15/1/10

Por la senda de los adentros

Hay angustias que queremos apagar amagando lo perdido, huyendo, creyendo que todo es rocío. Velamos los ojos, acallamos el alma, caminamos en círculo. Todo es vacío, allí donde todo es distancia. Y en el camino desgarramos la tierra, arañamos los limos, respiramos los cienos, navegamos infiernos.
Laberinto incierto vadeado a golpes, bajo lluvia de nadas, por veredas sin dónde, abriendo puertas metálicas, repintadas, frías, con apariencia de alma.
Somos miradas de llanto, sonrisas de cuándo. Humedales. También hay margaritas, sí, pero la rosa, aun con espinas, resplandece tanto…
Círculo de incertezas ciertas. Tristeza para los siempre. Verbo de sin palabras. Negaciones inconsistentes de aquello que miramos tanto, en las níveas profundidades, alejados de lo prosaico.
El rocío refulge, sólo, en las claridades de los amaneceres vestidos de largo, fuera de los caminos y de los charcos, en los arriba.
Qué lentos son los cantares por los que lloramos, en los espacios irredentos, en los huecos de dentro, en los que
tanto ansiamos.

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