No hay nada como ver la cara de sorpresa y asombro de un niño; de sorpresa ante la sorpresa. Todo es magia. Hoy lo he visto en los ojos de una niña que, de la mano de su padre, veía extrañada, asombrada, como al introducir unas monedas por la ranura de una máquina expendedora de tabaco, en una bar, salía un paquete de cigarrillos, que ella cogía, y después unas monedas. ¡Que mirada! Asombro, pureza. Esa belleza en sus ojos, ante la magia, es inigualable. Produce una emoción que no tiene límite. Me gastaría una fortuna, si la tuviera, introduciendo monedas sólo por ver esa mirada eternamente. Y qué no daría, por tenerla en mí.
2 comentarios:
Buena reflexión, Diego. La alegría de un niño es algo que no tiene precio, porque es algo puro y auténtico. Sí, ojalá los adultos conserváramos esa magia :)
Besos!
Sin duda, Mireia. Y es una pena, porque perdida esa ingenuidad, esa alegría, esa magia, sólo queda mediocridad y cosas materiales, vacío y tontería.
Un beso y gracias.
Diego
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