20/11/08

Negro. Muerto.


Hoy he visto el arco iris entre nubes y claros, rayando el cielo, quebrando la bóveda celeste entre el algodón gris de las nubes, matizado por la lluvia, y el azul a intervalos. Sol y sombra. Todo negro, oprimentemente negro, y el arco iris… aún más negro. La música de fondo, el recuerdo. Un triste tañido de campana que redobla a muerto. A descompás. En soledad. Como la soledad del fallecido. Y el muerto anda. Deambula quieto. Quietud inerte de vida muerta. No hay vida tras la vida. Senectud omnipresente. Hay un vacío que impide. No siento. Hay un ancla que me hunde ahí, donde la vida se detiene. El recuerdo de la vida vivida con un sentido preciso, precioso, amplio y verdadero. La vida que los ojos me han dado al través de la mirada sentida, querida, y que ahora está ausente. El camino andado… ahora quebrado. Dos. Se abre el precipicio y caigo. El salón vacío. El olor a muerto. La pared opaca. Silencio. Los cuadros sin figuras ni colores. Negro. Busco las palabras tan queridas, y no las encuentro. Los sonidos desaparecen a golpe de martillos sobre mi cabeza, sobre mi alma. Yunque muerto. Ausente de hierro candente, del rojo de la vida. Negro. La risa se torna llanto. La lluvia aparece de repente como un reguero arrastrando el rimel. Negro. Llanto inútil. Llanto triste. Llanto lento. Un vacío oscuro lo llena todo, y un tímido cepillo de dientes, solitario, muestra el dolor de una vida cercenada, terminada, rota por el desasosiego mostrado por un jarrón de rosas marchitas, muertas, que adorna este ataúd en el que me encuentro. Ya ni veo. Ciego. ¿Dónde está ese alma límpida? ¿Su alma? ¿Mi alma? ¿Dónde sus claros cielos? La brillantez vivida se ha perdido. Me muero. Alma muerta. Y ahora… ahora el cuerpo. La vida, muerta. La música, un réquiem. Uno. Dos. Eterno claudicar. Eterno fracaso. Derrota total. Nuevamente yerro. Otra vez. Tristeza. Abandono. Ciego. Yerto. Negro. Muerto. Y pido perdón por mis pecados. Muerto. Busco y no encuentro. Miro y no veo la mirada de tantos sueños. No la encuentro. Muerto. Me fustigo por los hechos. Muerto. Sé que puedo. Sé que soy. Muerto. Pido perdón por el daño, por los hechos, a los indefensos. Muerto. Pido perdón por la vida, a mi vida, a su vida. Muerto. El amor es un acto de perdón interminable. Muerto. Estoy muerto. No me encuentro. No soy. Estoy huero, vacío, muerto. Cómo me gustaría…, pero estoy muerto. Vi un niño sonreír. Intenté verlo. Quise responder pero sólo me salió una mueca. Una mueca de muerto. La tristeza es tan profunda que ni esa sonrisa alegra mi pecho. La inocencia de esos ojos que otrora me sumían en desbordante alegría por estar vivo, ahora sólo me producen llanto. Tristeza y llanto, desesperanza y hastío, porque estoy muerto. Ya no puedo. Ya no soy. Negro. Muerto. Y hay un nudo en la garganta que me aprieta y que me ahoga. Cuerda gruesa, densa y lenta que me quita la vida. Un nudo corredizo que me anuda el alma y la destroza. Dolor del espíritu. Dolor de dentro. Ya no soy. Todo es negro. Muerto. Estoy muerto. Nada es. Nada hay. ¿Dónde están los ojos que me abrían las ventanas y me traían el aire fresco? Quiero respirar y no puedo. Muerto. Quiero respirarte porque estoy muerto. Porque me muero. Porque sin ti muero. O ya estoy muerto. Sí. Muerto. Todo ya es negro. Todo está muerto. Yo estoy muerto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé de donde saqué la fuerza para seguir leyendo.
No sé si fallecí cuando empecé a leer o cuando acabé de hacerlo, pero lo seguro es que viví una lenta agonía.
Imagino que estoy viva, si todavía me quedan fuezas para escribir, para comunicar, para gritar que en el fondo no quiero sufrir, no quiero morir. Imagino que si escribo es porque todavia me queda esperanza.
A veces todo es negro porque simplemente tenemos los ojos tapados y tenemos miedo a abrirlos y afrontar. Lástima que sea el negro el que adolece tu espíritu, porque negro también es el cielo estrellado y si no fuera por ello no verías, de la luna, la luz de su sonrisa.

Diego Jurado dijo...

Siento en el alma, no sabes cuánto, que la lectura te produjese eso. Lo siento. Ten la completa seguridad, y sé que la tienes, de que estás viva, de que siempre estarás viva, porque sabes vivir. Me alegro de que no quieras sufrir, ni morir. ¿Quién quiere? No debes, no lo mereces. Claro que te queda esperanza. La vida te dará lo que mereces. Y mereces mucho. Todo. No tengo la menor duda.
A veces todo es negro no por el miedo a abrir los ojos o afrontar, sino por los errores, por los fracasos, por las pérdidas. Porque es así. Se afronte o no, el desgarro vital, cuando se conoce la verdad, la totalidad, cuando se ha tenido todo y se ha perdido, sólo te produce eso, porque sabes que el resto sólo será una burda copia, una caricatura burlesca de lo tenido, y todo será un lento declinar.
El problema es ver, por otra parte, la sonrisa de la Luna de la forma como se vería, y no de la que sabes que se puede hacer, que es la que llena, como siempre lo hiciste cuando se está completo.
Gracias por tus palabras. Un placer.