9/1/09

Sobre la felicidad y el sufrimiento.

¿Por qué tenemos miedo a ver la realidad y no la enfrentamos? ¿Miedo al sufrimiento? ¿Al dolor? ¿Es mejor huir que enfrentarlo y buscar la solución? Si huimos lo único que hacemos es eso, huir. La huida es un desmayo fingido. No podemos o no debemos nunca huir de las cosas que tememos, sobre todo cuando surgen de un entorno bueno y en el que queremos estar porque estamos bien y nos proporciona felicidad por experimentada, sino buscar las razones que nos provocan el miedo y tratar de superarlas, enfrentándolas. Tal vez el miedo al sufrimiento tiene sus raíces en el pasado y ahí es donde radica el verdadero miedo, a enfrentarnos a ese pasado, a buscar en nuestro interior y descubrir que hay algo que siempre hemos temido, o querido y no obtenido y que ahora alargamos en el presente. Tal vez radique ahí el fallo. Tal vez. Sólo tal vez. Sin embargo es más fácil y cómodo ver el miedo en el ahora y tratar de evitarlo con una huida, cerrando puertas, creando murallas internas, yendo en direcciones opuestas, ya transitadas y que sabemos el resultado, por vivido y desechado. Damos pasos atrás en un vano intento de evitar, aun sabiendo que nos equivocamos, pero preferimos la venda. Andamos hacia delante, obtenemos lo deseado, y por razones que nos negamos a reconocer, olvidamos, nos acomodamos y no hablamos, no dialogamos, no razonamos con nuestro yo y con los demás. Nos negamos a racionalizar las causas y nos quedamos con lo negativo, que agrandamos sin ver sus verdaderas causas y la posibilidad de cambiar, olvidando que el resto es mucho más. Pero el temor está ahí y lo queremos evitar. Nos decimos no hay cambio, siempre es igual, no quiero sufrir. Pero sabemos, si miramos en nuestro yo que la verdad está ahí fuera y en nuestro interior. Pero nos da miedo mirar en nuestro interior y en el de los demás. Nos da miedo hablar, racionalizar, y ver que los caminos duros se terminan y que las praderas siempre están, por vividas. Pero nos negamos con una constancia digna de la mayor estupidez. Volvemos a caer aun sabiendo que lo mejor siempre puede ser si se sabe vivir con uno mismo y con los demás, si se sabe mirar dentro de sí mismo y en los demás, si se sabe dialogar con uno mismo y con lo demás, si se sabe ayudar a uno mismo y a los demás. Es cuestión de voluntad, de mucha voluntad. Es saber y querer dar. Saber y querer recibir. Eso no es huir, eso es enfrentar. Eso es vivir. Con ello los caminos de rosas siempre estarán, aun con espinas, pero que sabremos quitar y aceptar y así poder apreciar con más exquisitez la belleza de la rosa, la belleza de lo tenido, la belleza de la vida. Duro, pero verdad. Y el premio… ¿la felicidad? Y sin embargo, cuando dimos un paso hacia delante, ese miedo nos lleva a dar tres hacia atrás, y nos quedamos ahí, pensando que esa incierta seguridad es mejor que luchar por lo que queremos de verdad, por lo sabido, a pesar de la complejidad, a pesar de que hay que luchar, tal vez, algo más. Tender la mano, ayudar, y todo se nos dará. Nada que merezca la pena se logra sin esfuerzo y tiempo. Se trata de ser parte de la solución o del problema. El que tiene un por qué puede encontrar un cómo. Sólo hay que querer. Al lado de la dificultad está la felicidad. Sólo hay que luchar, ayudar. Para terminar, nada mejor que una frase de Schiller: “He disfrutado de la felicidad que proporciona el mundo: he amado”.

2 comentarios:

Crestfallen dijo...

Así es: la gente vamos a lo fácil, a lo cómodo, no pensamos, huimos y no nos enfrentamos... y debe ser el miedo la razón, tal como dices. ¿Qué difícil es luchar, verdad? El ingrediente fundamental, que has apuntado: la voluntad.
Saludos Diego!

Anónimo dijo...

Ese es sin duda el quid de la cuestión, la voluntad para luchar por lo que de verdad importa. Pero preferimos huir. Así nos va.
Un placer siempre tenerte por aquí, Mireia.
Un saludo.
Diego