y espero la salida del sol. Mil veces que lo veo y mil veces que me produce el mismo asombro, la misma emoción. Belleza. Rompe continuo y lento, despertando el color. La gama de naranjas es prodigiosa. La luz se hace y el azul comienza.

16/1/09

Ya todo es nada

La enfermedad se agarra al intestino y te lo pudre, te mata con un dolor insano. Pero esa putridez física no es nada comparada con el caos mental y su desorden emocional. El desastre es el final anunciado. Septiembre solía ser uno de sus meses nefandos y como no podía ser de otra manera este septiembre lo fue también. Los dolores le encogían por dentro, pero siempre trataba de superarlos con sus ganas de vivir y su creencia de que podía con todo. Incluso cuando ella le decía que si no llamaba al médico lo haría ella misma, sólo sonreía y le contestaba que sí. Sin embargo no cayó en la cuenta de que esta vez era peor. Como al principio, como la primera vez. No le dio importancia, no lo creyó. Y ahí empezó su calvario. El efecto en su cabeza fue inmediato, lo que acrecentó el dolor físico y esté su ansiedad. Ya nada era igual. Cualquier elemento externo hacía mella en él. Cualquier cosa que pasaba a su alrededor era distinta. No sabía discernir. Demasiadas vueltas. Demasiadas preguntas. Todo era una incógnita sin resolver. Todo estaba en contra de él. El círculo vicioso había comenzado y no tenía fin. Los sucesos se sucedían a una velocidad vertiginosa. Su compañera decidió irse. Necesitaba su espacio. No quería vivir su vida sino la de ella. Pero quería estar con él. Con él pero no al lado, siempre, de él. No lo comprendía. Eso le mataba y comenzó a buscar las razones en vez de entender lo simple del hecho. Buscó más allá de la literalidad y eso le ahogaba y le constreñía por dentro. No entendía nada. Pero ella siempre había actuado así. Pensaba las cosas importantes, las decisiones trascendentes que pensaba que sólo le atañían a ella y actuaba a impulsos no hablados. De repente anunciaba su decisión y él se quedaba desarmado. Pero nunca se ponía en contra. No quería perderla y ello le llevaba a la aceptación. Y aún así, sabiendo que el resultado final sería evidente, trató de superarlo y aceptar. Trató de cambiar el rumbo de las cosas buscando las razones que la habían llevado a aquella decisión y cambiarlas para que todo volviera al principio, al orden natural, donde sabía que existía la felicidad, donde estaban bien. Sin embargo el hecho inaudito aquel le trastornó en exceso e hizo que la enfermedad mordiese con más intensidad. Y la espiral de dolor físico, mental y espiritual no hacía sino girar con más rapidez. La ansiedad, el desconcierto, la duda estaban presentes. No sabía cómo actuar. Todo lo hacía mal. Todo lo que quería se le volvía en contra. Todo era pesar. Los detalles se agrandaban frente a la realidad total. Y el cúmulo, el final presentido, temido, hizo su aparición en medio de la frugalidad. Frases malentendidas. Actos sin maldad. Decisiones estúpidas. Todo confluyó en el frío de noviembre. El acto final. La enfermedad enseñoreada de su cuerpo, el espíritu roto por el miedo, la mente destrozada de tanto indagar y no encontrar. El dolor dueño de todo. La vida se le había ido por todos lados. Ya todo era nada. Triste final de una locura de hermosa intensidad. La vida vivida a golpes de querencias hundida en una acuosa nada. Tanto vivido, tanto amado para nada. Llanto y hundimiento. Ya sólo quedaba terminar. Físicamente postrado. Moralmente hundido. Espiritualmente muerto. Desechado. Un triste despojo de alguien que había sido. Incomprendido. Necesitado. Roto. Ya sólo quedaba esperar. Morir, o vivir la agonía intensa y eterna en una espera que conducía al vacío. A esa vacuidad en la que se encontraba y que no era sino una tristeza infinita regada de lágrimas que no querían surgir. Dolor de dentro y de fuera. Desaliento por el cúmulo de errores, por el fracaso que se negó a torcer por no saber ver a pesar de los esfuerzos hechos. A pesar de que sabía y que quería. Pero el tiempo es cruel. A veces no deja hacer. A veces se adelanta y te impide. Necesitaba más de él, pero la enfermedad fue su aliada y desató el clamor de la guerra interna que no supo ganar, que no supo esperar. Lo desposeyó. La enfermedad siempre lo había dominado. Victoria cruel. Y ahora ya, entre el recuerdo y el deseo de olvido, se nombran. Hay un espacio que arrasa y un tiempo que no es ya tiempo. Y el tiempo es necio pero no lo aplaca, quema. No hay respuestas al adiós. ¿Qué somos? Sólo hay delito para los que ignoran el corazón. ¿Y si eso era? Y es que no hay compasión para quien espera lo que no es, ocultándose la realidad, negándosela. ¿Siempre nos quedará Roma...? Ahora, si estás viniendo, ven, aun en sueños. Entra por los resquicios, derriba los muros, es el momento de desechar las dudas razonables. Es el momento de sentir. Este es el momento. El momento de los sueños. El momento del sueño. Eso se decía siempre que los ojos se le cerraban. Era sueño mortecino. Se acababa. Se desangraba por todos sus interiores. La muerte es lenta pero es. Ya todo es nada. Él no supo, la enfermedad le pudo, y ella temió y no supo o no pudo o no quiso ver... Las circunstancias siempre son las que son y a veces hacen que se tomen decisiones que trastocan todo el esplendor. Y así, entre ellos, el esplendor acabó en una huida de guerra perdida, acabada. Ningún vencedor. Sólo recuerdos, tristeza, vacío y agonía hasta la muerte final, anunciada, presentida desde aquel septiembre negro, en la cruel decisión.

