26/3/10

El color y las formas. Rávena...

Aún hay salas de espera en algunas estaciones de tren de Italia, como las antiguas de España. Al menos en Rávena. Espero mientras atardece. Un niño, abrigado como si fuera a nevar (un inverno lungo, molto lungo, dice su madre), no cesa de gritar como un energúmeno, mientras su madre se desgañita hablando por el móvil con alguien que, al parecer, no debe oírla bien. Extraño caso, o no, quién sabe. Frente a mí, un panel con propaganda institucional, de la Comuna de Rávena: STANZO DELLE COCCOLE. Una stanza per bimbi con mamma e papà. Todo rosa. No sé si esa sala de espera está pensada para madres, aunque una pareja de personas negras están enfrente de mí, y al lado otra de ancianos. El color de Ravena es excepcional. Y lo es por bizantino, por oriental. Mosaico en el interior y ladrillo al exterior. Cromatismo frente a uniformidad, brillantez frente a . Bizancio y Roma. Oriente y occidente. Pregmatismo frente a imaginación. Es la majestuosidad del Paleocristiano, el primer paso a Venecia, pero antiguo, primigenio. El preciosismo del mosaico vidriado, la meticulosidad, el juego de los colores, en tonos de verde, amarillo y azules marino. Tonos y tonos que se mezclan con una precisión y un gusto exquisito, digno de una cultura, de un imperio que se deshace en su decadencia eterna acercándose al gusto de oriente, impregnándose de la luz de oriente; un imperio oriental en su magnificencia y en su opulencia. Edificios pequeños los de San apolinar, San Vital y el Mausoleo de Gala Placidia. Todo mi mundo emocional de los ocho años rescatado de nuevo, y el de hace unos años, cuando vine a esta ciudad por primera vez, ya fuera de la imaginación y de las imágenes de la enciclopedia de arte que mi padre tenía y que me bebía en las mañanas de domingo, frente a la gran ventana de mi casa, en mi niñez. Color, colores. Ojos llenos en busca ya de la belleza, y desde entonces esa búsqueda constante, y tan gratificante. Es tan impactante el paleocristiano de Rávena por distinto al resto de Italia, tan sublime, tan sutil y delicado que aturde. Impactante y desasosegante al tiempo que que da tranquilidad. Es la belleza absoluta del color en las formas estéticas y técnicas del siglo V. La ciudad es tranquila. Excesivamente tranquila. Ausente de turistas, lo que permite estar y mirar. Algunos grupos de niños, italianos, de colegio, que van de un monumento a otro y que miran con asombro al que habla español, tan inusual aquí. Y las sorpresas, inesperadas y espléndidas. Una exposición de prerafaelistas, con algunos cuadros de Rosetti, de Bourne Jones..., aunque sin la Ofelia; con esos rostros de la mujer de Rosetti, tan del romanticismo, con ese aire ausente, melancólico, de vida que se va en la emocionalidad de momentos vividos, perdidos, de ausencias sentidas, del otro, de lo que se ansía, de lo que se quiere y no se tiene, de las pérdidas... Ofelia. La otra sorpresa inesperada, para despedir el día, para regalar el oído, al margen de la musicalidad del italiano, que aquí no lo es tanto (un italiano más seco, sin cadencia, ausente de gestos; personas que andan y miran despacio, que hablan despacio, que están despacio; de mirar serio, adusto en su hablar y mirar; gentes lentas, como antiguas, gente de siglos, como sus mosaicos), la sorpresa del Requiem de Mozart en San Apolinar. La magia del genio de la música, el regalo de su Requiem, la música sublime de la muerte en esta iglesia de siglos, entre el color y el brillo de los mosaicos, en Italia. Un Requiem italiano. Placer de placeres. Y no puedes cerrar los ojos ante tanta belleza. Y sientes las notas como entran en ti, como te poseen, como se hacen uno. Te vuelves color. Eres música. Eres, pero no eres al tiempo que eres. El tren desliza lento por los campos de la Romaña, hacia Bolonia. Campos de tierra negra. Campos de verde. Llanuras inmensas moteadas de algún montículo. Campos que se dividen por vallas de madera. Perales revestidos de blancas flores. Blanco sobre verde y marrón, en hileras. Tierra nevada de flores. Y la noche apaga la luz con el suave deslizar del tren por los raíles. Dos mujeres hablan sonriendo. Los edificios desaparecen con rapidez. Casas pintadas de ocres, en rojo toscana, en color teja. Esas casas típicas de la Italia del norte y del centro, con las contraventanas de madera, en marrón o verde. Contrastes bellos de color. Y el tramonto. De nuevo Bolonia, con su elegancia discreta y la extraordinaria belleza de sus gentes, y ese su estar y moverse. Noche boloñesa. Y suena “The moment of surrender”. Es curioso. Los tiempos. ...the softway... begin to get back... U2. La voz envolvente de Bono. Puro terciopelo. La noche en Bolonia es tranquila. Música en directo.

