8/7/10

Bajo la sombra del sauce ciego. III

Cogí la botella de la coctelera. Cuando me dispuse a servirme la absenta en el vaso, se levantó, tan repentinamente que me asusté. Se rió de aquella forma tan suya, tan agradable, con aquel sonido tan sensual, al tiempo que cerraba casi en su totalidad aquellos ojos grises, de un gris tan profundo como las tardes lluviosas de los países boreales. Me indicó con gestos que esperase. Entró en la casa para reaparecer enseguida con una botella de vodka que balanceó ante mis ojos. Sonrió. La metió en el bolso que le había comprado. Me cogió de la mano y me dijo, deduje, en su idioma, que nos fuéramos. Paseamos hasta la playa. La oscuridad de la noche se había asentado. El rumor de las olas era muy nítido cuando lamía, suavemente, la orilla. Una pareja se besaba, al abrigo de la oscuridad, sentados en la arena, a la manera india, uno enfrente de otro. Iwana me miró con ternura. Nos sentamos alejados de ellos, frente al mar. Sacó la botella de vodka y la abrió. La levantó hacia la luna, que iluminaba el agua, en naranja y argenta. Le dio un trago y me besó en la boca, introduciendo el líquido en la mía.

2 comentarios:

Tânia Souza dijo...

terno e ao mesmo tempo, intenso, muito lindo...

Anónimo dijo...

Muito obrigado, Tania.
Me alegro que lo sientas así,dice mucho de tu sensibilidad, al tiempo que invita cn tus palabras en ese idioma tan hermoso, el tuyo.
Un beo.
Diego