15/1/09

La simpleza


Produce humor el camino de estupidez que algunas personas siguen, pese a creerse distintos o superiores, sin ver lo tragicómicos que pueden llegar a ser. Se tapan con máscaras de colores con las que parecer distintos, y lo único que muestran es esa estupidez. Son distintos sí, es evidente, pero por simpleza, no por sencillez o por listeza. Son distintos en las formas. Pero qué formas. Y sin embargo parecen. Y lo peor es que hay personas que aun habiendo visto, los creen. ¿Por qué? Que cada palo aguante su vela. Sencillez no es sinónimo de simpleza, aunque esta se vista de apariencia. Pero da el pego. Hay personas que viven, o mejor, que están, que son, simplemente, y que camuflándose con esa especie de pedantería grotesca de lo aparentemente distinto andan por la vida cargadas de orgullo y de razones, pagadas de sí, con un halo de superioridad que no es sino estupidez natural para camuflar complejos de inferioridad. Simpleza. Una lástima pero así es. Y una lástima aun mayor que quien ha visto, ha vivido y ha tenido se conforme, de repente, sin saber muy bien por qué, con la mediocridad. ¿El miedo a determinadas cosas tal vez? Simples en un mundo de simples. Mediocres en un mundo de mediocres. Estar, que no vivir. Conformarse. Pensamos, quizás, que estamos bien así, que no se está mal. ¿Comodidad? ¿Miedo? ¿Inseguridad? Allá cada cual. A mí dadme música de verdad, cualquier música de calidad, buenos cuadros de un pintor genial, dadme poesía, unos ojos que sepan mirar, un paisaje hermoso, conocer, saber, y viviré de verdad, seré feliz. Y yo, a cambio daré todo sin pensar. Decía Séneca que feliz es el que puede dar sin recordar, y que los errores son débiles cuando el amor es fuerte. Por tanto dadme también amor, pero de verdad. Quiero vivir viviendo, pero no en y entre la mediocridad, sino con lo que hace de verdad que la vida sea vida, a pesar de las inconstancias. Derramo lágrimas cada vez que la belleza se me presenta. No todos pueden verla, pero los simples son capaces de llorar ante ella sólo por epatar. Pura simpleza.

14/1/09

Dulce sueño

Quiero vivir la ilusión de la noche que me acoge en sus brazos donde, del sueño, yo soy el único dueño. Pero, cómo se acorta la noche y que largo es el día. Qué no daría por no ver el comienzo del alba, y quedarme ahí, perdido entre los ojos que me abrazan con esa mirada que te muestra. Sólo quiero cadencias de luna. Bañarme en esa luz tejida de caricias derramadas entre los huecos de manos que regalan. Y oír, oír en los silencios el eco de palabras pronunciadas, que quedan en los espacios como flotando. Y si te paras y escuchas, las oirás con más tristeza aún que yo. Y recordar la aurora cuando a su luz se abrían los ojos para acariciar la vida y la piel no era sino un estremecimiento intenso. La noche se viste de estrellas para que se pueda ver a través de los ojos que ven. Qué no daría por poder contemplar ahí, así. Por ello sólo quiero dormir, dormirme en ella. Vivir, vivir en el sueño, en la ilusión que aclara. En él. Sólo en él. Hecha de retazos de sueños y despertares vividos como nadie, porque nadie sabe vivirlos como han sido vividos, como son vividos. Y en la inconsciencia vivimos porque sabemos que sólo en ella estamos, que sólo en ella somos, que sólo ahí podemos. Dulce sueño de noche, no me despiertes. Déjame estar ahí, quedo, que el día es largo y lento. Déjame estar ahí, en las emociones. Pero como se acorta la noche y apaga los sueños.

