7/12/07

ENTONCES SÓLO SERÁ RESPIRAR

Nos conocemos de antes. Ya vivimos, de atrás. Siempre de atrás. El tiempo es neutro, y por eso.
- Siéntate, espera, le dice con seguridad.
- Sí, le responde. ¿Qué vas a hacer?
- Nada, sólo estar.
Se entretiene en mirar. Las cosas parecen estar en su sitio, pero siente algo que lo desordena, aunque no sabe muy bien qué es. Los olores son, cree. Pasea la vista en busca del desconcierto, pero no da con él. Quizás, se entretiene en pensar, todo sea una mera imaginación, pero siente que no y por eso sigue en la búsqueda. Tal vez sea tan sólo el esperar. Se conforma con eso, pero en el alma hay algo que le impide estar tranquilo. De nuevo pasea la mirada. Los olores son. ¿El tacto tal vez? ¿Los sabores? Pero no puede. Se da por vencido y abandona.
La espera se le hace interminable. ¿Por qué no vuelve? Oye ruidos y mira en la dirección de donde provienen. Nada. Todo es esperar.

El antes fue diferente Lo que no entiende es el ahora. ¿Por qué? Se pregunta. Hay cosas que no se consigue explicar. La seguridad en la que vive es absoluta y esta situación es desconcertante.
Siempre supo controlar. Dominaba todo con esa seguridad que da el dominio sobre los demás, y el propio autocontrol. ¿Y ahora?
¡Joder que puta mierda! Si esto es así no quiero. ¿Qué coño me pasa? ¿Si puedes tener lo que quieres, ¿qué haces perdiendo el tiempo? Todo para sí mismo.
Se mira las manos. Bonitas. Pequeñas pero bonitas. Manos de mujer en cuerpo de hombre, como su alma, el alma de hombre más parecida al de una mujer que nunca había visto. Y eso le acercaba a ellas como nadie. Y tal vez por eso…
¿Qué hace? Le incomoda esperar. Demasiado tiempo. Me voy. Sólo cinco minutos más. No merece la pena. Antes fue antes. Estuvo bien, pero fue antes.


