10/11/08

Cuaderno de viajes. La montaña. El Pirineo. El fuego y la nieve.


Me siento frente a la lumbre. Hay cierto encanto en el crepitar de la madera en la chimenea. Y ello a pesar de la infamia que el personal que la rodea produce, como trasunto estético. Estética espiritual, que no física.
Los colores son brillantes y te llevan a cualquier parte, desde las hogueras de mi niñez al mismo infierno de Dante, pasando por Velázquez y su “Fragua de Vulcano”. Los matices de naranja son inmensos, aunque algunos ojos se empeñen en decir que sólo hay uno, un único, triste y desolado naranja. Claro que si tenemos en cuenta que una “humilde” bióloga no sabe decidirse entre roble y haya, ante la espectral visión de una triste hoja caída en el lecho mortuorio de la nieve en el transcurso de la noche, cualquier cosa es posible.
Los olores se agolpan. Maderas. Cada una tiene un olor distinto. El pino huele a pino y el roble a roble. Sólo hay que educar en el olor. Pero ya nadie, o casi nadie. El gusto por lo tradicional, o por el placer sin más.
Hay un arte en oler, como en mirar. Hay que saber. La nieve huele. Incluso depende de sobre qué esté. Hay tonos de blanco. Tonos de nieve. Hay tonos de madera. Tonos de lumbre. La lumbre. Una de las palabras más hermosas. La lumbre siempre me lleva a la niñez. No es el fuego. Es la lumbre. ¡Échale leña a la lumbre! Y huele. Olivo no, que aquí no hay. Roble. Haya. Pino. Olivo no. Esto no es Andalucía, aunque me la recuerda. Y crepita. También se oye. Como la nieve al caer. Como la nieve al andar.
Cuando se mira a la lumbre aparecen tonos de azul. Casi violeta a veces. Y la madera se rompe y queda en rojo y gris, cuarteada mientras alguna llama pugna por salir a través de sus rendijas. Sinuosas. Ascendentes. Con sus tonos de amarillo elevándose, moviéndose en un baile rápido y divertido. Besando el aire, persiguiéndole. Y el gris se troca en rojo. El infierno aparece y desaparece. Te pierdes dentro. Te quemas dentro. Espectral escenario de la belleza. Cierras los ojos y vuelves a la nieve y sus tonos cambiantes, musicales, evanescentes. La nieve que se posa en los rojos, en los verdes, en los mil verdes. Los tonos según la luz, según los ángulos. La nieve. El fuego.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bello texto tambien , cada vez que paso por tu flog ya sea una coincidencia o inoncentemente caigo dentro de esta página , salgo con un recuerdo , o tal vez más ilusionado , gracias a esos textos que escribes que son tan bonitos , cada texto tiene su significado , y eso es lo que agradece el lector y que hace que un texto o comentario tenga su apreciacion , una y mil veces gracias por escribir estos textos.

Un saludo ,
Moisés P.

Anónimo dijo...

Gracias Moi. Un placer tenerte por aquí a veces. Dice de ti. Si sacas cosas de ello lo celebraré siempre. Espero que sigas así siempre.
Diego