11/8/09

El color de las mariposas. II

¿Duermes bien?
La pregunta le sacó del cuadro y le devolvió a aquel espacio frío.
Lo intento.
¿Pero lo consigues?
Intento conseguirlo. Hizo una pausa. No sé si prefiero el sueño o la vigilia. El sueño no lo domino, la vigilia sí.
¿Tienes miedo al sueño?
Sólo tengo miedo a tener miedo, a la estupidez humana, a la mediocridad, a la envidia, al abandono, a la maldad, a…
Demasiadas cosas para vivir con cierta tranquilidad.
No. Todo se puede resumir en un solo temor, el temor al vacío que da la apariencia de la nada, en el que es tan fácil mecerse, dejarse ir, abandonarse.
¿No te compensaría? No parece que las cosas te vayan muy bien.
Mientras tenga un ápice de lucidez o de locura seguiré el camino emprendido. No, no me compensaría. Y no es que me vaya mal, tampoco bien, depende de quien mire, depende de quien viva. Tampoco es importante. Lo que importa es el camino, lo que encuentras, a quien conoces, lo que aprendes, lo que miras, lo que das, lo que recibes, lo que hay. Lo importante es andar, bien, mal. Lo importante es andar por el placer de andar. Si encuentras, bien, si no también. Es difícil encontrar. Tampoco me seduce buscar ya. Lo que ha de ser será, el resto es mero deseo y el deseo sólo crea intranquilidad. La paciencia es la madre de la felicidad. No tengo prisa. No tengo meta. Solo camino. Todo se andará.
Miró a la luz que se difuminaba en el horizonte como un cuadro del impresionismo inglés, brumoso, acuoso, como los ojos y las miradas de las mujeres inglesas, llenos de niebla, de apatía vital, como el espíritu inglés, pensaba, o su caricatura, el norteamericano. Se meció en el último suspiro de luz. La noche se hizo. Un manto negro lo cubrió todo y a la pesadez del día se unió la de la noche. Ningún sonido. Ni el viento se oía.
Una llama pequeña iluminó, de repente, el espacio. Una cerilla de palo largo encendió el cabo de una vela y un suave olor a maderas exóticas y sándalo comenzó a derramarse suavemente en derredor.
Siempre enciendo una vela, le dijo, cuando la luz abandona el mundo. Ayuda a ver el espacio con otros ojos. Se rompen las formas. Te regala la imaginación. A veces dibuja sonrisas donde no las hay.
La sonrisa es uno de los más bellos efectos con que la naturaleza nos ha dotado, y sin embargo somos tan poco pródigos en mostrarla… Y, en la mayoría de los casos, suele ser tan falsa que más valiese que nos la guardásemos.
También se puede sonreír con la mirada.
¿Y quién lo hace? La gente ni tan siquiera sabe mirar. Solo ve cuerpos. Esquiva la mirada. Siente miedo ante la mirada, la verdadera, la profunda. Las miradas siempre se soslayan, y cuando son intensas suele ser para provocar dolor en quien se mira, o para mentir con ella.
Se quedaron callados. La débil luz de la llama creaba formas en sus rostros que se deshacían al compás del baile del diminuto fuego.
Voy a dormir un rato.
Yo me quedaré mirando la llama. Imaginaré que soy Caravaggio pintando espacios en claroscuro y formas que surgen entre la luz y las sombras.
Bien. Disfruta del Arte, aunque sea imaginario. Siempre es un placer mecerse en la suavidad de la belleza. La Belleza es lo único que hoy día merece la pena, y la Belleza está en el Arte.
Cogió el saco de dormir, lo desenrolló y se metió en él. Apoyó la cabeza en la mochila, a modo de almohada, y miró al cielo sin estrellas. Había dejado de llover. Cerró los ojos y dejó que el frío se pasease por su rostro. Sintió los cristales en él, rompiendo los espacios, entrando entre las células, quebrando los nervios hasta llegar a cada una de las neuronas de su cerebro. Dolor. Apretó los párpados y los distendió de nuevo. Dolor. Dolor inmenso y vacío absoluto. La nada. La sempiterna nada de un camino sin fin.
