3/5/12

Llueve sobre Berlín

Fotografía de Norah Moon
Sé lo que hay aquí pero no lo que hay al otro lado. Hacia donde mire, líneas de gris se pierden en la lejanía, sobre el pavimento, hasta donde alcanzo a ver. Tras de mí, el infinito gris, sobre un suelo eterno, gélido y mojado por una sempiterna lluvia que golpea un granito escrito en geométricas formas, como uanespecie de damero maldito, en tonos de gris. Pequeños charcos reflejan la bóveda. Ni por arriba se puede salir. Así un día y otro día y así hasta setenta veces mil. No sé qué hago aquí. No sé dónde ir. El mundo corta la eterna planitud grisácea, si es que al otro lado es igual que en éste otro donde me hallo. Tres niveles lo forman, en otros tantos tonos de gris, mojados, manchados por un llanto que aplasta. Muro sucio o ensuciado, culminado por una corona de espinoso alambre, para impedir.
No sé qué hay al otro lado. Apenas si aquí yo. Rebusco las grietas y caigo, tras empezar a subir por ellas, sobre el suelo mojado y gris. Mi voz sólo es un eco que me devuelve la nada. Hablo. Antes gritaba, pero sólo a mí. A veces oígo la sequedad de unos golpes, su desfilar por el aire, la marcialidad sobre el suelo perdiéndose más allá hasta desaparecer. Me falta hasta el respirar. No sé quién soy ya, o qué ni qué hago aquí. Sólo sé que a veces llueve. Y, a veces también, sueño con los días de Berlín, cuando la lluvia era vodka y vivir no era así. O es sólo un recuerdo y también me mentí o no sentí o no fui.

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