8/3/09

Desprendimiento. (Retazos sueltos de lo próximo).

Lahore, la ciudad mercado del septentrión indio, la ciudad de las mil razas del norte de la India. La ciudad origen del camino, de todos los caminos, y por supuesto también del mío, el de las mil y una lenguas, el mil y setenta veces mil, comenzado y otras tantas detenido en las setenta intersecciones encontradas. De nuevo en Lahore, de la mano de Kim, como ya lo hiciera otra vez, pero ahora con otros ojos, los del sueño, los de la esperanza, los de la premonición, sabida pero ignorada. Hasta Benarés, o Varanasi en la lengua; o más allá, o más acá, en la vereda, en la búsqueda de la luz, en el Camino.

Dejé que la tarde se diluyese con la cadencia de los personajes de Kim, con los olores que desprende Lahore, con sus colores, el oro, el rosa y el azafrán; con las rimas de los lenguajes que la pueblan, y me dejé llevar a esos mundos ensoñados donde nada es como esta vida.

Y ahora continuaré el camino emprendido desde Lahore, al lado del santón tibetano arrebujado en su desgastada túnica, embebiéndome de todo lo que el camino puede mostrarme a través de los ojos que mejor miran, hundiéndome en todo lo que la vida puede mostrarme en el país de la vida, haciendo el camino, en mi búsqueda que es la suya, la del santón y la del muchacho, la de Kipling, la de todos y cada uno de los que buscan. Me bajo en Ambala.

No fue Lahore, ni el Punjab. Ni el santón, ni Kim, ni la India. El camino estaba muerto y sólo La Habana me sirvió. Aunque fuese sólo un momento. Después de eso nada. Y eso también lo aprendí. La muerte como deseo. Al final tan sólo eso. Mentes vacías, caras vacías, sueños vacíos, vidas vacías. Y la suya aún más.

Salí de Lahore con esperanza. Y en La Habana, la esperanza murió. Otra vez en la rueda. Con una novedad, que la vida es tremendamente bella, como siempre lo fue, y que me había olvidado de ello. Que la ceguera es más ceguera en determinadas ocasiones, y que todo no es todo sino parte de la nada; que las verdades sólo son a medias, y que la mente nos juega malas pasadas y el corazón aún más; que la subjetividad nos posee y que no somos sino meros espectros de un universo eterno que deviene y que no sabemos controlar. Lahore. La Habana. Vida para vivirla. Giro en la rueda. Delectación. Soy libre.
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