25/3/12

Manifiesto Devónico

Homenaje a Mallarmé. Oteiza


Admirando las oblicuidades de Moore, las líneas curvas de formas informes descansando sobre superficies rectas; observando la concavidad y la convexidad, lo vacío y lo lleno, la materia visible al ojo y su ausencia. Viendo las rectas espaciales que componen polígonos, de Oteiza. Me fui entonces, azar, sin duda, o kaos, a la casa de la cascada, de Wright, con el agua como alma del edificio y significación de lo móvil, de la estabilidad también, de la perdurabilidad, de lo que es y ya no, de la esencia. Heráclito y él y no. Esa alegoría de la vida, del todo, de la nada.
Creo que hay que representar el Vacío, la Nada. Ahí, siento, radica la esencia del Arte.
Por ello cada vez me acerco más a ese punto, o lo intento. Tratar de superar la realidad y entrar en la no realidad, en el Vacío, parte esencial de la realidad. Creo en la necesidad de expresar el Vacío, en la necesidad de recrear la Nada, en describirla. Decir la Nada es lo esencial. Escribirla. Creo que eso es Vivir. Siento que es la máxima expresión a la que el Arte puede acceder, y la Literatura, por tanto, también.
Volúmenes sin masa. Ausencia de formas, definidas o no. Hablo de palabras. Ya no habría estaticidad, ni su opuesto; y el tiempo, de existir, ahí, carecería de sentido, con lo que se habría incorporado, éste, a aquella, la Nada, formando la Unicidad absoluta, el Vacío eterno. Algo así como comprimir a Calder y Moore dentro de Chillida, en lo escultórico.
Me preocupa esa necesidad de tener que comprender la obra, la creación. Deberíamos aislarnos de ella y limitarnos a crear, y, de no ser capaces, a disfrutar de ello, de la alegría que proporciona, del consuelo, de la emoción, de la paz que produce, como decía Picasso.
Acceder a la alinealidad; desdibujar el punto y entonces asociarlo a la atemporalidad, pero no en sentido de eternidad sino de ausencia de temporalidad. No habría porque no habría tiempo, lo habríamos plegado hasta su máxima expresión, y habría de ser, entonces, y necesariamente, la Nada. Toda la creatividad condensada en un punto, y su obra también. Calder y Moore, Chillida y Oteiza. La pureza extrema. Sería el momento del llanto, llorar de emoción. Morir, pues toda vida estaría ahí. Concavidad y convexidad enfrentadas hasta autoincorporarse, hasta desaparecer. La simetría por esencia haría desaparecer la vida y con ella el Arte, por ello no deberíamos evitarla sino exaltarla, radicalizarla, superarla en otro nivel. Morir es el destino para que el Arte emerja indemne. Ahí, en ese elemento extremo donde la escritura alcanza un punto mágico, místico, de extrema belleza, pues sería la Belleza, y eso sólo es posible porque no habría nada y esa nada sería el todo. Habría muerto, desparecido. Sería.
En todo el proceso para crear debe haber un momento de implosión, de meter todo, y todos los conocimientos también, hacia dentro, hasta concentrarlos en uno solo, y ese uno conseguir que sea la sencillez máxima, tan único y al tiempo absoluto que sea todo y todos al tiempo, y que en ese proceso logre desaparecer. En esa ausencia de sí estaría la máxima expresión de la creación. Sería la creación final, la obra de arte absoluta, la Literatura perfecta. Sería Dios en esencia. La Nada, el Todo, el Vacío.

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