Es morena, con el flequillo cortada en forma de media luna y ligeramente por encima de las cejas, que sonríen como sus ojos y su boca, casi de una forma permanente; la boca perfecta y el cuello eterno. Chaqueta negra de paño, con bordados en negro, también, pero brillantes, como de terciopelo. Una camiseta blanca con un dibujo de mujer, de contornos negros, donde resalta el colorete de las mejillas, en rojo; en el cuello del dibujo hay un lazo enorme, de seda negra, que cae en cascada, muy elegante; falda larga, ajustada, en negro con pequeños lunares blancos; medias de un tenue gris; y zapatos planos y negros. Pendientes de cristal, en negro y marfil, y una pulsera de madera en rojo burdeos con algunos signos dorados y negros. Un conjunto perfecto. Me encanta la delicadeza con la que me habla, su suavidad, su cadencia, la brillantez de su mirada, sus formas; pero no debí ir a Florencia, porque hay espacios que se te hacen vívidos, de una intensidad tan perseverante, tan acuciante, que te llevan al recuerdo, y ahí, no pudiendo ser no lo evitas, y te acuestas en él, en ese recuerdo que quieres tanto, y te meces. Y es que hay tiempos que son, y siendo son inevitables, únicos, y quieres revivirlos, y los espacios están vacíos pero llenos, y hay otras formas pero siguen y están y los sientes y... Me gusta hablar con Andrea. La música en directo y una cerveza. Me gusta como desgrana este italiano de Bolonia en su voz de mujer, algo grave, tan suave.

8 comentarios:

Lara dijo...

Que bonita, como se nota que estas en italia
¿Qué día vuelves?
Que espero que te lo estes pasando bien
Besos, Diego

Anónimo dijo...

L'élégance dans l'écriture
aux mille parfums sensuels
Pudeur jouissive !
On entend presque la musicalité de ravenne en do si la Majeur
drapé de dentelle noire
Couleur en fusion
au crépuscule bizantin
_____________________________
Bonne soirée Diégo
Un Baiser de France
jusqu'a l'espagne
Elisabeth

Pandora dijo...

Se ve que has estado viajando. Es fantástico que te fijes en esos detalles, yo no sabría expresarlos. Me limitaría aun "Italia se sale!" y poco más.

Un beso y disfruta del viaje! :D

Anónimo dijo...

Gracias Lara.
Diego

Anónimo dijo...

Vos paroles, si elles sont belles, et accompagnant les images vues. Merci beaucoup, Elsabeth.
Un jour heureux pour vous. Un baiser pour toi.
Diego

Anónimo dijo...

¡Cómo que no, María! Tienes la capacidad para ello, lo he visto. Pero lo tuyo, quizá, va por otras cosas.
Un beso, y gracias.
Diego

Santa Biología dijo...

jODER, me quito el sombrero ante este relato. Fabuloso.

Un saludo

Anónimo dijo...

Me alegro de que te guste.
Me gusta eso de santa Biología (una de mis pasiones de siempre, pero como simple aficionado). Pasaré a ver esas cosas santas de tu biología.
Un saludo.
Diego