10/5/11

Zooropa station

Supongo que fui joven alguna vez; y es que, cada vez que me veo en una fotografía -es un tormento el hecho digital- que me hayan hecho, es esa la cuestión que me asalta. Es impúdico, lo sé, casi venéreo, pero ahí está.
No me ocurre lo mismo con el espejo. Es un objeto amigable. No esputa al reflejarme. Me miro cada día, al levantarme, y la imagen reflejada es la misma que la de hace una eternidad, que la de cada día de cada mes, de cada año, de cada vida.
Soy el mismo, y sin embargo...
Es un desasosiego calmo en el que quedo quieto, casi yerto diría, si no fuera porque ando.
No es la arruga lo que me preocupa sino el hecho, aunque más en sí que el hecho mismo; la sorpresa que produce; lo insólito de la instantánea, no el reflejo; y tal vez, pero esto es ya casi un pecado, incluso el solo hecho de mentarlo, las tristezas arracimadas en los surcos, como a oscuras.
Y tras ese tráfago me pregunto, como si estuviese en un deceso, si quien soy es el reflejo de quien he sido y ese reflejo es lo reflejado... ¿quién he sido? ¿Pura deriva existencial?
Pareciera, sin embargo, el pensamiento, si lo hubiese, de un soldado, en el gris campo de batalla, embelesado ante la furia de la nada, ante la ausencia, incluso, de la muerte.
Aunque, en el fondo, he de decirlo, esto no es sino pura pirotecnia verbal, y tal vez sin sentido; y tal vez un homenaje, aunque no sé a qué o a quién, ni por qué. Zooropa.

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