27/11/08

Adagio triste de un lamento

Suena un adagio. Hay una especie de tristeza y poesía en él que se une a la mía.
Vivo en los piélagos de la noche, como un ausente, tras cruzar la Estigia, manteniendo el último rescoldo como algo que, ni sé por qué, perdura inquietante en el interior de mi alma, como aguardando.
Sólo hay hiel para el sediento.
Dejar morir todo. Dejar que se apague, como una vela de color burdeos. Con la suave llama, azul, desapareciendo, a impulsos cada vez más quietos.
Desaparecer en el amanecer. Ya no sé ni lo que veo. Ni tan siquiera si veo.
Suena un adagio. Hay tristeza y poesía en él. Es un gran suspiro que lo envuelve todo, desde el principio hasta el final, para después expirar y desvanecerse en la nada. Yo dentro. Solo.
Y hay un lamento. Repetido como un mantra, como un sueño ya soñado y vuelto a soñar para volver a ser cierto. Ciego.
Vuelve al sueño en que nos encontramos. Llora. Tu llanto junto al mío lavarán las huellas de mi pecado. Ven y acógeme en tus brazos. Iremos a aquel sueño que vivimos. Volveremos a ser aquellos. Olvidaremos lo sucedido en este tiempo desesperado. Soñaremos ser lo que fuimos. Seremos sueño. Sueño vivido.
Suena un adagio. No hay pan para el hambriento. Sólo tristeza. Tristeza y lamento.

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