11/1/09

Siento un frío en el alma

Uno está mal, incluso muy mal. No mira alrededor. Sólo a él mismo. Hay un vacío en tu interior que te impide respirar y dices, no puedo más, la vida me mata, no quiero nada, o te lanzas a la desesperada, a cualquier cosa, dejando todo atrás y volviendo al pasado, a la nada. Sin embargo, andas, miras, escuchas y… Hay una mujer rumana pidiendo, con un niño de apenas dos años en el regazo, a cuyo lado pasan gran número de personas con las manos llenas de compras. No la vemos. Ni tan siquiera la miramos. Por la noche entro en el cajero del banco. Hay un mendigo durmiendo, tapado con unos cartones. Un brick de vino malo al lado. Vacío. A la mañana siguiente unos disminuidos psíquicos me sonríen. Me dan todo lo que tienen. Todo. No me piden nada. Sonríen por sonreír. Dar por dar. Otros te lo niegan. Hasta el habla. En Gaza mueren todos los días. Casi novecientos ya. ¿Razones? Todas las que se quieran. Israel, Hamas… Mueren niños, mujeres… Cada diez segundos muere un niño de hambre en el mundo. Y yo estoy fatal. Tengo un vacío en el interior, un frío en el alma que no me dejan respirar. Y sin embargo, anoche, la luna tenía el halo más hermoso que he visto en tiempo. Sobre mí. Luminosidad pura. Todo un regalo para la vista. Todo un regalo para el alma. El círculo me cubría mientras escuchaba Miss Sarajevo. Hoy, el telediario nos da más muertes, más frío, más crisis, más paro, más hambre, más… Tengo un vacío en el interior, un frío en el alma que no me deja respirar. ¿Qué está pasando? ¿Qué me está pasando? Necesito volver a ser yo. Discierne lo sencillo y abraza lo natural. Reduce tu egoísmo y refrena tus deseos. ¿Escribir? ¿Para qué? ¿Para quién? Ahora sí es el tiempo de llorar.

9/1/09

Sobre la felicidad y el sufrimiento.

¿Por qué tenemos miedo a ver la realidad y no la enfrentamos? ¿Miedo al sufrimiento? ¿Al dolor? ¿Es mejor huir que enfrentarlo y buscar la solución? Si huimos lo único que hacemos es eso, huir. La huida es un desmayo fingido. No podemos o no debemos nunca huir de las cosas que tememos, sobre todo cuando surgen de un entorno bueno y en el que queremos estar porque estamos bien y nos proporciona felicidad por experimentada, sino buscar las razones que nos provocan el miedo y tratar de superarlas, enfrentándolas. Tal vez el miedo al sufrimiento tiene sus raíces en el pasado y ahí es donde radica el verdadero miedo, a enfrentarnos a ese pasado, a buscar en nuestro interior y descubrir que hay algo que siempre hemos temido, o querido y no obtenido y que ahora alargamos en el presente. Tal vez radique ahí el fallo. Tal vez. Sólo tal vez. Sin embargo es más fácil y cómodo ver el miedo en el ahora y tratar de evitarlo con una huida, cerrando puertas, creando murallas internas, yendo en direcciones opuestas, ya transitadas y que sabemos el resultado, por vivido y desechado. Damos pasos atrás en un vano intento de evitar, aun sabiendo que nos equivocamos, pero preferimos la venda. Andamos hacia delante, obtenemos lo deseado, y por razones que nos negamos a reconocer, olvidamos, nos acomodamos y no hablamos, no dialogamos, no razonamos con nuestro yo y con los demás. Nos negamos a racionalizar las causas y nos quedamos con lo negativo, que agrandamos sin ver sus verdaderas causas y la posibilidad de cambiar, olvidando que el resto es mucho más. Pero el temor está ahí y lo queremos evitar. Nos decimos no hay cambio, siempre es igual, no quiero sufrir. Pero sabemos, si miramos en nuestro yo que la verdad está ahí fuera y en nuestro interior. Pero nos da miedo mirar en nuestro interior y en el de los demás. Nos da miedo hablar, racionalizar, y ver que los caminos duros se terminan y que las praderas siempre están, por vividas. Pero nos negamos con una constancia digna de la mayor estupidez. Volvemos a caer aun sabiendo que lo mejor siempre puede ser si se sabe vivir con uno mismo y con los demás, si se sabe mirar dentro de sí mismo y en los demás, si se sabe dialogar con uno mismo y con lo demás, si se sabe ayudar a uno mismo y a los demás. Es cuestión de voluntad, de mucha voluntad. Es saber y querer dar. Saber y querer recibir. Eso no es huir, eso es enfrentar. Eso es vivir. Con ello los caminos de rosas siempre estarán, aun con espinas, pero que sabremos quitar y aceptar y así poder apreciar con más exquisitez la belleza de la rosa, la belleza de lo tenido, la belleza de la vida. Duro, pero verdad. Y el premio… ¿la felicidad? Y sin embargo, cuando dimos un paso hacia delante, ese miedo nos lleva a dar tres hacia atrás, y nos quedamos ahí, pensando que esa incierta seguridad es mejor que luchar por lo que queremos de verdad, por lo sabido, a pesar de la complejidad, a pesar de que hay que luchar, tal vez, algo más. Tender la mano, ayudar, y todo se nos dará. Nada que merezca la pena se logra sin esfuerzo y tiempo. Se trata de ser parte de la solución o del problema. El que tiene un por qué puede encontrar un cómo. Sólo hay que querer. Al lado de la dificultad está la felicidad. Sólo hay que luchar, ayudar. Para terminar, nada mejor que una frase de Schiller: “He disfrutado de la felicidad que proporciona el mundo: he amado”.

