25/12/07

Las hojas muertas

LAS HOJAS MUERTAS


Ayer, al entornar los ojos, la luz que entraba, suavizada en amarillo por el color del cortinaje, a través de la ventana, le llevó al ensueño de cosas que no supo si eran ciertas o producto del calor, o del color.
Tarde de invierno, de esos inviernos suaves del Mediterráneo, donde el sol cubre como terciopelo; le ocupa la piel de arriba abajo, con la tonalidad del amarillo, con el olor del jazmín, rozando el aire, acercándose al suelo, deslizando.
El cuerpo extendido en el sillón, la cabeza ligeramente inclinada en un ángulo apenas perceptible, pero sensible, en el conjunto, y apoyada; las piernas extendidas y cruzadas, aunque levemente encogidas; los brazos, posados, rompiendo el espacio e introduciéndose en él, con las manos suspendidas en en el aire, como un escorzo en la atmósfera de un cuadro de Caravaggio…, y la mente perdida, perdida en los recuerdos de la última noche, alargada hasta el alba.
Toda la noche mirando entre las… ¿Entre las qué? No encuentro las palabras. ¡Qué malo es el champán! ¿Pero qué se puede esperar después de tres botellas bebidas en soledad? Y aun así no pienso acabar. De beber, de escribir, de sentir, de... hasta acabar. Nada más. Cuando acerco la copa a la boca veo los tonos de iris en el cristal y las burbujas que rompen con su débil crepitar mientras me muero en esta mi soledad. Radiohead suena lento y me acompaña. Menos mal. Aunque sea sólo por acompañar.

Toda la noche mirando su cara. Sí, eso era. Las luces apagadas y sólo una vela encendida -con un olor a mirra que se esparce por toda la habitación-, a la derecha, a mi lado, para dibujar. Siempre me gustaron más los lados izquierdos. No sé por qué. ¡Joder, qué buenos son Radiohead! Pero sólo hacen que muera más. La música suena lánguida y me lleva. La noto. La siento. Muevo la cabeza al compás mientras escribo. ¡Joder, qué letra! Y ya son demasiados joder. Es. Sólo es.


You can't take it with you
dancing for your pleasure
You are not to blame for
bittersweet distractor
dare not speak its name
dedicated it to all of you
all of your needs
Because we separate
the ripples on a black shore
rainbows
Oh reckoner
take me with you
dedicated it to all of you
all of your needs


Bebo otro sorbo y van mil. Sólo espero. Dejo que el Cd se repita y se repita mientras escribo, hasta la extenuación. Como yo. Y es que ni me siento ni me encuentro. No soy yo. O sí. Sí, claro que soy, pero hasta aquí. Sólo es cuestión de dejarse ir, acompañado. ¿Cómo no? Pero siempre fui solo. Siempre ha sido así. ¿Por qué siempre me han abandonado? La muerte me arrebata y la vida también. La muerte me dejó seco y a partir de ahí... no supe y ya, ahora aquí.
Mirando su cara, con el codo apoyado en la almohada y la mano izquierda sujetando el mentón. La mirada perdida en sus ojos cerrados. Repasando cada uno de sus contornos, delineados, desdibujados, por la luz que se mueve a intervalos de la vela que se consume en el portavelas y que se balancea con una sinuosidad que atormenta pero que embellece. Como hipnotizado. Y aunque me pregunto por qué, no sé responder. Sólo que es. Ella duerme con esa languidez que sólo he visto en ella, con esa tranquilidad que sólo ha tenido ella en mí. O que sólo he tenido en mí a ella. Dejada. Segura. El pelo castaño sobre la almohada azul, de un azul intenso, casi marino, que aporta algo inusual al mezclarse con los tonos que la vela da. Como un aura, un encuadre de humildad. Sencillez. Pureza. Eso es lo que veo y por eso me extasío ante esa beldad. No me canso de mirar mientras con la otra mano no paro de acariciarle el vientre con extrema suavidad. No quiero que despierte.
Y la música no para de atormentar, pero no la puedo quitar. Me acompaña. La siento y me entra como una sinrazón que me lleva hacia donde quiero. El oro del champán y el negro de las notas que lo invaden todo como una muerta sencilla, apagada y dulce que invade mi cabeza. ¿Dónde estás? ¿Por qué no estás? A veces. Sólo a veces. ¡Qué fatal! Se acaba la canción y otra seguirá, porque no para ni la paro. Hasta acabar. Suena y dice:

Bom dia, flor do dia
Começou de novo, acabou, começou
Olha como eu caio
Como figuras de dominó
Enfio os dedos no bolo
Sinto cócegas, cócegas, cócegas
É o que se sente agora
O que deve se sentir, o que deve se sentir
Razoável e sensível
Morto até o pesçoco
Estufado, estufado, estufado
Achamos que estava com você
Mas não, não, não
Sem razão alguma
Aperte os tubos e esvazie as garrafas
E curve-se, curve-se, curve-se
É o que se sente agora
O que deve se sentir, o que deve se sentir
O elefante na sala
Estrondoso, estrondoso, estrondoso
Em duplicatas, triplicatas
E sacos plásticos,
Duplicatas, triplicatas
Morto até o pesçoco
Estufado, estufado, estufado
Achamos que estava com vocêMas não, não, não
Aonde você quiser parar
Já basta, já basta
Eu te amo mas já basta, já basta
Ponto final
Não há razão algumaS
ua cabeça cheia de plumas
Derretida como manteiga


