25/7/12

El pañuelo


Retrato de joven ingenua. Renoir
(Un apunte sobre este cuadro, refleja la dulzura)

No pudo resistir la tentación de coger aquel pañuelo y acercárselo a la cara. Respiró su fragancia como si allí hubiese habido un alma. Y por Dios que debió haberla, pensó, diría que incluso estaba, tal era la belleza que aquel pañuelo desprendía, tanto le embriagaba. Y así quedó, aturdido, durante un instante, yaciendo en el embeleso que aquel olor le había producido, ya antes pensado, quizá sabido al ver el rostro de la mujer que lo portaba, y aquel su andar, casi como levitar, mientras caminaba, y aquellas manos que dejaron caer con aquella levedad un pañuelo de seda virgen sobre la madera de aquel banco, cuando de allí partía, dejando un halo inerte, como de extrema melancolía. Ya nada nunca, supo, sería igual.

2 comentarios:

Luisa Mº Valdivieso dijo...

La juventud, la belleza, la ingenuidad... benditos dones que con el tiempo expiran.
Qué no daría cualquiera, para que el corazón se le saliera del pecho con evocar un aroma

Diego Jurado dijo...

Qué cosas, Luisa.
Al olerlo, no al evocarlo. El recuerdo solo es eso, memoria.
¿Y lo otro qué tiene que ver?