8/1/09

La insatisfacción insufrible

Hay cosas que en la vida son, y ya sólo por el solo hecho de ser deben vivirse, pero vivirse únicamente como son; de cualquier otra forma ya no serían, dejarían de ser, y por tanto jamás podrían ser vividas, lamentando con ello el hecho de no poderlas vivir.
Una frase, a veces, sólo una frase, te lleva fuera de lo querido, pero también de lo no querido. Aquella frase sin aparente trascendencia, o sí, le condujo donde quería, pero no como quería. Quizás porque no supo o quizás porque no pudo. Sin embargo, lo más probable es que fuese porque no quiso. Las razones, ahora, con el paso que el tiempo da, o el poso que la vida deja, tal vez sean fácil de explicar, pero en aquel momento él y solo él, sabía, aunque únicamente en su interior, muy en el interior de su yo, de su alma, cuáles eran.
“Me gustaba más cómo lo llevabas antes”. Una mirada de complicidad o tal vez de escepticismo negativo se dibujó en el rostro de ella, y no supo o no quiso decidir. Y un ligero rubor.
Amelia era una de esas mujeres que hacían volver la mirada. Desde el primer día que la vio le recordó el rostro y la apostura de aquellas putas venecianas del siglo diecisiete. El pelo rizado, pero no a la manera de las mujeres africanas. Su color más tendente al rojo que al castaño, recogido como en una especie de extraña cola de caballo, grande, ahuecada, permitiendo resaltar el óvalo perfecto de su cara, hermosa hasta la exasperación. Atractiva como hacía años… más por el deseo que casi exigía, que por la frialdad de la belleza que promulgaba casi como un evangelio, o tal vez por ambas cosas. Un deseo atroz, como sólo ciertas mujeres son capaces de despertar en un hombre, le desazonaba el alma cada vez que se transfiguraba ante él. La piel clara, pecosa, donde unos ojos azules, casi grises, brillaban como las estrellas refulgentes del ocaso, atractivos y atrayentes, arrogantes y displicentes; y una boca, promesa de placeres únicamente percibidos o conocidos, pero nunca probados.
El juego de las miradas es destructor para el débil, porque impone el desasosiego interior a la razón como un hierro candente que expandiese el dolor por doquier. La imposición de su presencia, como un dardo clavado, le llevaba a la sumisión, al deseo incontrolado, a la melancolía sin límites, lo que le hundía en su interior haciéndole perder el sentido de la distancia, el sentido de la realidad, de la racionalidad, que le hacía no sentir, no saber.
En invierno, de noche, una cena en grupo. Esquinas opuestas. La visión de su cuerpo arropado como por un murmullo, por un vestido de gasa, negro. Los hombros descubiertos, el nacimiento del busto descubierto. La turgencia apenas entrevista de sus pechos, promesa de una perfección cruel. De nuevo el deseo insatisfecho. Las formas de un cuerpo perfecto apenas envuelto por un tejido que lo moldea, que lo descubre más que cubre. El pelo, ahora suelto, libre pero discreta y aparentemente recogido. La discreción de una pintura no necesaria que realza e insinúa, que dibuja los rasgos de una cara soberbia, de ojos amenazadores por el poder que se sabe imponen, de unos labios sugerentes, presagio de una boca infinita, de una lengua cálida y suave.
Descolocados en la diagonal del espacio, del tiempo y del pensamiento.
¿Llevas tabaco? Es BN. Le hizo un gesto como de asco, pero mostrando con una media sonrisa, o intentándolo, que lo importante no era el tabaco sino la necesidad. Le lanzó un cigarrillo. Él lo golpeó repetidamente contra el mantel de color burdeos que cubría la mesa y le quitó la boquilla. Le pidió fuego a la mujer que se sentaba a su lado, con la que había mantenido un leve pero continuado juego de seducción durante toda la cena. Con ligereza, envolvió la llama ofrecida ahuecando las dos manos en torno a ella, rozando apenas las de su portadora e introduciendo el cigarrillo, suavemente, en aquel óvalo entreabierto, mientras elevaba la mirada hacia arriba, a los ojos de ella, que sonreía con deleite, oferente. Aspiró con fruición el humo y desvió la mirada hacia Amelia. Alzó sus ojos encendidos hacia ella, con timidez y con una cándida y temerosa esperanza, encontrándose con los suyos posados en él, en su acción, en los de él, en él. Sonrió. Él sonrió y fue correspondido. Un ligero escalofrío le recorrió el cuerpo, y el rubor, potenciado por el vino, le cubrió el rostro.
