21/3/10

Eustaquio. Historia de un asesinato. Final

Y así lo hizo. Salió de su habitación y fue directamente a la cocina. Su madre le miró. Cogió un cuchillo y la degolló. Con el cuchillo en la mano, chorreando sangre, fue hacia el comedor. En el pasillo se encontró con la abuela, vestida de gris, renqueando y apoyando la mano derecha en la pared para desplazarse, en un vaivén que aquel día le pareció gracioso. Levantó la vista del suelo y se quedó mirando. ¿Adónde vas con ese cuchillo hijo mío?, le preguntó. Él le puso la mano izquierda en la cara mientras le clavaba repetidamente el cuchillo en la barriga. La dejó desplomarse en el suelo. Siguió adelante. Entró en el salón y su padre, temiéndose lo peor, intuyendo tal vez lo que se avecinaba, se levantó de un salto del sillón en el que, apoltronado, disfrutaba de un partido de fútbol en la televisión. No le dio tiempo. La barriga grande, las piernas lentas, y el cerebro abotargado por tanta desidia y tanta abulia, dieron lugar a que la rapidez del hijo, dada su juventud, llevase el cuchillo al ojo derecho del padre en primer lugar, quien mientras se debatía entre gritos de dolor, fue atravesado en segundo lugar y repetidamente, sin pausa alguna, por el acero, en el corazón y en el vientre, y en los brazos cuando trataba de oponerse a ello. Dejó la masa sanguinolenta tirada encima del sillón mientras el locutor cantaba un gol del Betis y los jugadores se abrazaban con su autor. Se fue después a la habitación de las niñas y las encontró en la cama de María, a las dos, abrazadas, llorando. Cuando le vieron entrar dijeron que no, dijeron: Eustaquio no, por favor. El oír su nombre le enardeció más aún. Se fue hacia ellas y las acuchillo sin piedad. Abrió el aseo de una patada. Su hermano se encontraba en la taza del váter con una revista en la mano izquierda mientras con la derecha se dedicaba a su pasatiempo más querido: el onanismo (acción que siempre realizaba tras defecar). Eustaquio siempre pensó que ese hecho era producto de cierta tendencia homosexual. Felipe, su hermano, levantó la revista para protegerse, cerró los ojos y juntó las piernas, girándolas ligeramente hacia la derecha. Una mulata desnuda le cubría la cara. El cuchillo atravesó el pecho de la mulata y se clavó en el cuello de Felipe. Otra cuchillada en el corazón le provocó la muerte instantánea.
Reunió todos los cuerpos en el comedor. Apagó la televisión. Encendió un cigarrillo y esperó a que la policía llegase. Y lo hizo, tirando la puerta abajo y con las pistolas en las manos. Le gritaron que se tendiese boca abajo. Se tumbó. Lo esposaron. Lleno de sangre, con una ligera sonrisa y con la cabeza alta salió de su casa. Los vecinos le gritaban: ¡Eustaquio, mal hijo, asesino! Él no comprendía nada. Y la sonrisa se le fue desapareciendo de la cara. Buscó cámaras y periodistas pero nadie había. En la comisaría le preguntaron el nombre. Eustaquio García Rodríguez, dijo, producto de nerviosismo. Eustaquio, deletreó el policía lentamente. Hay que joderse, dijo el policía, vaya mierda de nombre. Vaya mierda de nombre, volvió a repetir. Te vas a pudrir en la cárcel, E-u-s-t-a-q-u-i-o.
Al día siguiente, en su celda, pidió un periódico. Le fue difícil encontrar la noticia. En una columna pequeña, de las páginas interiores, se contaba que Eustaquio García Rodríguez, peón de albañil, en paro, de 23 años, y con las facultades mentales algo dañadas, había asesinado a toda su familia sin razón aparente.
Cuando le llevaron la comida lo encontraron colgado, con la sábana, de los barrotes de la ventana.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

houla effectivement j'en étais (a des kilomètres )expression Française pour dire ..
j'en étais très loin
l'histoire en elle même ressemble a beaucoup d'autres histoires donc je ne dirais pas qu'elle est passionnante se qui EST passionnant
EST de tenir le lecteur jusqu'ou bout de l'histoire
Et voilà comment on reconnaît le talent de l'Ecrivain
donc voici le talent de Diego Jurado Lara
la bonne soirée Diego
accompagné d'un Baiser
Elisabeth

Lara dijo...

¿Seguro que no conoces a ninguna chica que se llama como yo? A parte de mi, yo creo que sí. Bueno que esta historia es igual que las otras y no se como lo haces yo tardo dias en escribir una, y tengo que hacerte una preguntilla, ¿tu te has leído el libro de África Llora? Te doy mi correo es tete.larika@hotmail.com
Besos, Diego

Marisa dijo...

Triste final para Eustaquio, pero merecido.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Merci beaucoup, Elisbeth, pour ces belles mots. Et d'enseigner ces expressions françaises, si totalement inconnu pour moi. Au loin, en effet.
Bonne nuit, et un baiser pour vous aussi.
Diego

Anónimo dijo...

Pues no, Lara, no conozco a ninguna, salvo mi sobrina y una amiga rusa.
Supongo que es cuestión de práctica, de imaginación y de mucha lectura. Y sí, lo he leido.
Gracias.
Besos.
Diego

Anónimo dijo...

Excesivamente triste, Marisa, excesivamente. Al final incluso me dio lástima. Pero el merecimiento creo que iba en la historia, por necesidad, tal vez por moral, tal vez porque la vida se ceba con ese tipo de personas. No sé.
Un abrazo.
Diego

Lara dijo...

¿Te gustó el libro de África Llora?
Yo es que me lo estoy leyendo
¿No tienes a ninguna alumna que se llama Lara?
Besos, Diego