5/7/08

La liturgia

El sol mancha de amarillo el ocre del albero. Intensidad de amarillo que huele a muerte, a necesidad. El calor se siente y entra en los cuerpos a dentelladas, hirviendo la sangre, hiriendo la mente. Hay como un halo que lo envuelve todo y un murmullo de codicia que recorre el coso. Blanco y negro. Rojo y negro. Ocre y negro. Negro como una tempestad aposentada en los espíritus del tiempo, en los arcanos de los ojos que miran esperando. La espera lánguida se hace lenta. El aire casi impide respirar. Se parece a las agonías vividas sabiendo que han de terminar, pero sin saber cuándo y menos aún cómo. La impaciencia arremete mientras la sombra avanza lentamente como queriendo llegar a su lugar. El tránsito del día a la noche que va a tener lugar. El juego de la suerte. El juego de la vida y de la muerte. La danza. El ritual. El sueño. La liturgia. La piedad y la impiedad. El ruego a la deidad. El sacrificio de lo profano al dios de la belleza, del llanto y de la muerte, de la risa y de la vida, del sexo. Todos son teólogos de una religión sin anarquía. Espectadores doctos de una religión con liturgia de siglos. Recatada en la belleza de esa danza que no acaba de empezar. Sabida por vivida y por bebida. Anclada en el alma de cada uno como dardos emponzoñados de dolor. Esperada por su intensidad.
Son las cinco de la tarde. El tiempo llega siempre.
El color invade el ruedo en tres filas de sacerdotes de la muerte que se anuncia ya. De la vida. Los acólitos esperan con sumisión el comienzo de la ceremonia. Todo invita a la liturgia. El toro surge, negro, imponente. El torero, de rodillas, con el capote tapando el cuerpo. De verde y negro. Tiembla. Sueña. Comienza el rito. Fiesta de sangre. Fiesta. La liturgia que se espera. El comienzo y el final. Se huele la sangre. Se mastica el drama. La muerte como invitada. La pasión en la arena y en los tendidos. El silencio. Los ojos del animal que se posan en el liviano cuerpo vestido de luces como dos ascuas hirvientes. La carrera tétrica, desbocada. La capa rosa y violeta que baila en el aire con una cadencia casi musical, de otro tiempo. El asta en el costado. El cuerpo volteado. La sangre que riega la arena. Rojo y ocre. Gritos. Ojos de espanto. Rostros ensimismados. La muerte que se pasea. El cuerpo ensangrentado. Tendido. El rostro ensimismado. Huido. Todo y nada. Deidades que aparecen y desaparecen. La muerte como espectáculo. La ofrenda. Ya todo es nada. La entrega se ha producido. La magia. La belleza. El rito. La liturgia.

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