Se quedó dormido. En el sueño una música se abre suave, proveniente de algún lugar entre farolillos y rumores de voces y de risas. Unos brazos morenos le rodean el cuello y el olor de un cuerpo de niña le penetra hasta dentro con otros olores del sur, aromas de tardes de verano, de tibias noches de verano, de noches de estrellas, de calor y piel, de manos que acarician entre el olor a humedad y a higueras, a agua y sombra, a espliego… Imágenes que se desvanecen. Sangre. Asfalto negro tintado de rojo. El negro pelo esparcido. Ojos negros sin vida. Velados. Los cuervos graznando en la lejanía. El viento que sacude las ramas del nogal. Fuegos fatuos en la noche. Lágrimas de sangre que escurren por la suave piel, sin tregua, en el sonido de un réquiem que amenaza. Triste guadaña de un Dios inclemente. Noche. Muerte. Nada.
Le mira mientras sueña. Observa como se le mueve el cuerpo en espasmos y sacudidas. Las pupilas de los ojos, tras los párpados, moviéndose con rapidez, como con prisa. Escucha las palabras entrecortadas intentando aprehender el significado, dentro de un mundo al que no tiene acceso pero que se le abre, lleno de imágenes, de símbolos entrecortados. Se ve incapaz aunque parece terriblemente bello y trágico. Los sueños, se dice, son excesivamente personales.
Apagó la vela y se tumbó junto a él. Sacó una raída manta de la maleta y se la echó por encima. El vino le ayudaría esa noche a pasarla mejor. El frío era su hermano. Hermano frío. Le helaba el pensamiento dejándole la sonrisa puesta. Algún día, se dijo, debería limpiar de esqueletos su armario. Aunque, una vez vacío ¿qué haría? Se había acostumbrado a ellos. Eran su justificación, su guía, su coraza, su compañía. Él parecía, también, llevarlos en su propio armario. Hermano frío. Ambos eran almas en pena que se cruzan en el camino de una vida no escogida, o sí. Nunca lo había sabido con certeza, al menos en lo que a ella hacía, aunque siempre se decía que sí, y en las elecciones siempre utilizaba la balanza, y casi siempre sopesaba. Razón frente a razón. Deseo frente a deseo. Lo que se debe, lo que se espera, lo que esperan, lo que quería, lo que importaba, lo que deseaba, lo que necesitaba… Razón frente a sentimientos. Arduo trabajo. Dejarse llevar o dejarse ir. Dejarse llevar o hacer lo que parece correcto. Sentir, vivir, hacer. Elecciones.
Seguiría su camino. Él era demasiado intenso. Excesivo el reto de entrar en un mundo que parecía profundo, intenso y eterno. Se sentía incapaz. Se sabía incapaz. Sólo unas horas y le habían hecho ver lo que había en su alma, o lo que intuía que había. Tal vez con menos años. Tal vez en otra vida. Ahora no podía. Sabía, pero no quería, y no quería porque no podía. A pesar del atractivo que se escondía dentro, de lo que prometía. Pero no se sentía con fuerzas. Y probablemente él no la aceptaría, pensaba, porque no es de este mundo, no es para este mundo. Antes del alba, antes de que despertase él, se iría. Y lo sintió como un aguijón clavado en el corazón mientras le miraba el sueño callado, porque era el único diferente con que se había cruzado hasta ese momento de su vida, que había encontrado en la vida y que, probablemente, encontraría.
Apenas una línea de luz en el horizonte y comenzó el camino, arrastrando el vestido sobre el asfalto. Llevaba la maleta en brazos, para no hacer ruido. Le miró un rato, agachada, para despedirse, para aprenderse los rasgos de aquel hombre que allí yacía, a su merced, con la confianza de la inocencia, y que apenas la conocía. Y sin embargo…
Se alejó despacio. Él giró la cabeza tras unos segundos y siguió la silueta de la menina alejarse por el asfalto, hacia el lugar de donde él venía. La dejó marchar. Le deseó lo mejor, en su interior, aunque sabía que el lugar hacia donde se dirigía no era el lugar que ella buscaba, que deseaba encontrar.

2 comentarios:

Andrea dijo...

Grandes diálogos, profunda comprensión de la vida, cruda, fría, para los que no han logrado encontrar su camino. Me apena que ella se vaya..Un abrazo Diego.

Anónimo dijo...

Gracias, Andrea. A veces hay miedos. A veces no se sabe, por determinadas razones. A veces, como tú decías en tú último escrito uno se siente mejor en ese mundo ¿"virtual"?; más seguro, más tranquilo, más...
¿Por qué te apena? Sería una posibilidad seguir ese camino. Lo pensé, pero preferí esta otra vía. Tal vez retome esa en otro momento o en otro escrito. Ahora veremos cómo se desarrolla.
Un beso.
Diego