Una noche de champán. Dos tan sólo. Ellos dos. Apartados de los demás, de todo lo demás, por el deseo. Él no quiso más o no quiso a nadie más. Hundido de avidez por la enormidad de la persona que se le entregaba. Nadie existía más allá de ella. Y a partir de ahí solamente unos meses, dos, tres tal vez. Ya ni el tiempo, o sí, pero tampoco importaba, porque el tiempo es inicuo cuando el recuerdo se impone en la soledad del presente. Y en ese tiempo la constancia y la inconstancia sublimaron los hechos, como apóstoles de su esencia vital, destruida por el deseo de ser lo imposible. Mil escritos, como presagios de lo que habría de ser una realidad que fue y que se mantuvo, y que se exaltó en Brujas, mecida en el agua de sus canales, y en París, anestesiada entre la bruma y la llovizna de un marzo gris y acuoso, llegando a su clímax en Roma, la ciudad santa, la ciudad eterna, culminación de los tiempos, pasado, presente y futuro de todo, y de ella, y de él. Roma. En Roma, a solas, con chianti, con champán Cristal, entre las ruinas, entre los humores, sin veleidad alguna. Allí fue, porque no podía ser en ningún otro sitio. Los dos en uno solo. Altura sin límites. La perfección.
Después todo fue declinar. Un suave y lento declinar hacia la nada, hacia la prosternación. Como un sacrificio incompleto que acaba en el desastre presentido, temido por esperado y doloroso por su brutalidad. Fin de todo. Historia que se muere por imposible, porque no dejó ella que fuera, porque no supo él, porque no quiso ella quitarse la máscara veneciana que llevaba puesta desde su nacimiento, por una vida sumida en una melancolía sin límites producto de azares, de decisiones que le hicieron ser como era. Y la desesperación y la muerte se asentaron en el espíritu de él, y todo lo que quería quedó en nada. Por que así había de ser. Porque la vida es lo que es y no lo que queremos que sea, y la vida no es sino un cúmulo de decepciones leves que agrandamos en función de esperanzas insatisfechas, de deseos que van más allá de la realidad, y sublimamos lo que vemos sin darnos cuenta de que la historia, siempre, sólo lleva minúsculas.
Tú es que eres una italiana del Renacimiento, le dijo en la despedida, y no puedes quitarte esa losa, que crees de una belleza inmaculada pero que te hace de mármol, pétrea e inasible. Yo, en cambio, no soy sino un humilde Romántico, con la influencia, a veces grotesca, de Wilde. De ahí tus miserias, de ahí mis miserias.
Cuando se siente el dolor como ajeno es como no sentido, a veces ni tan siquiera oído, como el lejano hedor de una guerra adormecida en lo más profundo de los recuerdos olvidados. Se ve como personas que hace tan sólo un año parecían, ahora se desvanecen, aunque la palabra quizás no sea la correcta, por etérea, se desdibujan tal vez, como un trazo a lápiz diluido por las lágrimas. Se van yendo, perdiendo su yo, desapareciendo como si nada, al margen de todos, porque todos somos meros espectros redundantes en la vida, ánimas desposeídas de ella. Infamias. Y en su pozo, cada vez, el fondo está más cerca, y más oscuro.
Y se va. Y la ve. Y no hace nada. Ajeno. Y la ve. El problema es la muerte que deja, por lo no sentido, por lo no vivido. Es oscuro, como la tumba donde yace mi amigo.

7/1/09

Siente

No suelo hacer esto, pero no me puedo negar. Es un rap, de alguien con quien tanto quiero. De un rapero joven y enamorado de la música, pero sobre todo de las letras, de Eminem. De una persona que ama la vida y que es tremendamente feliz. De alguien que lucha por lo que quiere de una forma tranquila, suave, con su mirada triste. El niño de ojos tristes. El centro. Él. Se hace llamar Streetshadow. Tierna letra llena de sentimientos. Tal vez la edad. Aunque los sentimientos se viven y se sufren en cualquier momento con suma intensidad si se vive de la misma forma. Buena forma de empezar.

