25/6/10

El miedo a vivir de verdad

A veces pienso que realmente nos merecemos lo que tenemos, lo que somos, el vivir en la mediocridad. Y lo lamentable es que personas que pueden, que saben, que ven, de repente las circunstancias de la vida les da la posibilidad de tener lo que ansían, lo que han deseado, a quien han querido, lo aparentemente imposible, y se echan atrás, huyen, se esconden; se conforman con un pequeño momento de brillantez, con saber que han podido tenerlo, que lo han tenido al alcance de la mano, que lo han rozado. El miedo es libre, y el miedo nos atenaza. No somos capaces de asumir determinados riesgos y preferimos vivir en la más simple y abúlica normalidad, en la tranquilidad de lo de siempre, como siempre, donde no pasa nada, y lo que pasa lo adornamos o intentamos hacerlo para que sea más digerible. El miedo al qué dirán, a si sabré, a si podré, a si estaré a la altura, a todas las circunstancias que puedan rodean los hechos importantes, a los convencionalismos sociales. Y no nos damos cuenta de que sin riesgo no hay placer, sin riesgo no hay vida, sin él no avanzamos sino que nos quedamos estabilizados, anclados en la rutina de la abúlica normalidad. No hay gloria sin sufrimiento. A veces nos comportamos como unos simples cobardes estúpidos, y escondemos lo que deseamos en lo más profundo tapándolo con un montón de “es que…”. No nos atrevemos a dar el siguiente paso, aunque nos pongan un puente de plata. Nos matan los convencionalismos, los miedos. Somos demasiado débiles, demasiado cobardes, demasiado normales. Nos conformamos casi con cualquier persona, cuando soñamos con la ideal, y cuando ésta la tenemos al alcance de la mano, pero hay que asumir un esfuerzo, enfrentarse a los convencionalismos, arriesgar, aparece el miedo y nos echamos atrás. Es que…, nos decimos. Y toda la vida recordaremos lo que pudimos, lo que perdimos, y seguiremos braceando en la marea, con personas que nos darán un poco, pero nada más. Nos conformamos con cualquier estatus, y cuando nos ofrecen la posibilidad de cambiarlo, de dar un salto cualitativo, pero que entraña un riesgo, que implica cambiar, asumir, enfrentarse a la sociedad, aparece el miedo y nos echamos atrás. Es que…, volvemos a decirnos. Siempre igual. A veces somos capaces de hacerlo, durante un momento, por determinadas circunstancias, pero fuera de ellas, cuando desaparecen, nos diluimos como azucarillos, el miedo nos arrebata y preferimos esconder la cabeza como el avestruz, y volver a la tranquilidad de la nada, donde nos nadie nos diga nada, donde no pase nada, donde no tengamos que arriesgar, con quien todo es nada… Preferimos seguir viviendo en la vulgaridad, en la normalidad, pudiendo tener, pudiendo saborear, pudiendo cambiar. Y, sin embargo, somos tan absolutamente cobardes que cuando hemos tenido lo deseado, la brillantez, en las manos, el pánico a tanto y lo que lo rodea nos hace echar a correr despavoridos hacia atrás. Recordaremos esa posibilidad a menudo, lamentaremos el haberla perdido, pero nos conformaremos, adornaremos la cobardía con muchos “es que”, y seguiremos malviviendo, sobreviviendo, a la espera de algún otro momento de brillantez, de alguna otra persona brillante. A veces pienso que no merecemos más de lo que tenemos, y que no tenemos ningún derecho a quejarnos. Ser cobardes no es un mérito, aunque ayude a sobrevivir sin sobresaltos. Prefiero otro tipo de vida, otro tipo de personas, prefiero asumir riesgos y vivir, aunque me pueda caer, aunque puedan decir, aunque pueda perder; prefiero saborear, prefiero lo brillante, prefiero mirar y tocar, que esconderme y estar por estar. Pero cada cual es cual, y el miedo es libre. Todo es respetable.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Diego.
Sí, es cierto lo que dices y creo q todos nos vemos identificados con lo que expresas. Aunq esté de acuerdo contigo creo q el miedo es consustancial al humano, a su naturaleza y no la puede cambiar, huimos del riesgo por pura supervivencia. Si todos hiciéramos lo que de verdad queremos hacer SIEMPRE, la sociedad no estaría preparada para ello. Asumir riesgos de verdad puede conllevar multitud de acciones irresposables, amorales, delictivas y dañinas para otras personas, porque todo lo q hacemos repercute en los demás, podría ser un acto de puro egoismo por nuestra parte.
Me gusta cómo expresas lo que piensas y lo que sientes. Es enriquecedor leerte.
un saludo

Anónimo dijo...

Agradezco tus palabras, Beatriz.
Claro que el miedo es consustancial a nosotros, forma parte de nuestra carga genética, y nos ayuda a sobrevivir; pero yo me refiero a otros miedos, y a otras situaciones. Asumir riesgos, los riesgos a los que yo me refiero no nos lleva a eso que dices, pues es otra cosa de lo que hablo. Aunque a veces si es egoista o puede serlo. Pero esos riesgos no provocan eso que dices, entre otras cosas porque siempre debemos tener en cuenta la libertad de los demás, y la nuestra termina donde la comienza la suya.
Un saludo.
Diego

Crestfallen dijo...

Hola Diego:
Cuánto tiempo sin dejar comentario, tengo abandonado tu blog... Y veo que has hecho cambios de diseño!
Cómo te va la vida? Espero que genial.
Terriblemente cierta y triste la reflexión de este escrito.
Saludos para Alicante!

Anónimo dijo...

Hola Mireia.
Cuánto tiempo, sí, y q´ué alegría saber de ti.
La vida va que no es poco. La verdad es que muy bien, gracias. ¿Y tú? Espero que todas tu cosas vayan por ese camino que esperabas,y todo fantástico.
Un beso fuerte.
Diego

Crestfallen dijo...

Sí, todo bien, gracias! Espero que el verano de presente bueno!
Besos de vuelta!

Tânia Souza dijo...

AS vezes o medo de existir, de viver é tão forte, que as pessoas esquecem que não arriscar, não agir é ainda mais dolorido! Muito bonito, como tudo que escreve.

Diego Jurado dijo...

Obrigado Tania, muito obrigado.
Viniendo de ti son un regalo esas palabras.
Llevas razón, en lo qe dices.
Un beso