13/1/10

Mr. D&G y Ms. Happypeople

No sé cómo se conocieron ni cuándo, pero, a pesar de su disimilitud, siempre estaban juntos, aunque nunca sonreían cuando se miraban. Iban de la mano, cuando se encontraban, mirando al frente, sin hablar, como pensando. Hablaban poco con los demás, lo necesario. Eran extraños. Nunca nadie supo de dónde vinieron, aunque a ninguno pareció importarle, dado su mutismo y su huraño carácter, tan displicente, tan lejano.
Mr. D&G era perfecto. Parte superior de blanco, inferior de negro. Punto arriba, lana abajo. Zapatos italianos, abrillantados, no pulidos. Semicalvo. Calva casi tapada con una fuente de pelos distraída. Patillas finitas. Se conciencia, como con desgana, pero a propósito, o eso parece. Pose estudiada. Gafas de marca, con una funda tremenda, de diseño, a la vista. Finas, Luna Kool. Llavero de diseño con las llaves del coche, o de la moto. Otro de D&G con las de la casa. El logotipo a la vista. Reloj de diseño. A la última, grande, de acero. Esfera negra. En la derecha. Es esquelético. Cojo, o semicojo, para ser más exacto. Hace gestos extraños con la boca. ¿Para llamar la atención? Lanza los labios hacia delante y los aprieta. Se mete el dedo en la boca. ¿A quién se lo hace? Se estudia las posiciones. Es un dandy. No puedo quitarle ojo, aunque lo desvío hacia ella, de vez en cuando.
Ella es angulosa. Se afeita. Tiene ya unas cerdas que se notan tras el afeitado. Dejan sombra. Y, en el lunar sobra la boca, unos pelos tremendos, que se deja largos, y es extraño. Posee una perilla cojonuda. Nariz aguileña y algo ancha. Y tiene una nuez de Adán alucinante. Ausencia de carnes. Escuálida. El pelo, horrible, teñido de naranja y oro. Bajita. Enana casi. No creo que llegue a uno cuarenta y cinco. Pantalones pitillo. Ropa de neohipy o mezcla entre hipy y heavy. No lo sé. Suéter azulón y azul marino a rayas, hecho por ella -por lo mal hecho que está, deduzco-, de nudo gordo. Antiguo y gastado. Y una especie de bufanda lila nazareno. ¿Será un transexual? Pregunta idiota que me hago y que desecho tras darme cuenta, y es que el alcohol en mí hace estragos, y llevo demasiado en el cuerpo.
Termina la reunión y se levantan al unísono, compenetrados. Se miran, nos miran, y se van de la mano, con sus andares extraños.
No puedo quitarles la vista de encima. Y pienso en lo raros que son. Aunque me pregunto si nosotros no lo seremos aún más.
Se vuelven de repente y se me quedan mirando. Me estoy sintiendo cada vez peor, pero no sé si es por ellos o por el alcohol. Creo que debo dejar de beber, o de trabajar. Se giran de nuevo y siguen hacia delante con su extraño andar. Y el caso es que encuentro algo agradable en ellos, que no sé lo que es, pero agradable. Tal vez sea que me gustaría ser como ellos, que al menos me distinguiría de esta otra caterva de simples, e iguales, como yo, tal vez, con los que me codeo.
Debo dejar de beber, o el trabajo mejor.
Desaparecieron como aparecieron, de golpe. Nunca se ha vuelto a saber de ellos. Eran extraños, aunque siempre me atrajeron.

2 comentarios:

Pandora dijo...

Me encanta este cuento! He sentido como si fuera yo la que lo estaba viviendo. Los personajes me caen bien. Es raro, pero me gustaría abrazarlos.

Un saludo!

Anónimo dijo...

Me alegro María. Son tiernos a pesar de ser distintos, o quizá por eso, por ser tan distintos y tan mirados de esa forma en que la gente mira a los distintos. Dice mucho de ti ese deseo.
Un saludo.
Diego