La podredumbre solo recibirá cieno, vacío, la
nada. Una lenta muerte en las eternas horas de la soledad, intentando descarnar
la piedra angular, creciente, absoluta, con sus solos colmillos, un día y otro
y otro más, durante toda la eternidad, sin conseguir ni tan solo arañarla. Sin poder, tan siquiera, llorar.
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