26/12/08

Dolor


La esperanza no es el destino maldito y falso de los desesperados sino la pureza lúcida de la vida. Y sin embargo cuánto cuesta tener fe y esperar...

Un atardecer de un frío y gris otoño, allá en la infancia, aquel paraiso perdido, le llevaron al último de los patios, cerca de la morera gigante donde dormían los cuervos al anochecer, los enviados del demonio, decían. Estaba contigua a la cuadra y en el final de esta un pesebre y una puerta lateral que era la entrada, decían también, al infierno de Satán. Alli fue encerrado toda la tarde el niño de tres años por no querer comer. Llevado a correazos y sin parar de llorar en sus débiles tres años de de una tierna vida aun por comenzar, con el garante de ahí aprenderás. Y el llanto escurre por las mejillas y el temor le hace gritar. Los cuervos graznan su horrísono canto y el niño no para de llorar y golpear la puerta mientras mira hacia atrás temiendo el horrible momento de la aparición de Satanás. Y el llanto arrecia y el miedo y el espanto. La noche llega y con ella el final.

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