16/4/10

Camuflaje

El teniente coronel es vanidoso. Le gusta representar. Es el típico militar con mucha mano izquierda que le gusta trepar y que llega lejos, muy lejos. Habla cuatro o cinco idiomas y es querido y admirado por sus superiores, y entre la gente de otras naciones cuando se reúnen los mandos de la OTAN.
Adopta una actitud muy falsa cuando está con los hombres, sobre todo o por encima de todo, delante de la tropa. Aumenta el número de tacos hasta límites fuera de lo normal en un afán de ser ¿duro?, ¿como ellos?, ¿accesible? Sin embargo discrimina un grado. Cuando manda lo hace con cierto desprecio, distancia, marcando las clases incluso a su subordinado directo, al que le hace bromas como que ya sabe quién le va a limpiar las botas la siguiente mañana, o le espeta: ¿Te quieres ganar un arresto? Le ordena que conduzca él, a pesar del desconocimiento del terreno y de llevar un profesional que lo conoce y que domina ese tipo de coches como nadie.
Su preocupación principal es que se ha olvidado la gorra en su coche, y por ello no para de inquirir si está allí o no, porque no vaya a llegar el GMOE y… Su otra preocupación es estar para la llegada de éste, y cuando alguien le hace ver que eso puede hacer que se retrase monta en cólera y habla ordenando con toda la mala leche posible, a pesar de que muchas de las pérdidas de tiempo que estamos teniendo han sido culpa suya, por afán de protagonismo, por afán de chulería, como el subir a un punto determinado por una zona de bancales y plantas que laceran como cuchillos, con taludes prácticamente inaccesibles o de muy difícil acceso. Le digo que hay un camino cerca para el Nissan, pero me contesta que si yo podré, con interrogante, o que me vaya en el coche porque cree que para mí será difícil… No soy un miembro de operaciones de especiales, es cierto, pero la montaña es mi marco… Comenzamos y se va quedando atrás. Mi amigo me dice que bajemos el ritmo no vaya a ser que…
Tras la visita del GMOE nos quedamos sin tecol. Comienza la fiesta, el espectáculo.
1ª noche.
Día intenso. Extremadamente fatigoso. Exceso de kilómetros, paredes altas, algún descenso… Cenando bajo los pinos. Comida triste recogida a salto de mata. A veces he tenido cosas peores, también mejores. Las circunstancias. Lo importante es el desarrollo del momento, la montaña, las dificultades, el estar con los mejores especialistas. Aprender de ellos y con ellos, solventar obstáculos y escuchar este mundo nuevo, inédito para mí, al menos en directo, pues sus batallas las he oído con un par de amigos de allí dentro, y de alto rango. Sin nombres. Absolutamente prohibido. La seguridad lo exige.
Hablo con un sargento primero. Una cazoleta de café amargo y un cigarrillo en las manos.
- Cuando estás en una situación real, mientras se planifica, se organiza y te preparas, no hay nada en la mente, como miedo personal o por mi familia. Todo eso queda al margen.
- ¿Por qué?
- Porque automatizas. Durante toda la vida te has estado preparando para eso. Has hecho esas cosas miles de veces, en las maniobras, y actúas como si fuera una más. Sólo cuando comienza, o bien saltas del helicóptero o bien bajas del camión o del coche, te planteas el hecho. Y este es: ¿Estoy preparado para esto? Hasta ahora me han pagado todos los meses para hacer esto y cuando se presenta me asaltan estas preguntas: ¿Daré la talla? ¿Mis hombres darán la talla?
- ¿Qué te preocupa más, la primera o la segunda?
- Buena pregunta. Se ríe. Me alegro de que me hagas esa pregunta -en un remedo de gracioso, como si fuese una entrevista de periodista a personaje-. Pero la pregunta se queda en el aire.
Me cuenta cuál era la situación real. Renuente al principio para después pasar a generalidades, aunque sin querer decirme cuál era el objetivo. Pero la confianza, el frío, la noche que une, el hecho de saber que escribo y que a mi lado está mi mejor amigo, jefe del grupo, desata la lengua. Hace una pausa y lo suelta.
- Se trataba de entrar de noche en un pueblo serbio, donde había algunas casas separadas unas de otras y donde se sospechaba que, en el granero de una de ellas, había armas escondidas. El objetivo es entrar sin ser vistos, hacer fotografías, sacar pruebas y presentarlas al mando para demostrar que ahí hay eso y cómo actúan los serbios. Sabemos que los serbios son duros y están locos. Sabemos que todos tienen un kálashnikov, y aunque son personas y nos respetan o nos temen como fuerzas de la KFOR, queda el peligro que, de noche, se levanten, te descubran y, por miedo o por lo que sea, disparen, que se les crucen los cables. Porque a las dos o las tres de la madrugada, ¿qué pueden pensar que somos?, ¿qué hacemos? Y ante eso, ¿cómo responderíamos? ¿Hasta dónde me está permitido? ¿Puedo disparar a muerte sin problemas, sin límites? ¿Responderé a lo que se espera de mí? Hace una pausa. Mis hombres son todos unos pavos…
- Pero, ¿no son voluntarios? ¿No son todos del GOE?
- Sí, pero no valen “pa ná”.
Se calla de nuevo. Creo que con un vino y mejores viandas contaría más, o tal vez no pueda o no quiere contar más.
2ª noche.
Otro día de infierno. Intenso y magnífico.
Volvemos en el jeep, de madrugada. La noche tirado en el monte, comiendo lo que se ha encontrado. Vueltas y revueltas en busca de un enemigo fantasma. Toda una odisea. Me recuesto dentro como puedo. Un soldado primero, y uno raso con un gorro del desierto sujeto por los laterales, hablan sobre mujeres. La típica conversación de hombres. No hay variación apenas. Es lo típico. El soldado raso habla muy fino. Parece de Madrid, de Valladolid o de algún sitio similar. Gira la conversación hacia las motos. De mal en peor. Uno de ellos, no recuerdo cuál, opina sobre el que se mató, que se joda, larga, se lo merecía. No sé a qué se refiere, no puedo centrarme en sus conversaciones, me matan. De nuevo a las mujeres. Uno de ellos vive con una, en una casa con jardín y gatos extraños. Ha matado a uno; abatido, dice. No puedo más. Cierro los oídos, pero nada. El primero se tumba y sigue hablando mientras se baja el gorro sobre los ojos, como para dormir. Me suena a película de la guerra de Irak. Qué vida. Qué conversaciones. Me gustaría conocer a la mujer que vive con el soldado primero para saber cómo puede aguantar semejante vida. Sus palabras clave, caótico, abatir y “niquelao”.Todo un diccionario unido a miles de tacos, risas sin sentido y conversaciones de impresión.
Llegamos. Me hago una especie de colchón con hojas de pino en un minihueco que previamente he hecho. Me meto en el saco. Hace un frío intenso. Dormiré poco pero tranquilo.
Mañana se acaba esto. Me marcho a mi mundo.
Una paella a la vuelta con un vino blanco. Mi amigo y yo. Recogemos mis cosas en el cuartel. Me regala ciertos elementos del ejército, material de primera para la montaña. Seguimos hablando. Me promete información, pero cuando salgamos por ahí.

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