Desde ese día… siente.
Sufre, muere, dentro de tu mente
Siente como tus pensamientos desaparecen
En un mar de recuerdos donde se mueven tus sentimientos
Pensando en la razón de la caída de tus cimientos
No sabes como seguir viviendo
Sólo sabes que… tras este sufrimiento
No podrás llorar por dentro
Descúbrelo a la cara
O quédate en tu casa
No te acobardes
No intentes sufrir
Disfruta con todo y empieza a vivir
Deja de pensar en la chica de tus sueños
Y búscate otra en la casa de empeños
Deja de vivir para unas simples curvas
Empieza un año nuevo… ¡Tómate las uvas!
Ve a su casa, plántate delante de su puerta
Dile que con las uvas te acabas de dar cuenta
De que ya no te importa lo que piense de ti
Siéntate en su puerta y empieza a reír
Dile
Adiós
Vete con Dios
Yo me voy
Ya no oigo tu voz
Puedo hacer cosas sin que alguien me grite
Te dejo con tu novio, espero que te excite
Lee este papel
Y recuerda
El sonido… de mi voz
Y siente
Que no sólo con el amor
Se es feliz
Y piensa
Que yo siempre estoy aquí
Y siente
Alguien cerca de ti
Contigo
Sé que lo has intentado
Pero es difícil conseguirlo
Olvidar al amor de tu vida
Con la persona que siempre has estado
Quedarte cual flor marchita
Y tirarte por un acantilado
No pienses solamente en un suicidio
No pienses solamente en el desquicio
Deja de vivir en tus sentimientos rotos
Y haz algo para dejar de pensar en sus ojos
Siente como mi voz penetra en ti
Siente mi empujón ayudándote a vivir
Dile a tus sentimientos
Que estás reconstruyendo tus cimientos
Pero es duro y ves que no puedes
Y no decides otra cosa que quitarte los poderes
Decides decirle que sí al acantilado
Y ya desde hoy sabes que tus días están contados
Lee este papel
Y recuerda
El sonido… de mi voz
Y siente
Que no sólo con el amor
Se es feliz
Y piensa
Que yo siempre estoy aquí
Y siente
Alguien cerca de ti
Contigo
Pero recuerda siempre
El sonido de mi voz
Porque cuando te tires
Yo no estaré aquí
Contigo
Así que piensa bien
Lo que vas a hacer
Y que hay más gente
Con corazón para creerte
Lo dejo en tus manos para siempre.
Siente.
D.J.G.Streetshadow

6/1/09

Ecribir, pintar, vivir, expresar.

Me gustaría que mis escritos supusiesen para el que los lee lo mismo que los cuadros de van Gogh, que inviten al silencio, porque para mí, como para él, el acto de crear es una forma de revelar y de demostrar por qué amo tan intensamente aquello que miro y vivo. Y eso, que puede parecer ingenuidad y locura, como fue considerado en su momento el gran pintor, sólo viene de esa capacidad de amar, tan difícil de entender y de llevar a la práctica. Y es así, que como él, cuando escribo, lo que intento es colmar ese amor.
Apostar siempre, aun a riesgo de perder. Cuando apuestas siempre se corre el riesgo de perder, pero no cabe más. En caso contrario se pierde intensidad.
Escribe Berger, de van Gogh que “cuando ganaba la apuesta, la ausencia de contornos en su identidad le permitía ser extraordinariamente abierto, lo hacía completamente permeable a aquello que estaba mirando. ¿O me equivoco? Tal vez, la ausencia de contornos le permitía darse, abandonarse y entrar e impregnar al otro. Posiblemente, se daban los dos procesos, una vez más, como en el amor”.
Cuando me pierdo completamente, cuando las cosas van demasiado lejos, la catástrofe aparece y viene la derrota y en la escritura está. Pero siempre hay algo que mostrar, la gratitud, ante la vida y los demás, sobre todo los cercanos, los que dan, los que me han dado y entregado sin pedir, sin esperar, y los regalos de la vida, lo más.
Dice Jung que “todo artista es una dualidad o una síntesis de actitudes contradictorias. Por un lado es un ser humano con una vida personal, mientras por otro es un proceso creador impersonal. Siendo así, el artista está en constante conflicto, entre su anhelo natural de felicidad, satisfacción y seguridad como individuo por una parte, y por la otra una pasión avasalladora por crear, la que a menudo lo lleva al olvido de sí mismo. Con frecuencia esto conduce a vidas altamente insatisfactorias o trágicas, pareciendo que es muy corriente que se pague caro el don de crear”.

