8/1/08

Para ti. Algo, aunque no sé muy bien qué.


Parecen cosas mezcladas, pero no lo son. Alguien, espero, lo entenderá. Y eso es suficiente.

Cuando alguno de nosotros decide ocuparse sólo de sus problemas, ¿está viviendo más tranquilo o está muriendo?
¿Se puede vivir así? Es evidente que sí. Casi todos lo hacemos. Pero, ¿eso es vivir?

Me decía alguien que quiero en exceso que “quizás si siguiese en la misma burbuja, me resultaría todo más sencillo, y viviría sin más, siempre esperando, y disfrutando, pero de otra manera, con otro pensamiento. No me cuestionaría tanto las cosas. ¿Y ahora? Es todo tan diferente”. Hay que ser diferente y aceptar serlo, querer serlo, dejarse llevar y comprender que en la vida hay más que la normalidad. Dejarse llevar, pero no por la inercia de la normalidad, o de la anormalidad, sino por lo que de verdad merece la pena.
Antes tenía un único objetivo, -seguía diciendo-, un único camino. Ya no es igual. Camino, sin saber exactamente a dónde. Y eso me pierde y me desconcierta. Nunca había sido así. ¿El sentido de la vida? Esta visto que no tiene ningún sentido. ¿Por qué hacemos lo que hacemos? Por mucho que me lo cuestione, no encuentro la respuesta. A nada, o a casi nada. ¿Cuál es el sentido? No lo encuentro, o no lo tiene. ¿Hacer un esfuerzo extra para aspirar a algo mejor? ¿Sería mejor? ¿Merece la pena vivir así? Hay que dejarse llevar, estoy de acuerdo. Pero si me dejo llevar no hago nada de lo previsto, o de lo que se supone que debo hacer. Porque quiero otra cosa, no eso. Bueno, realmente a estas alturas no estoy segura ni de lo quiero. Vivir tranquila, nada más. Disfrutar y ser feliz, con poco. Un momento de felicidad compensa siglos de tristeza. Pero los momentos de tristeza son abrumadores. Qué mareo.”
Y no. El sentido de la vida es la vida misma. Vivir, caminar, cogiendo lo que la vida te da, disfrutando de las pequeñas cosas que nos encontramos por el camino. Pensar que cualquier lugar es bueno para llegar. La sonrisa de un niño. El abrazo de alguien que lo necesita. Ayudar a quien lo requiere. Mirar. Sobre todo saber mirar. Conocer. Ser curioso. Andar por el placer de andar. Aprender. Pero todo eso, así, Sin más. Vivir la vida con intensidad. Porque si es malo sobrevivir, darse cuenta de que lo haces y sentir la ausencia de vida y no reaccionar es poco sano, y dice poco de uno.
Se sale de lo que hablo. O no. Pero ahí está. El que sepa ver que vea, y el que no, siempre sobrevivirá. Y yo sé que tú si sabes mirar.
Me refiero a esto: En 1995 fue muerto a tiros en Pakistán el pequeño líder Iqbal Masih, de 12 años. Su úl­timo mensaje fue: "Importa­dores, consumidores: decid no a las alfombras hechas por ni­ños".

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