8/3/12

Añil

Tras los velos. Manolo Rendón


Le hacía sentir culpable y lo alargaba. Lo único que a ella le hacia volver era satisfacer el ansia de aplacar su deseo de sexo y ver cómo él se sentía agradecido; esa sensación de humillación ajena, la desposesión de uno mismo en favor del poder del otro, la dación en pago a estar con ella, su ama y señora, su dueña; la negación de uno mismo, la alienación absoluta, el vacío.
Y aun así, cuánto le quiso.
Como a su hermana menor, cuando de pequeñas iban al parque a jugar o a un recado para su madre, y ella le decía, gritando, que se quedase allí, en medio de la calle, mientras se iba corriendo y se escondía en una esquina, observando el llanto y el miedo de una niña de apenas cuatro años, para volver al poco y abrazarla, y sentir el temblor, la gratitud, el temor, el vacío de aquel ser en sus frágiles años, besar su salino llanto, sentir el poder, el poder y el dolor, el terror.
Ese sentimiento era añil, como la congoja de un niño herido.

2 comentarios:

LaCuarent dijo...

Está claro que la necesidad de sentirse así le vine de lejos

Un beso

Diego Jurado dijo...

Gracias 40añera por tu paso, siempre un placer.
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