El 29 de Julio de 1890, van Gogh, después de pintar una bandada de pájaros negros sobre un trigal, puso fin a su vida. Espero no terminar igual. Espero no ver los pájaros negros sobre el trigal, sino una blanca paloma de suave mirar sobre los ocres campos de trigo en primavera moteados de amapola.

5/1/09

Vida

Me cuesta escribir. Qué poco me sale ya. Amo la vida como nada. Sólo quiero vivir con intensidad. Sencilla, tranquilamente y en paz, conmigo mismo y con los demás. Tener y dar. Bebiéndola a sorbos, respirando lo que me da, mirando los colores y las formas. Pero hay más, mucho más, y es que no es necesario ver con los ojos, sino en el interior de uno mismo, en los demás y en la vida. Si me he de quedar con algo es con la mirada, con el mirar de unos niños que dan y sonríen y están; el de quien ama sin respirar, de quien entra en las entrañas y te desarma y te hace morir en paz. Prefiero las cosas sencillas, las humildes, las que dan tranquilidad, las que encierran la profunda verdad. Me adormece la belleza de la vida y me hace respirar. La quietud del mar, la grandiosidad de la montaña, el verde del bosque, el marrón profundo… Me cuesta, a veces, tanto, respirar en paz.

4/1/09

Paciencia y algunas cosas sueltas.

La paciencia es la madre de la felicidad. Moldea el carácter. Enseña a esperar, a mirar, a respetar, a escuchar, a dar su margen a los demás. Las relaciones sociales son complicadas en exceso, pero las complicamos aún más. Uno, dos, tres. Uno más uno. La vida no suele dar muchas oportunidades y hay que saberlas aprovechar. ¿Por qué no lo hacemos? Desidia, abulia, abandono, exceso de confianza y mil cosas más. Olvidamos la paciencia y con ello todo lo demás. Y las consecuencias no se hacen esperar. Hay, también, siempre, elementos externos. Pero aun así. Humildad. Y damos y amamos y vivimos. Y aun así. La paciencia, siempre, es la madre de la felicidad. 8 millas. Te han dado una lección y crees que has aprendido. Lo pones en práctica y todo va bien. Relajación. Pierdes otra vez. Crees que… No hay paciencia ni humildad. ¿Causalidad? Sí. ¿Externa? Sí. Pero en el interior es donde hay que buscar. Y avanzar. Empezar otra vez y no olvidar. Si sabes puedes, pero hay que querer para poder y no olvidar. Hacer. La paciencia es la madre de la felicidad. Principio del Tao. Te dan una flor y entregas un ramo de rosas. Te dan un ramo y quieres regalar un jardín. El problema de las rosas es que llevan espinas y a veces hacen sufrir. Paciencia para encontrar, para limpiar y entregar la belleza sin dañar. También paciencia para recibir, para esperar, para aceptar. ¿Sabes? Poder. Querer. Se pueden entregar las estrellas si se posee humildad. En los ojos está. Volver a la mirada perdida, que está o debiera estar. Reencontrarse a sí mismo y avanzar. Dar siempre. No esperar. La sabiduría es complicada a veces, o de extraña facilidad si se sabe apreciar. Olvidamos los pequeños detalles. Olvidamos dar las gracias. Y aunque apreciamos, callamos. Perdemos la capacidad de ver que en los otros también hay causalidad. Actuamos a impulsos, sin racionalidad. Y ello sólo trae la capacidad de percibir al otro como es. Exigimos así. No apreciamos su diversidad. Olvidamos la paciencia, la humildad, la capacidad de ver al través, de escuchar, de sentir a los demás. Y aun queriendo, las cosas se desvanecen dando vueltas en lo que no es ni debe ser. Paciencia y humildad. Apreciar la belleza de las pequeñas cosas, de los pequeños detalles. Vivir, mirar. Volver al origen y buscar dentro de uno mismo y del resto para saber hacer. Olvidamos que coger de la mano no consiste en apretar sino en acariciar con suavidad. Siempre la vida sabe recompensar.

Hemos caminado más allá del sueño. Hemos amado más allá de la razón, más allá del corazón.

Somos como estrellas que refulgen de un pasado esplendoroso que se paga en el ahora para estallar en el mañana.

Y un día moriré. Y un día me levantaré. Y el día que muera nadie, probablemente, me recordará. Ese día será el final. Pero sé con absoluta certeza, sin embargo, que alguien llorará. Y entonces, sólo entonces, todo será. El principio y el final. Y las lágrimas rodarán y el recuerdo fluirá. Y lo que no era será. Y lo que fue no será. Tarde para empezar. Tarde para rememorar. Triste sueño de champán. Burbujas estallando de rescoldos encendidos en el eterno incendio que es. Tal vez es y será. La rueda es sabia. Sólo el tiempo puede saber.

