10/3/10

Y el dolor es negro

Los pasillos largos, en tonos de ocre, claros. Baldosas blancas y grandes que se pierden en perspectiva, lejana. Pasillos eternos, vacíos, cuyo suelo refleja las rectangulares claridades de las luces del techo. Silencio roto de vez en vez por las ruedas de camillas empujadas por mujeres con ropa azul. Silencio. Olor a hospital que se te mete en el cuerpo y no te abandona, que te envuelve. Conversaciones ausentes. Ojos inquietos que esperan e inquieren, que miran a cada ruido que se escucha. Cabezas que se elevan y miran hacia la puerta, esperando. Caras ahítas, semblantes serios, gestos adustos. Esperas. La sala pequeña. Una tos constante y persistente. Una cabeza entre las manos. Nadie mira a nadie. Nadie habla. Todos esperan. Olor a hospital. Sensaciones de ausencia. Cuerpos lentos. Espíritus traspasados por el momento. No es lugar para sentir, no es lugar. Te apaga. Te vacía, te aturde, te queja. Extraño lugar de ausencias, de languideces lentas, de dolor contenido, de miradas secas.
Y siento, cómo siento. Y el dolor es negro.

2 comentarios:

Marisa dijo...

Además de una descripción verdadera de un hospital, has plasmado la verdadera e impresionante sensación del mismo de forma tangible. Triste y negro lugar, como dices, a pesar de sus blancas baldosas. Me ha sobrecogido tu grafismo: se ve, se huele, se oye, se toca el dolor no elegido.
Un abrazo, Diego.

Anónimo dijo...

Muchas gracias, Marisa. Eso es lo que es, un lugar para no estar, un lugar que apaga, que queja.
Un abrazo.
Diego