- Hola. Perdona. Tenía que terminar unas cosas.
- No te preocupes.
Mira su rostro. No era el ambiente. Todo estaba bien. Es ese rostro, o lo que hay en él.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué, qué?
- Nada, era por preguntar.
- Ah.
- Te llamé no sé por qué. La verdad es que no lo sé. Las cosas, a veces, son así. No te lo sé explicar. Tampoco merece la pena darle vueltas. Son. Sólo son.
- Ya. Pero… Bueno, vale, quizás lleves razón.
Sigue pensando en el qué, y no encuentra la razón. Pensaba que sería otra cosa, pero no. Le dio por mirar. Todo igual. ¿Los olores del ambiente o los suyos? Se acercó.
- ¿Qué haces?
- Oler
- Ni que fueras un perro.
- Sabes que no. Sabes que el olor es.
El conocimiento en el antes era tan profundo que sabía que la frase sería entendida sin más. Se dejó hacer.
- Me gusta tu olor. Lo echaba de menos.
No le responde. Mira en sus ojos. Cierta vacuidad. Pero siempre fueron vacuos esos ojos, y con un deje de tristeza. Siempre la vio. Y vuelve al antes. Se entretiene en los recuerdos. Estuvo bien. Muy bien. Pero, ¿y ahora? Le toma la mano y la mira, la pasea con sus dedos. Su suavidad le recuerda. Estuvo bien. ¿Por qué ahora? Mientras recorre rincones en la vuelta al antes. Estuvo bien. La cabeza se le descompone. El antes y el ahora. Y ahora… ¡Qué desastre!
- Cuéntame.
- ¿Qué quieres que te cuente?
- No sé, tú sabrás. Supongo que después del antes tendrás qué contar.
- Claro, no todo es vacío. Ni siquiera los sueños. Porque el vacío de los sueños conduce a un sueño vacío.
- ¿Y tienes sueños?
- Sí, pero no te los voy a contar.
- Como quieras.
- Cómo eres. ¿Qué te cuento? ¿Cómo estuve? ¿Qué sentí?
- Sí.
- ¿Por qué? ¿Te interesa saber?
- Has sido tú quien quería.
- No, no, has sido tú.
- Es igual. Es todo tan…
- ¿Tan qué?
- Tan duro, y el ahora, no sé. ¡Joder!
- ¿Qué?
- Al final acabaremos…
- No.
Sonríe. La luz le ilumina la cara y desdibuja los defectos. No puede apartar los ojos de ese rostro. Fascinación, pura y simple fascinación. Como antes.
¿Pero qué coño te pasa? Se pregunta. ¿Tienes lo que quieres y cuando quieres? ¿Qué coño te pasa? ¡Recuerda joder! ¡Qué puta mierda! ¿Qué es?
El juego del despropósito le produce intranquilidad. Por vez primera siente la intranquilidad en una situación así. La pérdida del control confunde.
- ¿En qué piensas?
- En nada.
- Sabes que no. Te conozco. Te quedas así… ¡Vuelve!
- Estoy.
- Ya.
Media sonrisa en su rostro. El conocimiento. Siempre atravesó sus ojos hacia el interior.
La mirada como un dardo. Demasiado poder. Piensa, ¿y si me oculta? ¿Para qué? Me voy, no merece la pena.
- ¿Qué vamos a hacer?
- Nada, sólo estar. El día a día, ya sabes.
- ¿Para qué?
- Para estar.
- No sé si me interesa. ¿Me interesa? ¿Me debe interesar?
- Tú sabrás. Siempre dices que lo importante es caminar.
- Sí, pero… Joder, es que…
Hay un vacío de palabras que se llena a base de miradas. Sigue recorriendo con su mano los espacios. Se deja hacer. Las mismas sensaciones. Y sabe que hay cierta reciprocidad, pero…
Como me gustaría estar dentro. Saber de verdad. Intuye debilidades pero no sabe por qué. Aguarda. El tiempo pasa con esa sentencia que hiela el alma, y lo teme porque se acaba. Ahora sabe que sí. Está otra vez igual. El Dios del dominio y el autocontrol dominado. ¡Qué traspiés! Es igual.
- Hace dos semanas murió una amiga.
- Lo siento.
- No importa
¡Joder, si importa! Me dejó del revés. Decidí que todo a la mierda, que ya estaba bien. Había perdido. Lo había olvidado. Decidí vivir. Decidí disfrutar. Sabe que puede, pero está perdido. Esa sensación le quema. Sabe que lo conseguirá, siempre ha sido así, ¿por qué ahora iba a ser diferente? Sólo tiene que abrir los ojos, y abrírselos también. Pero cómo cuesta. La negación es lo evidente. Nota cierto placer en esa negación, y eso le jode.
- Placer no hay, ¿no?
- ¿Qué?
- Nada, estoy en mi mundo.
- Pues sal de él o déjame entrar.
- No.
- Gracias.
- Me gustaría estar dentro.
- No.
- No era eso. Dentro de tu mente, o de tu alma. Porque, ¿tú dónde lo tienes?
- ¿Qué?
- El pensamiento.
- ¡Vaya pregunta!
Vueltas y más vueltas. ¡Qué sensación! Otra vez al antes. Y ahora es antes. Ojalá no. ¿Que tiene? ¡Vaya pregunta! Pero ahí está ¿Qué tiene? ¿Sigo? ¿Me voy? No tiene sentido. ¿Quiero vivir en un absurdo? ¿En esperar que sea o lo que sea porque se niega por yo qué sé? Me voy.
Y tan rápido como le viene se le va. ¡Que asco de vida! Hay días que es mejor no levantarse, piensa. Me quedo y Dios dirá. ¿Y si dice no? Pues me corto las venas y adiós. Tampoco pasa nada por no estar. Porque sería incapaz. Ahora lo sabe. Mejor no estar que no estar. Menos mal que me entiendo.
- ¿Miro en tus ojos?
- No sé.
Mejor el antes. Pero el ahora está bien. No sé hasta cuándo, pero está bien. ¿Y después? La muerte dulce. Si esto es la agonía… Aunque sólo yo disfrute. La muerte dulce. Me gustaba más el antes. ¡Qué ceguera! Por lo que fue y negaste ser. Está bien. No hay más ciego que el que no quiere ver. Pudiendo tener no tener por decir no tengo. La muerte dulce. Dejarte ir. Al final todo juego es inútil.
- ¿Qué piensas?
- Nada.
- Sí.
- En la muerte dulce.
- Ah.
Cuando ya no esté entonces te dirás: ¿Por qué no? Pero sólo existirá la muerte dulce. Como mi amiga. Tal vez tú sí, yo no, ya ves. Y todo por el antes. Espérame. Tal vez no haya más, y entonces… Entonces sólo será respirar.

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