2/1/09

Por los derroteros de la nada. VII. El camino. Huellas.


La vida. Despertar. Madrid. Un pañuelo negro. El frío. La luz. Concierto de Sostakovivh. Italiano. Ojos marrones. Profundidad. Llanto. Entregar. Abandono. Mirar. Redescubrir. Recibir. Paz. Risa. Alegría. Otra vez aquí. Inmensidad. Días y días. Felicidad. Ver a través de los ojos. Conversar. Entrega total. Ser. Estar. Suavidad. Manos que acarician. Manos que dan. Manos que toman. Desconcierto. Terribilidad. Amor. Dar y volver a dar. Siempre dar. Siempre estar. Siempre así. Saber. Marrakech. Color. Sabor. Olor. Vida. Pasión. Los ojos de la vida. Entrar. Ver ahí. Beber ahí. Saber dar. Avión. Hablar. Abrazo. Calor. Sensibilidad. Días sin final. Facilidad. Felicidad. Granada. Redescubrir. Mostrar. Aprender. Lluvia y sol. El placer del olor. La inmensidad. Unión. Fotografía. Inexplicable. Totalidad. Más. Imposible. Certeza. ¿Hay más? Más. Aún más. Cine. La mirada a través. Mirar y ver. Estar. Manos que se unen. Abrazos de calor. Besar. Caricias. Buscar la vida que está. Beberla sin más. Siempre está. Alegría. Línea 22. El andar. Caminar. Vivir. Sentir. Amar la inmensidad. Querer más. Separación. Distancia. Países. Más unión. Dolor. Esperanza. Hablar. La palabra. La belleza de las palabras. Extrañar. Añoranza. Melancolía. El verde. Aquí y allí. Siempre más. Aprender. Seguir. Avanzar. Ayuda. La mirada que refulge. El cuerpo que se mueve. Las piernas que se cruzan. Envuelve. Suavidad. Eternidad. El infinito aquí. Noches de burbujas. Brillantez total. Ojos de niña que miran. Cuidados. Ayudar. Dar. Amor. Paz. Cielo y tierra. Paraíso. Alma y almas. Altar. Respuesta de Dios. Reciprocidad. Palabras hermosas. Flores. Mar. Unión perfecta. Comunión. La montaña. El placer de dar. Verde. Hielo. Ascensión. Vida vivida. Vida dada. Recibida. Saber vivir. Saber amar. Desconcierto. Aquí y allá. Angustia. Locura. Incomprensión. Renovar. Luchar. Esconder. Equivocar. Seguir. Caminar. Necesidad de saber. Terror. Querer más. Querer. Enfermedad. Círculo vicioso. Cuerpo y mente. Mente y cuerpo. Sevilla. Magia. Placer y dolor. Musicalidad. Éxtasis. Beber en la mirada. Adormecer en las palabras. Sensualidad. Pasión. Entrega. Miedo. Búsqueda. Cambio. Enfermedad. La razón. El miedo alimenta. Felicidad. Altura máxima. Nieve. Bosque. Blanco. Hablar. Extrañar. No hay límite. Amar. Vuelta. No hablar. Enfermedad. Ojos profundos. Almas gemelas. Mirada. Necesidad. Hablar y no hablar. Palabras. Desconcierto. Enfermedad. Corrosión interna. No lucidez. Mente vuelta. Locura. Miedo. Amor sin final. Rotura interna. Siempre. Imágenes. Palabras. Vida. Los ojos que te taladran. Miradas de ida y vuelta. Palabras que adormecen. Enseñar y aprender. Vivir. Amar. Buscar. Reflexión. Necesidad de aprender. Hecho. Interior. El alma reencontrada. La respuesta. Parar. Pensar. No irracional. La enfermedad. Autodominio. Mente lúcida. Pensar bien. Hablar bien. Actuar bien. Eliminar las trabas. Eliminar el sufrimiento. Eliminar el dolor. Eliminar el miedo. Error. Humanidad. Causalidad. Enfermedad. Entender. Aprender. Superar. Avanzar. Sensibilidad extrema. Saber mirar. Saber amar. Esperar. Fe. Confianza. Libertad. Dar sin esperar. Espacio y tiempo. Aprender. Entregar. Alma. Siempre es. Siempre fue. Siempre será. Armonía. Belleza. La niña que pregunta. El nombre siempre. La niña pide. No hay respuesta. Deseos. El nombre repetido. Ausencias. El mar. La noche. Estrellas. Deseos. Oraciones. Compartir. Placer de admirar. Saber mirar. Saberse perdonar. Amar. Vivir sin más. Unión total. Almas de siglos. Encuentros. La rueda. Sabiduría. Naturalidad. Armonía. Saber.