1/9/08

A la niña de los ojos de agua

Y siempre me mezo en su sonrisa. La de mi niña. Mi suave niña. La de los ojos de agua y risa alegre. Que veo poco por las razones que la vida da, y que me lacera su ausencia como una corona de espinas que envolviese el corazón en este mi Gólgota vital, como la ponzoña de un áspid que te mordiese por amor. Pero me lleva. Me lleva de la mano siempre. Y yo, prendida, a ella, del pecho, como una guirnalda suave, tierna y aromática, de flores de azahar en primavera. Y la pienso. Y me entretengo en su pensamiento. Y me arrulla el sonido de sus palabras, en su incipiente lenguaje, que teje con una gracia que me puede, que se me clava y se me queda. Mi alma ya no es mía, que es suya. Y se me demuda en gotas cristalinas de prístina ternura que recorren como lamentos todos los pasadizos del ser que siento, y que es en mí, en mis adentros, la razón de un andar que anda, a cada paso, enredado en sus recuerdos. Y la arena la paseo buscando su mirada. Y no la encuentro. Y el sonido de las olas que lamiendo la orilla murmura, me recuerda sus palabras y me pierdo en ellas. Y una lengua entra más allá y rompe el castillo de arena que algún niño hiciese, esa tarde, y mi alma se derrota, y las lágrimas me surgen, y me anegan y se me escurren hacia dentro. Y la noche me tapa el rostro al paseante, y me lo quiebra. Y siento. Y siento tanto que ya no estoy. Ni soy. Ni siento. Solo muy dentro. Sólo a mi niña. La de los ojos de agua y risa alegre. Por ella siento.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que preciosidad. Tienes una sensibilidad que me llega al alma, siempre. Dice mucho de ti.

Anónimo dijo...

Gracias. Después de esas palabras solo puedo agradecer y callar.
Diego