Trato de entretejer los sueños, apenas
entrevistos entre las gotas de lluvia, como un naufrago de fragancias que no se
escuchasen, como la náusea de un suicida ante las bocas del Hades, en las
puertas del Averno.
Recorro, campos de amapolas en un desierto,
eterno y vacío, donde el sonido es cieno, donde el silencio es hielo, y el rojo
una quimera tejida bajo la lumbre de unos ojos ya ciegos, de una fe aciaga, de
una prez perdida, de un tiempo acabado.
Qué lenta es la muerte cuando no llega, ni aun
implorada.
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