Me gusta más así, en Portugués. Me dice más. Me imagino las palabras habladas en esa lengua que me lleva. Desasosiego. Saudade. ¡Qué hermosa palabra! ¡La más hermosa! Aunque no haya traducción exacta en Español. Y la hablamos, no sé por qué. Y ahora no está.
Debo parar. El esfuerzo de expresarme me está deshaciendo y no puedo más. Sólo me dejo llevar por la música. ¡Qué melancolía! ¿Cuándo fui asi? Yo. ¿Yo? Qué cosas. Voy a bailar. La copa en la mano, y en la otra la botella. Champán Cristal. No podía ser de otra forma. Champán Cristal. Todo en ella es cristal. Me dejo envolver por la melancolía mientras dibujo siluetas en la habitación al compás de la música que me envuelve. Los ojos cerrados. El pensamiento en el más allá. El alcohol hace estragos pero es igual. Las notas me llevan y eso es lo único esencial.
Me siento para seguir. No puedo más. ¿De qué estaba escribiendo? Vuelvo hacia atrás.
Las horas pasan y no dejo de mirar. De mirar y de acariciar. Horas y horas oyendo su respirar. A veces me duermo, aunque intento que no, pero el sueño me vence. Y es que son días y días sin lograrlo conciliar. Me despierto con brusquedad. Me enfado conmigo y me detesto por dejarme ir. No me lo puedo permitir. El tiempo es limitado.
La muevo hacia mí cuando la noto de espaldas. Y, girando la cabeza, me mira con los ojos cerrados. Sonríe. La abrazo con fuerza. La atraigo hacia mí. La pego a mis entrañas para no dejarla salir. Mi mano le recorre todos y cada uno de los contornos de su cara. Con delicadeza. Con suma, suave y extrema delicadeza. Le aparto el pelo de los ojos. Ese flequillo que se deja de un extremo a otro de la frente y que separa con el dedo corazón cuando me habla y se le baja hasta taparle un ojo. Se lo aparto para ver su dulce cara envuelta en la niebla del sueño arropada por mí. Acerco mis labios a su cara y los dejo en su mejilla como terciopelo amable color burdeos. Como mi alma. Color burdeos. Y oigo su respiración. Y la necesito. Porque a veces no hay nada más aterrador que el silencio. Se la recorro toda, con los dedos. Las cejas, los ojos, con más suavidad si cabe. Esos ojos, que abiertos me matan y me llevan dentro. Los pómulos, la boca. Se la dibujo con extremo tacto. A penas le rozo los labios. Extraños. Muy extraños. Pero que me atren con la virtud de un poseso. ¡Cómo los echo de menos! Su tacto. Y me enquisto en ellos.
El brazo izquierdo se me duerme. Lo estiro bajo su cuello. Vuelve a sonreir. En sueños. Yo soy el que vela su sueño, el que guarda su anhelo. El ángel postrado. La negación y la vida.
Se me arruina la noche. Voy a por otra botella de champán. La descorcho fuerte. ¡Si me viera Wilde!
Ya todo da igual. Noto como se acerca la otra, la que me acompaña desde hace años y que pretende lo evidente, y que ahora ya. La noto dentro, en mis entrañas. Adueñándose de mí poco a poco. Lentamente. Me dejo llevar por la inercia de lo que siento porque me da igual. La siento y ya todo da igual.
Lleno la copa aflautada. La miro y me deleito en ella. ¿Será así el final? Espero que sí, porque es especial. Expléndido. De una belleza exquisita. Digno de una noche como esta. Digno de una vida como esta. Digno de esta vida tan tremenda que me ha tocado vivir y que ahora se me va con este último descorche de una botella de Champán Cristal.
Enciendo un último cigarrillo. El último. Ahora si que es verdad. Tantas veces prometido. El humo asciende y envuelve la copa y me lleva a recordar. El tono de sus palabras. No te duermas, por favor. No, estoy despierta, de verdad. Los ojos cerrados. Y ese respirar. El humo sabe acre con el champán. Mejor. Amargo. Le hablo mientras la acaricio y me dejo llevar. Me mezo en sus palabras, en su tonalidad. Y ella también se deja llevar. Las palabras suenan hermosas. Y el respirar. Anhelos de tiempo. Cuerpos que sólo son crepitar. La rodeo con mis brazos y le pido un abrazo y me lo da. Calor.
Hermosa. La más hermosa. La que más me dio. Me llena el alma. Y en ella mi alma murió. Me voy. No puedo más.

La muerte llegó queda, posándose con la languidez del cuerpo de una mujer sumida en el sopor de la siesta, arrebujada en los huecos de su amante, tras el éxtasis infinito de una pasión desordenada. Tranquila, como el rosa que el amanecer posee cuando acaricia.
Se apoyó en su cuerpo, aunque primero en su alma. Amablemente. Como si iniciase un cortejo, flotando en ese espacio que no es espacio; flotando en ese tiempo que ya no es tiempo. Extasiándose en su contacto, ante su vista, como si comprendiese la grandiosidad del acto a realizar, como si entendiese que aquel sobre el que se posaba era quien…

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